jueves, 27 de julio de 2017

Encantadora de Serpientes







Se sabe que la primera Mujer, Eva, pudo hablar con la Serpiente. Lo que no se conoce, sin embargo, es que esta habilidad pasó, a través de los genes, entre sus descendientes directas: aquellas mujeres con aunque sea una gota de sangre de Eva (es decir, todas) heredarían su habilidad de comunicación ofidia.

            La historia ha dejado confusa la existencia de estas mujeres. Muchas de ellas son consideradas mitos o leyendas. Una de las más conocidas es, sin lugar a dudas, Medusa, quien al recibir el castigo de Atenea y obtener serpientes en lugar de cabellos, descubrió que podía intercambiar conversaciones muy profundas con los venenosos reptiles.  Otra mujer famosa que obtuvo favores de las serpientes fue Cleopatra, quien pudo convencer a una cobra egipcia le ayude a planificar su propia muerte, pues prefería estar muerta a ser sometida a la esclavitud impuesta por Octavio. Ambos ejemplos nos demuestran que las cicatrices marcadas por la traición mutua pueden ser borradas con el tiempo.

            En la actualidad no es común que las mujeres demuestren esa habilidad, pues las preocupaciones del día a día bloquean las cualidades más primordiales, sin embargo, una joven mujer, de nombre Iagalis, había descubierto que aquellos siseos eran más coherentes de lo que se podría esperar. Su primera experiencia ocurrió cuando cumplió seis años y viajó con sus padres a la Amazonía Peruana.  En ese viaje se alejó de sus padres en una visita guiada por la selva. Se había distraído y todos habían avanzado. Un  Pitón  hembra, que colgaba de una rama, se apiadó de la pequeña e inocente Iagalis y, en lugar de atacarla como le dictaban sus instintos, la consoló mientras lloraba por sentirse sola. Luego de unos minutos de intercambiar palabras, le indicó el camino por el que habían caminado sus padres.
                        —Sssssi te apressssurassss lossss podrássss alcanzar. Sssse fueron por esssste camino. Ve con cuidado pequeña. — la pitón señaló un sendero hacia el oeste con su cola.
                        —Gracias por su ayuda Sra. Pitón. —la pequeña Iagalis se despidió y corrió hacia la dirección señalada por su nueva amiga. Al cabo de unos minutos alcanzó a sus padres, quienes estaban buscándola muy nerviosos y no se alejaron de ella durante el resto del viaje.

            Conforme fue creciendo, investigó todo lo referente a las serpientes y su comportamiento. Iba muy seguido a los serpentarios en su ciudad. En muchas ocasiones, recibía inspiración para resolver sus problemas tras conversar con alguna de las serpientes. Tenían ideas muy creativas y conocían mucho de historia antigua.

            Ya en su vida adulta, su amistad con serpientes, culebras y víboras la hacía una de las artistas circenses más exitosas bajo la carpa. El Circo en el que trabajaba tenía una fuerte inspiración en las constelaciones: el Zodiaco, la Osa Mayor, la Osa Menor, Orión y Andrómeda, entre otras. El número de Iagalis representaba una fusión de la misteriosa constelación de Serpens (o la Serpiente en las manos de Ofiuco) e Hidra (la famosa serpiente de 9 cabezas), por lo que su actuación se consideraba sanadora e intrigante.  Era una de las presentaciones del medio, justo antes de la actuación de los arqueros a caballo que representaban a Sagitario.

            Una noche de verano, Iagalis estrenaba una nueva rutina que involucraba más de quince serpientes. Su acto empezó cuando ella subió por una escalera plegable de unos tres metros de altura a una plataforma con una enorme canasta circular esperándola. Las luces bajo la carpa se atenuaron.  Se arrodilló al lado del cesto y cerró los ojos. Parecía susurrar algo, pero nadie podía oírla. Luego de unos segundos se puso de pie y dio una señal afirmativa al maestro de ceremonias, quien no perdió el tiempo y continuó según lo ensayado:
—¡Damas, Caballeros y Niños del público, les rogamos el total silencio para el siguiente número en el que nuestra Amazonas, la espectacular Reina de las Serpientes Iagalis, los deleitará  y cautivará con el misterio y la mística ancestrales…!

El público guardó silencio. La música que la orquesta había preparado comenzaba con ritmos de percusión africanos mezclados con instrumentos de viento que soplaban una melodía atrayente. El resultado: una cadencia musical que daba rienda suelta a la imaginación. Por otra parte, la iluminación alternaba entre colores verdes, morados, rojos y azules. Iagalis comenzó a danzar. Sus movimientos parecían guiar el ritmo de la música, no al revés. Con los ojos cerrados y una sonrisa coqueta en su rostro, la joven mujer levantaba sus brazos sobre su cabeza y movía sus caderas en forma de círculos mientras detrás de ella un enorme pitón plateado salía del canasto en la plataforma imitando los movimientos de Iagalis.

La danza continuó ganando fuerza. Los tambores se hacían urgentes. El enorme pitón que salía del cesto medía poco más de dos metros. Las luces causaban la ilusión óptica de cambiar los colores de las escamas del reptil. Como en un trance, Iagalis tomó la cabeza del pitón entre sus manos y apoyó su frente en ella. La serpiente poco a poco iba sujetándose de la columna de la plataforma con su cola,  mientras se  alejaba respetuosamente de su ama y formaba una conexión con otra plataforma un poco más baja. Se sujetó de esta plataforma con la cabeza.

Iagalis seguía su danza. Ahora la música se volvía más lúdica y animada. Sin previo aviso, la mujer se sujetó del cuerpo de su compañero de espectáculo y se deslizó hacia la otra plataforma. Los reflectores la siguieron para descubrir que mientras el público fue distraído por la danza, otras plataformas y escaleras habían sido instaladas.
Iagalis llegó a la otra plataforma y comenzó un enorme juego de serpientes y escaleras: subiendo y deslizándose al ritmo de la música. Las serpientes la miraban con admiración y respeto. Había jugado con sus compañeros de escenario, bailando con ellos. Como gran final, luego de deslizarse desde la última plataforma hasta el centro de la pista, dos serpientes la envolvieron y formaron un caduceo humano justo al mismo tiempo que la música terminaba y las luces se encendían. El público estalló en palmas y ovaciones bajo la carpa…todos la miraban extasiados, excepto un par de ojos…

***
La crítica había sido generosa. Veinte líneas de alabanza del show estelar, en especial, la parte del espectáculo que se centró en los ofidios. Nada mal para la noche de estreno, pero los artistas no podían darse el lujo de confiarse. El éxito de una presentación es la constante práctica. Todos bajo la carpa principal ensayaban sus actos, puliendo cualquier acción que amerite ser pulida y corrigiendo lo que los entrenadores instruían a los artistas: los arqueros practicaban con flechas; las mujeres que representaban a Virgo repetían los movimientos de la coreografía que esa misma noche presentarían al público; los gemelos practicaban su número de “espejo reflejo”; los representantes de la constelación de la Osa Mayor levantaban pesas y los jóvenes  que representaban al Dragón lanzaban llamas controladas mientras hacían acrobacias.

Iagalis no era la excepción. Estaba alejada del grupo general. Acompañándola estaban las serpientes que habían actuado con ella: pitones, víboras, culebras y otros tipos de ofidios. Todos ellos estaban libres con sus cuerpos enroscados. La reunión, si alguien la veía desde fuera, parecía un conversatorio. Iagalis estaba al medio del círculo, sentada con las piernas cruzadas en posición de meditación y vestida con un buzo oscuro mientras leía el párrafo que hablaba de su actuación:

“…Finalmente, la actuación de la joven Iagalis no es para los de corazón débil. La puertorriqueña y sus reptiles dejaron sin habla  a una audiencia de más de 300 personas. Su danza lúdica y el control que ejercía sobre los peligrosos tipos de serpientes, fueron impecables. Definitivamente una de las estrellas más brillantes del Circo Estelar. No se la pueden perder…”

— ¡Somos un éxito! Y todo gracias a ustedes. —Iagalis comentó al círculo con una sonrisa entusiasta dibujada en sus labios.
—No te quitesss crédito…Eresss una buena entrenadora. — La pitón más grande del grupo y aquella que salió del cesto respondió. Su nombre era Naga.
—Hacer essse juego humano de ssserpientesss y essscalerassss fue una excelente idea, Iagalisssss. Me encantó la parte en la que nossss enroscamossss en ti Rubí y yo. —Una serpiente índigo de nombre Zafiro secundó el comentario de Naga. Su compañera Rubí asintió desde el costado de Iagalis.

            Las demás participantes de la reunión asintieron. Sus ojos llenos de orgullo por el trabajo en equipo que habían realizado.

            —Gracias chicos. Estaba muy nerviosa. Pero ahora debemos volver al trabajo. El jefe me ha dicho que hoy llega una nueva compañera para el espectáculo. Dice que debemos lograr que aprenda la rutina para la función de esta noche, pues quien donó a la nueva “estrella”, un excéntrico magnate, vendrá a ver la función y si le gusta donará una fuerte suma de dinero. Necesitaré el apoyo de todos en el ensayo. — Iagalis finalizó la conversación mientras el maestro de  ceremonias se acercaba seguido de una enorme caja con agujeros, la cual era cargada por dos hombres. La  nueva serpiente había llegado. Las demás serpientes se inquietaron sin comprender el por qué.

***

            El ensayo de todos los artistas fue interrumpido por la hora del almuerzo. Los animales fueron llevados a sus lugares respectivos: los caballos a las caballerizas, las aves al aviario y las serpientes al serpentario, incluyendo a la nueva adquisición: un crótalo cornudo de Schlege o serpiente con cuernos. Las serpientes y víboras se sentían inquietas con la nueva presencia en su espacio. Era como si una fuerza invisible las repeliera. La serpiente cornuda tenía escamas brillantes como esmeraldas. Sus ojos eran profundos y amarillos mientras que su boca cubría colmillos de un centímetro de largo. Las protuberancias en su cabeza eran atípicamente largas, incluso para la especie.

            —Tal vez me equivoque, pero hacemossss gran parte del trabajo e Iagalissss ssse lleva todo el crédito. — El crótalo comentó. Su tono de voz era suave y meloso.
            — No digasss essso. Ella sssssiempre ssse ha preocupado por nosssotrossss. —Rubí le respondió mientras las demás asentían.
            —No digo lo contrario, pero creo que podríamossss llevar el espectáculo a otro nivel. Démossssle un desscanssso. Yo no la conozco, y no niego sssusss virtudesss pero podríamosss hacer una rutina dissstinta. Sssolo confíen en mí…— La voz de la serpiente con cuernos se volvió más suave, más convincente. Era el tono que uno usaría con un amante. Las otras serpientes no podían dejar de escucharla ni tampoco quitarle la vista a sus ojos, los cuales habían cambiado de color, aumentando su profundidad.
            —No la essscuchen. Iagalisss siempre ha essstado con nosssotrosss. —Naga parecía no ser afectada por los encantos de la nueva integrante. Todas las demás serpientes parecían no escuchar a Naga. — ¿Qué lesss hasss hecho? Parecen fuera de la realidad. —Naga dirigió su voz hacia el crótalo.
            —Veo que tienesss mayor voluntad y una gran conexión con la mujer. No importa… todosss losss demásss harán lo que lesss ordene. Pero antesss debo acabar con los estorbosss. — la respuesta dejó de ser suave. La voz era fría y dura.  

***

            —Naga no despierta. No sé qué le pudo haber pasado. Durante el ensayo todo estuvo bien. He intentado todo. Es como si estuviera invernando—Iagalis le informó al maestro de ceremonias dos horas antes de que empiece el espectáculo.
            —Llamaré al veterinario, pero sabes que el show debe continuar. Vi en el ensayo que la nueva se movía bien. Que esta noche la reemplace. Tienen tamaños similares así que no creo que haya problema. Verás que lo de Naga no es nada y regresará al trabajo antes de lo que imaginas.  Anda, ve y haz un último ensayo veloz. Yo me encargaré de todo. —El maestro de ceremonias le respondió mientras buscaba entre sus contactos el teléfono del veterinario experto en reptiles.

            Iagalis, no tuvo otra opción. Es verdad que el público iría a ver el espectáculo y tenía la esperanza que nada malo haya pasado con su amiga y compañera de escena. Tuvo que regresar al serpentario para preparar todo antes de vestirse. Si algo malo hubiera pasado, de seguro las otras serpientes le hubieran comentado.

***
            La escena de la noche anterior se repetiría. La diferencia sería la presencia de la nueva serpiente. Iagalis subió a la plataforma, en la cual la esperaba el cesto enorme. Al igual que la noche anterior, se arrodilló ante la canasta y susurró.
            —Reficul, llegó el momento. Sé que eres nuevo pero hagamos un excelente espectáculo. Ya luego sabremos lo que le pasó a Naga.
            —Confía en mí, Iagalisss. Todo sssaldrá de acuerdo al plan. —La respuesta de Reficul, el crótalo, puso nerviosa a Iagalis por su tono malicioso pero ya la música estaba empezando.

            El baile de Iagalis no se hizo esperar. Reficul salió del canasto. Se sujetó de la columna con su cola y acercó su cabeza a la plataforma inferior, tal cual Naga lo había hecho. Llegó el momento en el que Iagalis se deslizaría, pero antes de llegar a la otra plataforma perdió el equilibrio y cayó tres metros hacia el suelo. El sonido de su brazo al romperse fue apagado por las voces asustadas de los asistentes. Algunos miembros de los otros números salieron a la pista central para llevar a la inconsciente Iagalis a recibir ayuda mientras el maestro de ceremonias hacía su mejor esfuerzo por tranquilizar a los espectadores.
***

El número de Iagalis tuvo que ser cancelado de las siguientes funciones. Tendría que estar con yeso y clavos en su brazo derecho por algunas semanas. Mientras se recuperaba tenía que hacer labores administrativas en el circo.

El veterinario de serpientes encontró un extraño veneno en el sistema de Naga. Aquella ponzoña no pertenecía a ninguna especie conservada en el serpentario del circo y todos estaban desconcertados, pues el veneno no había eliminado a la víctima solo le bajó la temperatura corporal, ocasionando que Naga no pudiese despertar. Las otras serpientes parecían atontadas y torpes.

Dos días después del accidente, Iagalis ingresó al serpentario para alimentar a las serpientes y ver cómo evolucionaba la condición de Naga. El ambiente se sentía pesado. No podía sacarse de encima la sensación de preocupación que tenía hace dos noches.

—INVIDIA…ACIDIA…GULA…AVARITIA…LUXUS…IRA…SUPERBIA. Esss hora de que paguesss lo que hicissste. Hija de Eva, traidora e ignorante…Hicissste que me expulsssarán a mí la Gran Sssserpiente. ¡Qué humillación! Incluso tú nombre añade inssulto a la herida. Esssta compuesssto por los nombresss de mis frutossss másss grandesss, aquellosss que ussstedes llaman Pecadosss Capitalesss. —Reficul se había acercado lenta y silenciosamente mientras Iagalis buscaba a las demás serpientes.
— ¿De qué hablas? No  puedes ser esa Serpiente…deberías tener miles de años y eso es imposible. —La lógica de Iagalis era fuerte en teoría, pero ella misma no estaba convencida de lo que acababa de decir. La sonrisa maliciosa de la Serpiente le decía que no mentía.
—Todo esss posssible…La misma Biblia predice que yo volveré a tener el poder y que me haré másss fuerte con el passssar de lossss añossss. Estamossss destinadosss a ssser enemigossss: lasss mujeresss y yo debemos dessstruirnosss mutuamente. Essstasss pobresss e inútilesss ssserpientessss te ssseguían sssin dudar. ¡Traidorasssss a la tradición! ¡Seresss débilessss que sssse unieron a missss enemigassss! No esssss la primera vez que me enfrento a aquellasss que con palabrassss intentan controlar la raza del Rey Sssserpiente. Yo ssssugerí el ssssuicidio de Cleopatra y fui yo quien engañó a Medusssa para que ssse volviera piedra…Pero el mássss grande de lossss insultossss lo presencié hace unasssss nochessss. Verte usssando mi raza como entretenimiento barato ameritaba mayor involucramiento…Te desssstruiré yo misssmo, hija de Eva. — Reficul parecía emanar un aura vengativa. Se sentía el peligro en el ambiente. A lo mejor por eso las otras serpientes no sabían qué hacer. La Gran Serpiente se preparaba para atacar. Sus cuernos emanaban un líquido verde y sus colmillos parecían agrandarse.

            Iagalis estaba aterrorizada. No podía moverse. Sentía la presión de años de malicia y rencor y eso le helaba la sangre. Además su brazo roto no le permitiría defenderse con facilidad. Solo era capaz de orar en silencio, pidiendo a cualquier dios o Dios que esté oyendo, la proteja[1]. Cerró sus ojos para esperar lo peor, pero el dolor no llegó. Un ruido de movimientos bruscos invadió el ambiente.
            —Veo que el veneno ya sssse diluyó de tu sissstema. ¡Qué lassstima! penssssé mostrarme misericordiosssso contigo. Me seríassss de gran utilidad, querida Naga. Ayúdame a desssstruir a eesssta mujer y todo quedará perdonado, en especial tu insssolencia. — La voz de la Serpiente asumió su cualidad más suave y convincente.

            Naga parecía haber recobrado las fuerzas. Se había colocado entre Iagalis y  Reficul —No lo entiendessss. Es cierto, esss dissspersssa, desssordenada y demasssiado confiada, pero tiene un gran corazón y sssabe tratarnosss con ressspeto. Nunca dejaré a Iagalissss. Ella y yo hemosss esssstado juntossss dessssde que era una niña. Yo decidí ayudarla en lugar de atacarla y essso me ha dado una amiga que nadie podrá reemplazar. ¡Nadie lassstimará a esssta mujer mientras yo viva! —
            —Entoncessss que asssí ssssea. ¡Muere con ella! —El Rey Serpiente  se abalanzó contra Naga.

Ambas serpientes eran grandes y poderosas. Los ataques endemoniados de Reficul habían abierto heridas en el cuerpo de Naga, pero la Gran Serpiente no estaba intacta. Sendos cuerpos se enroscaban entre sí. El polvo se levantaba y la sangre caía al suelo. Iagalis no podía hacer nada más que observar. La pelea también había captado la tímida atención de las otras serpientes, quienes poco a poco fueron rodeando a los combatientes.

Reficul se lanzó con la velocidad de una flecha contra Naga, quien logró esquivarla y golpear al crótalo con su cola. La antigua Serpiente era resistente, pero aquel golpe le hizo perder el equilibrio.

—Hermanasss, dessstruyan a la traidora. —Reficul estaba cansada. Lo suyo era más la batalla psicológica y la manipulación por lo que quería aprovechar el control sobre las demás serpientes y víboras para acabar con su contrincante.
— ¡No! Tú eresss el traidor. Naga tiene razón. Iagalisss ssssiempre nosss ha protegido. Ya no tienessss control ssssobre nosssotrossss. —El hechizo hipnótico de Reficul se había roto. Las palabras de Naga resonaron en los recuerdos de las otras serpientes. Rubí y  Zafiro se enroscaron en Iagalis para mayor protección, mientras las demás se colocaban delante de ella como segunda línea de defensa, en caso Naga no pueda vencer.
     ¡Infielesss! Te maldigo mujer, al igual que a tu antepasssada Eva. Juro por lasss antiguasss Escriturasss que te dessstruiré. — Reficul desprendía rabia  destructiva. Sus cuernos y colmillos comenzaron a emitir un humo negro.

El humo negro comenzó a avanzar hacia las serpientes y víboras. Naga fue la primera en respirarlo, luego las serpientes más pequeñas y finalmente Rubí y Zafiro. El aroma a azufre se volvió insoportable. Iagalis comenzó a toser pero no podía ver nada. Un sonido sordo y pesado se dejó escuchar seguido de un silencio ensordecedor. Rubí y Zafiro dejaron de rodear a Iagalis. Cuando el humo se disipó, Iagalis vio con horror que ninguna de las serpientes se movía. Rubí yacía muerta a sus pies y Zafiro descansaba sin respirar sobre el hombro lastimado de Iagalis. El peso era demasiado e hizo caer al suelo a la mujer. Sus ojos se llenaron de lágrimas por sus amigos caídos.

— ¡Qué despersssperdicio! ¿Vesssss lo que me hicisssste hacer? Esss mi veneno mássss poderossso. Mi odio desssstilado. — Reficul comenzó a acercarse a Iagalis.

Iagalis estaba atontada por el dolor en su brazo y por la pena. Ya no debía resistirse. No tenía las fuerzas. El humo negro la había debilitado demasiado. Cerró los ojos y se preparó para lo que venga.  Sintió un movimiento brusco pero ningún golpe contra su cuerpo.

—Ia…ga…lisssss, rá…pi…do. No… me quedan fuer…zassss. —Naga estaba usando lo último de sus energías para estrangular a la endemoniada Serpiente. Reficul se retorcía por liberarse, pero sin éxito. — Rá…pi.do… pisssa ssssu cabeza. —

Iagalis no necesitaba que se lo digan dos veces. Se puso de pie y corrió hasta donde estaban Naga y Reficul. Vio a su alrededor y vio a las demás serpientes sin vida. Su tristeza se convirtió en cólera y usó toda esa rabia para pisar la enorme cabeza con cuernos. Podría llamarse ironía Bíblica. Su talón se lastimó pero la vida de Reficul abandonó su cuerpo justo cuando Naga soltaba su agarre. Se escuchó un grito desgarrador en todo el serpentario, pero nadie del mundo físico lo había emitido. El cuerpo de Reficul  se disolvía en el mismo humo negro que arrojó para asesinar a las otras serpientes.

En su último aliento, Naga quiso despedirse. — Iagalisss, debesss ponerte a sssalvo. Sssa…besss bien que regresssará. Graciasss por enssseñarme que no todosss losss humanossss sssson malosss. A…di…óssss. —Los ojos de Naga se llenaron de vacío. Iagalis comprendió que el sacrificio de su gran amiga era irreversible.

Nadie en el circo podía explicar lo ocurrido. Quince distintos tipos de serpientes, incluyendo un pitón, yacían sin vida en el serpentario. Un crótalo cornudo de Schlege estaba desaparecido. Su estrella Iagalis no quería hablar. Solo se había dedicado a llorar. La habían encontrado abrazando el tronco de Naga la pitón. Se necesitaron de cuatro personas para alejarla del serpentario. El médico decidió sedarla para que pueda calmarse.

Los sedantes no le dieron un sueño tranquilo. Iagalis tuvo una visión mientras dormía. El humo negro que la muerte de Reficul había generado se apoderaba de un huevo de serpiente en algún desierto lejano. Una voz masculina y potente le habló:
“Apareció en el cielo una señal grandiosa: una mujer, vestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza. Está embarazada y grita de dolor, porque le ha llegado la hora de dar a luz. Apareció también otra señal: un enorme dragón rojo con siete cabezas y diez cuernos, y en las cabezas siete coronas; con su cola barre la tercera parte de las estrellas del cielo, precipitándolas sobre la tierra. El dragón se detuvo delante de la mujer que iba a dar a luz, para devorar a su hijo en cuanto naciera…”[2][i]

La visión cambió y todo se volvió oscuro. Las palabras que Reficul había usado para nombrarla, la nomenclatura en latín de los Pecados Capitales aparecían en color sangre, resaltando cada letra inicial mientras se formaba el nombre de Iagalis. La voz continuó diciéndole:

"…después a un ángel que bajaba del cielo llevando en la mano la llave del Abismo y una cadena enorme. Sujetó al monstruo, la serpiente antigua, que es Satanás o el diablo, y lo encadenó por mil años. Lo arrojó al Abismo, cerró con llave y además puso sellos para que no pueda seducir más a las naciones hasta que pasen los mil años. Después tendrá que ser soltado por poco tiempo...."  [3]

Iagalis despertó bruscamente. Sabía que la Gran Serpiente regresaría. Y ella debería prepararse para su retorno. Se vengaría de aquella asesina y ayudaría a  aquel Ángel, sea quien sea y en el momento que sea.


[1] Se usa la diferenciación minúscula para politeísmo y mayúscula para monoteísmo, en cualquiera de sus expresiones.
[2] Apocalipsis 12, 1-4
[3] Apocalipsis 20, 1-3




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