miércoles, 9 de noviembre de 2016

Amor Verdadero




La mayoría de nosotros ha crecido escuchando historias en las que todo “mágicamente” se arregla con el beso de amor verdadero. Estos cuentos de hadas pueden pecar un poco al apresurar esas afirmaciones, pues casi todas las manifestaciones en dichos relatos sobre estiman la capacidad de “amar a primera vista”. Sin embargo, hay varios puntos que tienen bastante lógica en medio de la ficción.

                El primer punto que me hace pensar es que por más que se le dé un valor desmedido a la primera reunión romántica de los protagonistas, el amor verdadero es algo difícil de encontrar. No en vano los villanos mismos subestiman esa precaución cuando se enteran de los posibles antídotos, aludiendo que es algo inexistente. Con respecto a la existencia o inexistencia es seguro asumir que si bien muchos han escuchado sobre el amor verdadero, muy pocos lo han experimentado, en cualquiera de sus presentaciones, lo cual explica la actitud despreocupada y tratamiento de mito que los autores del posible crimen le muestran.

                En segundo lugar, contrariamente a lo que muchos piensan, el beso no es la única representación de amor verdadero que la literatura nos muestra. Es cierto,  es la más común pero no la única. Existen cuentos en los que el amor verdadero no es el clásico romántico. Los actos de amor van desde un beso, una lágrima, un sacrificio y puede ser filial, amical, romántico o incluso lealtad.

                Literatura moderna y clásica concuerdan en darle la cualidad de invencibilidad al amor verdadero, pero también le otorgan un carácter mítico pues no es tan fácil encontrar. Sin embargo, algo interesante sobre el amor es su capacidad evolutiva y mutable. Es cierto, nada puede vencer al amor, pero el objeto de nuestro amor o como lo demostramos sí difiere según las circunstancias en nuestra vida.

                Como católico sé que no hay amor más grande que dar la vida por los amigos. Cada religión tiene sus propios conceptos del amor, pero la mayoría coincide en que el amor es una fuerza poderosa y temible. Nos dice la Biblia que el amor debe ser paciente, pero como humanos la pregunta común es ¿hasta cuándo ser tolerante?  Se dice que en la antigua Grecia Eros, la manifestación del amor, era más temido que el mismo Tánatos, quien era considerado como el dios de la muerte.

                Según mi experiencia de vida, amar no es tan sencillo como lo pueden decir las palabras escritas en los distintos libros, ya sean de ficción o realismo. Amar es una labor ardua y muchas veces complicada, pues tiene muchas aristas. Eso me demuestra la calidad única de ese amor verdadero: podemos tener momentos de cariño, minutos de entrega o incluso acciones que nos hagan confundir el amor con la necesidad o lujuria (nuevamente, no solo existe el amor romántico), sin embargo esa cualidad sanadora (aunque a veces más que sanar cauteriza con un ardor intenso) solo se logra con bastante esfuerzo, conocimiento, confianza e incluso capacidad de recibir amor.

Menciono la capacidad de recibir porque muchos consideran que dar amor es más digno que recibirlo. Dicen que eso es lo maravilloso del amor: no importa si somos dignos o no(a decir verdad, nadie es tan perfecto como para ser ciento por ciento digno) el amor se puede dar a todos. Yo considero que tanto dar amor como recibirlo requieren de fuerza de espíritu y carácter.
               

        Para reforzar el punto anterior, a lo largo de la historia vemos que el amor ha sido causante de paz y de guerras. Muchas motivaciones de algunas personas catalogadas como “malas” han sido motivadas por el amor. Tal vez una versión retorcida de amor propio o amor a su propia nación (tanto ejemplos de guerras políticas) o incluso por causas más nobles (la salud de un ser querido, como por ejemplo). ¿Quién podrá juzgar lo que se hace por amor?   A Shakespeare se le atribuye la frase: “Si no recuerdas la más ligera locura en que el amor te hizo caer, no has amado” y eso puede demostrarnos que el amor nos puede obligar a tomar cursos de acción que escapan a nuestro modus operandi habitual: un mujeriego puede cambiar sus hábitos al ver nacer a su hija o una madre en necesidad de alimento para su hijo puede vender sus escrúpulos (y su cuerpo). Cada quien puede demostrar el amor a su manera. Las formas de demostrar de cada uno pueden ser más o menos nobles, sin embargo no podemos negar que el amor verdadero nos exigirá cada vez más.  

 

                Finalmente, el amor verdadero es invisible y difícil de entender. Puede ser que uno ame a pesar de no ser correspondido o que nuestra visión se nuble por un espejismo de amor que es fácilmente desplazada por ambición o egoísmo o en algunos casos, que el objeto de nuestro amor se aproveche de las circunstancias y utilice esa misma fuerza para amasar poder sobre quien entrega su amor. Estemos atentos para analizar si hemos conocido o no el amor verdadero pues como ya se mencionó, el amor llega sin previo aviso y oculto en un disfraz.



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