lunes, 22 de junio de 2015

PASEO POR EL CENTRO




El ruido del caótico tráfico del Centro de Lima opaca los sonidos más sutiles como el del cuchillo cortando las rodajas de piña en plena calle y el tono gris del cielo combina con el color de los edificios, todo cerca y a la vez lejos de todo, pero en medio del caos existe cierta belleza que a veces nos cuesta apreciar.
En medio de las calles transitadas, una comparsa toca una melodía que tiene una cadencia contagiosa (me atrevería a decir viral) basada en tambores, platillos y saxos, los neófitos dejan de lado sus agendas y se mueven, algunos sin darse cuenta, al ritmo de las notas musicales. En muchas esquinas oímos las voces de aquellos que quieren ganarse la vida entonando tanto canciones clásicas como las del momento y roban sonrisas a aquellos que no han perdido la capacidad de asombro ante estos detalles tan pequeños.
La arquitectura local no decepciona a ningún visitante, aunque el caminante inexperto puede perderse entre las similares estructuras: las iglesias dominan como palacios las esquinas; los edificios de servicio público (no puedo dejar de sentir nostalgia por los mecanógrafos que, con su máquina de escribir portátil, ayudan a los interesados en algún documento cerca al palacio de justicia, pero eso es otro tema) demuestran su poderío al elevarse entre las otras edificaciones; los logos de las casas comerciales, todos ellos de un elegante negro, combinan con los colores tierra y grises de la capital; entre otros detalles que hacen interesante un paseo por el centro.
Es cierto que las personas viven perseguidas por el inclemente reloj, pero escuchar las conversaciones entre los turistas, respirar la mezcla de fragancias (las tiendas de flores, los restaurantes y el olor a las distintas colonias) o ser testigo de las expresiones de la creatividad peruana por ser dignos del pan de cada día es gratificante.
Tal vez el Centro de nuestra capital tenga mala fama: sus calles estrechas, su tráfico demencial, los rumores que corren sobre las distintas leyendas urbanas y aquellas manifestaciones espontáneas, sin embargo, es importante que aprendamos, así como lo hice hace unos días, a percibir esas bondades que a veces por la costumbre, no notamos.


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