viernes, 1 de febrero de 2008

Juguetona Ironía


Dedico este relato a Jen Thorndike quien tiene cierta fascinación por las muñecas. Este iba a ser presentado en mi taller de Creación literaria pero no tuve mucho tiempo para corregirlo. Ahora sí lo está así que lean


Juguetona Ironía


¡Y pensar que yo hacía lo mismo que ella me hace ahora! Me duele la forma tan brusca con la que acaricia mi cabello. Y lo peor es que no puedo hacer nada más que mirarla mientras juguetea conmigo.

Extraño mucho aquella época en la que era una niña de quinto año de secundaria y me preocupaba por aprobar Razonamiento Verbal. ¡Parece tan lejana! Pero en realidad no ha pasado mucho tiempo desde que el espíritu de la travesura o el Karma o no sé quién me castigó con tanta ironía.

A veces pienso que estoy soñando. Pronto me despertará mi mamá para ir al colegio. Pero ya es tiempo de aceptar que nunca despertaré de esta pesadilla.

Siempre me encantó jugar con muñecas. Tengo bastantes en mi cuarto. Pero no siempre fui una chiquilla delicada con ellas y aunque me cueste aceptarlo creo que mi mamá tenía razón cuando me decía que cuidara mis cosas. ¡Cuánto me arrepiento de mi dizque inocencia!

Todo empezó con esa caja de sorpresa musical que encontré en mi cama cuando regresé del colegio ese martes por la tarde. Pensé que era un regalo. Era una de esas cajas de madera en las que giras una manija dorada y una melodía suena hasta que algo salta del cubo.

La música parecía hipnotizarme con su ternura circense. Mis muñecas Barbie habían perdido mi interés y también sus bracitos y piernas gracias a mí. Algunas se volvieron calvas, otras no tenían manos y otras ni siquiera parecían muñecas. Todas ellas muertas por mi mano, por mis juegos. Nunca me importaron mucho. Siempre recibía muñecas nuevas.

Yo seguía girando y girando la manija al ritmo de esa tonada tan inquietantemente dulce. Creo que mi mamá me había llamado a comer, pero no estoy muy segura de eso. Bueno no es que preste mucha atención cuando mi mamá me llama.

Tan “hipnotizada” estaba con la cajita que nunca noté que con cada vuelta aumentaba su tamaño un poco más. La melodía se hacía más aguda, más siniestra, pero me gustaba mucho. Me recordaba mis juegos con mis muñecas.

Un títere con forma de arlequín con un traje azul y rojo saltó de la caja con la última tonada. Su sonrisa burlona me cautivó pero pronto me asustó. Ese payaso cobró vida y abandonó su cúbica prisión de madera, que ya había crecido demasiado.

La risa del bufón sonaba en mis oídos. “Juguemos” me dijo con su sonrisa de oreja a oreja.

Se ganó mi confianza con sus gestos delicados. Era sólo un juego: Bailamos un vals al ritmo de la melodía de su caja, que había empezado tan pronto acepté jugar. Su risa aguda me atormentaba y el sonido a campanas que hacía al moverse me perturbaba pero yo quería seguir jugando un poco más. El baile me motivaba la memoria. Recordé mi primera muñeca, la pobre Barbie Bailarina que sufrió un pequeño accidente cerca de la licuadora cuando, según yo, se había portado mal. Me hizo trenzas en mi cabello y me pintó chapas rojas en mis cachetes con mi maquillaje. Comenzaba a besar mis manos. Sus labios se sentían tibios en mi piel.

Después de un rato ya quería parar. Estaba cansada. Decidí decirle a mi nuevo amigo que se detenga, pero mis labios no se abrían. Estaban cerrados en una mueca parecida a una sonrisa. Me asusté mucho. Quería correr pero mis piernas estaban tiesas. Mi piel se sentía dura y fría. Mis ojos se volvían vidriosos.

La risa del mamarracho era más burlona y sus ojos me miraban hacia abajo. Creí que mi cuarto se hacía más grande pero era yo quien me encogía mientras las burlas y la música se mezclaban.

De ese día ya no recuerdo nada más. No sé cuánto tiempo ha pasado. Fue como cerrar los ojos. Todo se volvió negro. Sólo recuerdo desde que vi a esta niña que me lastima cuando me peina, cuando se miraba al espejo. En su mano estaba yo, del tamaño de una Barbie, vestida con mi uniforme de colegio, con unas trenzas y chapas ridículas, mis labios cerrados y mis ojos vidriosos y mi piel hecha de plástico.

Ahora comprendo que las muñecas no son sólo eso. Mi alma está atrapada al igual que mi mente. No puedo gritar. Ahí va un mechón de mi pelo. El peine que usa la niña me ha arrancado un mechón bastante grande.

Parece que se aburre de mí. Me lleva al jardín. Ahora que lo pienso, no he visto otra muñeca en su cuarto. Hay un rosal muy cargado cerca de una mancha sin plantas en el jardín. Sólo era tierra y un conjunto de palitos de helado enterrados verticalmente. Veo como escarba un agujero pequeño. Ahora entiendo impotente el por qué de la falta de muñecas en su cuarto. Pero no estaré sola. Pronto me hará compañía esta niña. Mientras me cae la tierra en el rostro veo la caja de madera con manija dorada aparecer al costado de mi sepulturera...



BYE

3 comentarios:

Jen dijo...

Gracias por la dedicatoria.
Algunas apreciaciones.

- Si hubieras empezado el cuento con la imagen insinuada del entierro, hubiera enganchado rápidamente al lector, además que no hace la historia tan lineal.

- Para mí la niña debería ser más pequeña porque una chica de quinto de media no juega con muñecas, menos con Barbies... si las tiene, als tiene de adorno. Es mucho más justificable que sea una niña la quien "abuse" de sus muñecas que una adolescente. Una adolescente hace eso con gente, ya no con muñecas. Yo no era para nada agrandada cuando era chibola y recuerdo que jugué con barbies solo hasta los 12.

- Hablando de Barbies, umm por qué Barbie y no una muñeca cualquiera? La única explicación que le encuentro para el uso de "Barbie" es que quieras mostrar la clase social de la chica... si no, podrías dejarlo insinuado, que el lector se imagine si es barbie o lo que sea.

- El final es demasiado explícito. Si insinúas arriba lo del entierro, por ejemplo, con una simple frase como "tengo los ojos cubiertos de algo que parece tierra" insinúas, entonces el final lo dejas abierto con por ejemplo "y sí, estando echada en algo que parece un hueco veo que es tierra lo que cubre mis ojos. Creo que será la última vez que juguemos" no lo dices, pero se entiende.

- Finalmente, no uses las comillas por las puras, las comillas se usan para usan para decir algo con sarcasmo y para citas, muchos no las usan ni para diálogos. El "juguemos" entiendo que es un diálogo y por eso está así, pero en "hipnotizada" no son necesarias.

Y una duda, la muñeca está ciega? Creo que ve, pero no me quedó claro.

Vilo Arévalo dijo...

Hola Jen, la imagen de la Barbie, sí fue para dar la impresión de buena posición económica.
Hay diferenetes tipos de personas, hay algunas que siguen jugando a pesar de toda edad

Lo de las comillas en Hipnotizada lo puse pq no era una sensación real, era una imagen que la niña no podia explicar. No queria poner al prinicpio lo del entierro pq me recordaba s Tres Metros Abajo
Y queria salirme de ese lugar jeje

Mel dijo...

Ya sé porqué nunca me gustaron las muñecas... Es la forma en que te miran... Yo ya estoy vieja y te hablo de las antiguas con pelo mucho más real, ojos de vidrio y párpados dormilones... No podría dormir hoy, con la edad que tengo, en un cuarto repleto de muñecas... (y ahora menos, jajaja)