jueves, 29 de junio de 2023

41

41

 

Usualmente en mi cumpleaños escribo algo sobre los aprendizaje










s y sobre quien soy desde mi punto de vista. Este año, número 41 en mi vida, decidí recordar las formas en las que he sido llamado a lo largo de mi vida. No hay mejor forma de crecer que la aceptación de lo bueno por cimentar lo que uno es y lo malo por motivarte a salir adelante. Faltan pocos días para mi cumple, así que es bueno hacer este pequeño inventario antes que los 40 se desvanezcan.

 

Los apodos que más me gustan, sin ningún orden en particular, tienen un lugar en mi corazón especial, ya sea por lo curiosos y chistoso que son o por la muestra de cariño que tuvieron:


Haruka

Brian Addams

Primo (sí suena genérico)

Brujo

Shaggy

Dulce

Cocodrilo

Ángel Negro

Vilito

Vilandro (y su variante Vilanndro Meza)

Payasito

Psicodélico

Banshee (mis gritos son poderosos)

Sombrero

Mutante

Papa Frita

Apolo

Loki

Hades

Bufón

Rey Bufón del Sarcasmo

Dulce Sarcasmo

Sarcasmo Dulce

Escurridizo (cuando nado)

Torvic (algo escaso de creatividad, pero, llegó a la lista de los amables)

Vilín

Artista

Loco

Hermano

Colorado

Pato Lucas

Ruso

Gringo

One Dollar (cuando pido taxis)

Liebre de marzo

Conejo de Alicia


 

Entre los que son más tóxicos (o los que siempre odié), aunque pude aprovecharlos para crecer y demostrarles a esas personas que se equivocan tenemos, igual, sin ningún orden:

Inútil (el que me han dicho más seguido)


Delicadito

Padre (cuando era acólito, labor que me encantaba, pero el apodo estaba de más)

Mal amigo

Poco hombre

Débil

Sabelotín

Sabelotodo

Cabezón

Aburrido

Robotito

Panzón (lo soy, pero sean más creativos)

Calvo (lo soy, pero no busquen lo obvio)

Raro (y todas sus variantes)

Debilucho

Feo

Aríbalo (aunque es cultural por los Incas)


 

 

Como dice la canción, “se dice de mí” muchas cosas. Algunas fortalecedoras y otras destructivas, pero el hecho de aceptar quien soy es el mejor fruto a mi vida.

Soy malo en soccer (fútbol) y matemáticas. Soy bueno leyendo, escribiendo, creando, nadando, idiomas y gritando. El hecho de aceptar que existen personas que me odiarán o envidiarán me hace más fuerte porque les he demostrado que están equivocadas. El hecho que haya personas que me aman me hace sentir más digno. Pero, en realidad lo que me agrada de esta edad es que, a pesar de tantos años, he aprendido a amarme, aceptarme y desearme. He aprendido a que mi felicidad no dependa de lo que no puedo controlar, como la opinión o las expectativas de otros.  Creo que Dios tiene un plan en conjunto conmigo para mí. Creo que estar vivo es maravilloso y que más vale contar las bendiciones que las carencias.

¿Qué importa lo que se diga de mí (en mi cara o a mis espaldas)? Soy yo y así me amo, así que gracias a todos los que me aman y me odian. No sería quien soy sin esa mezcla de veneno y antídoto.

 

Feliz pre cumpleaños para mí, un lunático perro de agua protegido por la constelación de cáncer. ¡Qu vengan más años! Vamos denme su mejor golpe y verán cómo se los devuelvo con más fuerza.

 

 

 

 


viernes, 16 de junio de 2023

La balada de Anglómano Giz


 

Cuentan los bardos a través de sus cantos antiguos que un héroe, bajo la protección de San Miguel, logró lo que otros no pudieron durante una misión el doceavo día del sexto mes del año veintitrés del nuevo siglo. Su nombre era, según el idioma antiguo de los Elfos, Anglómano Giz, pero al traducirse a lengua humana quedaría algo similar a Gonzalo Magni (un poco anticlimático para la historia, ¿verdad? Por eso usaremos el original).

 

Anglómano era un joven de sonrisa traviesa: Sus colmillos le daban a su rostro una expresión astuta y vulpina. Su cabello ensortijado era de un color obscuro, algo raro entre Elfos peliblancos y rubios al igual que su piel trigueña. Anglómano fue adoptado cuando era bebé. Los Elfos no podían mentirle nunca por las propias leyes de su raza, por lo que desde joven descubrió y aceptó ser una cría humana. Los Elfos lo cuidaron, criaron y entrenaron. A pesar de que Anglómano no tenía facultades para la magia, sí era dueño de un talento natural en el arte de mezclar pociones y venenos.

 

Desde adolescente aprendió la sutil diferencia entre ingredientes nocivos y benignos. Sabía cómo mezclar los líquidos para sanar, aflojar la lengua, crear somníferos, embotellar euforia y lujuria, pócimas, elixires, venenos, tónicos entre otras combinaciones útiles. Superó incluso a sus maestros. Era su propia forma de hechicería y eso le daba orgullo.

 

Un día, la joven Elfa Camila, por quien Anglómano sentía algo más que amistad, lo buscó en su habitación. Estaba preocupada por los guerreros de la tribu, quienes habían perdido la batalla contra una entidad extraña. No tenían heridas físicas. Sus mentes y emociones parecían haber sido destruidas por dentro. Parecía ser que la entidad les succionó la alegría con sus poderes, invadiendo sus mentes con pensamientos destructivos. Anglómano decidió ir al campo de batalla. Tal vez su condición de humano le daría alguna ventaja que sus hermanos y hermanas Elfos carecían.

 

Se armó como mejor pudo: en un morral colocó ingredientes en bruto para crear cualquier poción que pudiese necesitar; en su cinturón de batalla cargaba esferas de cristal llenas con líquidos de distintos colores: eran sus creaciones más poderosas. Algunas de las esferas contenían venenos poderosos y líquidos explosivos. No era bueno con el uso de las dagas ni las flechas, pero su inventario era variado. No creía necesitar más.

 

Llegó a la ubicación que Camila le había indicado. Sentía una atmósfera pesada, a pesar de no ver nada diferente en el paisaje.

 

Sus fuerzas disminuyeron de pronto. Anglómano Giz estaba preparado. Tomó una de las esferas en su cinturón y bebió de un solo sorbo su contenido. Era un tónico a base de flor de caña de azúcar que le dio un poco de inmunidad a esa pérdida de energías. Tenía que andar con cuidado. Los efectos no durarían mucho y por lo que escuchó, era el primer síntoma de la infección contraída por los Elfos. De seguro estaba cerca de su objetivo.

 

Avanzó un poco por el claro del bosque y encontró animales muertos. Algo en su olor le confirmaba que quien haya hecho eso no era de la raza élfica. Los Elfos cazaban, pero para comer, conservando el equilibrio natural. Estos animales emanaban una peste a ¿tristeza? Su carne no serviría ni para alimentar al suelo.

 

Estaba tan concentrado en sus pensamientos, que no notó cuando un ser invisible lo atacó por detrás. Sentía su propio cuerpo ceder ante la presión de un tentáculo viscoso. Sentía los efectos de su tónico debilitarse. Intentó coger otra esfera en su cinturón, pero la fuerza de su atacante no le permitía moverse cómodamente.  La presión del tentáculo aumentaba, pero en otra parte de su cuerpo. Su cinturón quedó libre luego de algunos intentos de escapar. Aprovechó para coger otra esfera de cristal y beber su contenido: un licor fortalecedor. La bebida tuvo el efecto opuesto que buscaba.

 

Su mente comenzó a sentir la violación intrusiva. Su alma perdía brillo y ganas de seguir luchando. Todo se volvía borroso. Su alma gritaba de dolor en su interior. Se preguntaba por qué sus padres lo habían abandonado cuando era bebé, cómo podría pertenecer a la tribu élfica si era un inútil en las capacidades más básicas de un Elfo de su edad. El deseo imbatible de morir se fortalecía. ¿Qué podía ofrecer un humano a un pueblo de Elfos capaces de usar las dagas en danzas letales, las flechas con precisión única y la magia antigua que podía crear y destruir en un abrir y cerrar de ojos? Ni siquiera sus pociones le servían contra este enemigo. Se sentía un inútil. Por más que luchaba la entidad le ganaba terreno. En el cielo, el sol ya se había ocultado y una luna ensangrentada se elevaba.

 

Anglómano sabía que carecía de las habilidades mentales de los Elfos y que todo parecía estar perdido, pero su mente se refugió, en un intento inconsciente y desesperado por escapar, en la memoria más especial que había podido evocar. En ese recuerdo Camila y él caminaban bajo una luna roja, igual a la que podía ver en el presente. Fue la noche en la que él había creado una poción relajante a base del fruto de la Vid y decidió compartirla con ella…fue la noche en la que se besaron por primera vez.

 

 

Con la fortaleza renovada por la calidez en su corazón, recordó que luego de su caminata Camila y él leyeron un libro humano. El libro mostraba los síntomas de una enfermedad peligrosa llamada la depresión. Los Elfos describían en sus cuentos antiguos una entidad parecida a la enfermedad: la llamaban Vacío, que, a diferencia de la enfermedad, era un ser viviente que se alimentaba del sufrimiento de sus víctimas.

 

Los Elfos no encontraron forma de acabar con el Vacío, pero los humanos habían logrado un tratamiento contra la enfermedad. Valía la pena intentarlo.

 

Cerró los ojos y, con mucho esfuerzo, buscó memorias fuertes y positivas: Es cierto que no era mago ni ágil como los Elfos, pero era el maestro de pociones más joven que haya conocido la historia élfica; la argolla de oro blanco que los Elfos le colocaron en la oreja izquierda demostrando que lo reconocían como adulto; la sensación de sentirse útil cuando descubrió su talento para las pociones y el dulce beso de Camila que le aceleró el corazón de emoción cuando lo recibió.

 

Algo parecía funcionar. La fuerza del tentáculo se debilitaba. La voz que le susurraba momentos antes dentro de su mente palabras tóxicas se fue apagando. Sintió que el Vacío se alejaba con repulsión mientras más fuerte se aferrara a los pensamientos y emociones. La entidad se hizo visible. Era un ser con piel negra. Su boca era igual a la de una sanguijuela; sus dos tentáculos eran grises y fuertes y sus ojos eran huecos y ciegos. Su cuerpo era amorfo. Recién al verlo pudo sentir la peste a putrefacción que los poros de Vacío emitían. Sin pensarlo dos veces, se quitó el cinturón y lo arrojó hacia el deforme cuerpo de su rival. Debilitado por ser descubierto, Vacío gruño de dolor cuando la mezcla de líquidos explotó en su cuerpo creando llagas que emanaban humo. La entidad se alejó con velocidad de Anglómano.  Vacío era un ente eterno, pero por el momento había logrado vencer su influencia.

 

Regresó a su tribu y fue a la enfermería. Se sentó con sus hermanos y hermanas Elfos y les pidió que buscaran un pensamiento feliz y se aferrarán a él. Para algunos Elfos esto era muy difícil pues no estaban acostumbrados a asociar emociones fuertes a sus memorias. Los más jóvenes encontraron el ejercicio más sencillo de realizar.

 

Pasaron varios días y los Elfos pudieron mejorar. La violación a sus espíritus cometida por Vacío los acompañaría de por vida, pero en cuanto sientan la tentación de dejarse vencer, debían convocar a una reunión con los Elfos cercanos para conversar y compartir el dolor y la desesperación. El peso entre más de uno era más llevadero. Anglómano había descubierto que lo que lo salvó no fueron las pociones y venenos, pero su capacidad humana para sentir. Sabía que ningún arma o magia serviría contra un rival como Vacío, que atacaba desde dentro. Comprendió que era él ahora quien le podría enseñar algo a los Elfos que tanto habían hecho por él, pero por ahora quería relajarse junto a Camila y disfrutar del delicioso hidromiel que habían conseguido para la celebración.

 

Todos recuerden el doceavo día del sexto mes del año veintitrés del nuevo siglo. Un héroe celebraría su victoria y renacimiento por los años que vengan. Los libros y las canciones repetirán las aventuras del joven humano que creció cuidado por los Elfos.

 


 

sábado, 22 de octubre de 2022

Terror en Halloween


La mañana del primer día de noviembre empezó con alaridos y llantos que rompieron el silencio en las calles del pueblo. La cacofonía de gritos que se dejaba oír en el ambiente mezclaba invocaciones y nombres. No se podía distinguir lo que se decía. 

Las avenidas y senderos estaban cubiertos con demonios, brujas, fantasmas y otros monstruos que habían perdido la vida varias horas atrás. La noche anterior, se entregaron dulces, según dicta la tradición, como pago que evitaría las travesuras. Los cuerpos inertes habían expulsado su último aliento luego de las carcajadas. 

Una investigación más a fondo demostraría que alguien envenenó los caramelos que fueron entregados a los niños y niñas disfrazados de demonios, brujas, vampiros y demás. ¿Quién podría haber cometido tal crimen? Asesinar a los niños, como si fueran peste, la noche en la que la codicia por el azúcar aumenta entre los infantes.

domingo, 9 de octubre de 2022

El templo de Libra


             Mi nombre es Basil Mc Arthur y soy arqueólogo. Me especializo en verificar y desmentir mitos cuando sea necesario. Estas crónicas son parte del trabajo de toda mi vida. Les describiré, lo más objetivamente posible, lo que descubrí al visitar el antiguo Templo dedicado al culto a la constelación de Libra. Sé que puede parecer mítico e irreal, pero que estas líneas sean una advertencia para aquellos que tienen la mente cerrada a las creencias antiguas. Soy un científico y reconozco que al principio me costó creer lo que encontré, a pesar de ser testigo ocular en primera mano.  

 

Después de una investigación exhaustiva logré ubicar el mítico Templo de Libra en alguna parte del hemisferio sur. He aprendido con los años que, para preservar estos lugares, es mejor mantener en secreto su ubicación exacta. En esta ocasión, existe otro motivo también, el cual explicaré más adelante.  El discreto templo había sido construido con mármol pulido y tenía bastantes columnas con estilo gótico. En la entrada encontré el clásico símbolo que representa al antiguo signo astrológico.

 

Ingresé y caminé por los pasillos tenuemente iluminados. El interior del templo me recibió con una elegancia y sofisticación impresionantes. Las paredes estaban decoradas, alternativamente, con grabados del símbolo de Libra, el símbolo antiguo del elemento del aire y balanzas. El corredor, si bien fue angosto, me permitió avanzar sin problemas portando mi mochila de viaje.

 

Llegué al centro del templo. Los altos techos permitían el ingreso libre de aire puro. En cada una de las tres paredes que rodeaban el cuarto había una pintura gigante. En el lado derecho, la pintura representaba a una mujer vestida con una túnica negra y portaba una daga. Sus rasgos eran fríos pero seductores, a pesar de sus cabellos desarreglados. Cuando me acerqué pude traducir la inscripción antigua. Era una representación de la diosa de la Venganza, Némesis. Frente a esta obra de arte, a modo de oposición, vi una representación, según rezaba su propia inscripción, de la diosa del Amor, Afrodita. La hermosa mujer estaba vestida con túnica blanca y mostraba su largo cabello en una elaborada trenza. De alguna manera se mostraba atemorizante a pesar de su voluptuosidad. Finalmente, en la pared opuesta a la entrada la pintura mostraba ambas diosas desnudas e inmersas en el acto sexual. Debo reconocer que la imagen me excitó un poco por la sensualidad que se mostraba. La inscripción en la pintura se traducía como “La verdadera justicia tiene la dulzura de la Venganza y el terror del Amor”.

 

Me acerqué a la pintura de ambas diosas para examinarla mejor. Descubrí bajo ella una especie de panel de control con una pantalla. Aún ahora, mientras escribo estas líneas, no puedo negar que se trataba de una pieza de tecnología avanzada, aunque sí presente en las épocas antiguas. Parece que el dispositivo detectó mi presencia, pues ni bien me acerqué se encendió la pantalla.

 

En lenguaje antiguo, pude leer una instrucción “Para que el Avatar de la Justicia venga, se debe leer en voz alta la inscripción de la unión del Amor y la Venganza”. Mi curiosidad pudo más que mi auto control. Ya había llegado tan lejos que no podía dejar de intentarlo. Leí en voz alta la descripción de la pintura principal del cuarto. La reacción no se hizo esperar. A unos metros de mí, el suelo empezó a separarse y una especie de ataúd de cristal se elevó. En la cabecera del ataúd una balanza de mi tamaño se conectaba a él por medio de dos mangueras transparentes, cuyo origen se encontraba en cada plato. La manguera conectada al plato derecho parecía conducir un gas morado mientras que la conectada al otro plato transportaba un gas dorado. Con cautela me acerqué a la balanza y pude leer las inscripciones bajo cada plato. No existe una traducción exacta, pero las palabras más cercanas en nuestro idioma moderno serían “Pecado” para el gas morado y “Virtud” para el dorado.

 

Dentro del ataúd ambos gases parecían fusionarse y convertirse en una especie de neblina incolora. La neblina no era tan densa y no cubría del todo el cuerpo desnudo de un hombre joven. Tenía los ojos cerrados. Su semblante parecía, al mismo tiempo sereno y amenazador. La mejor forma que tengo para describir sus facciones delicadas sería una mezcla entre un ángel, un vampiro y un elfo. Muchas historias fantásticas utilizan esas mismas descripciones, pero recién al ver al joven pude comprender que no se trataban de una exageración inverosímil a la belleza del ser humano. Su cabello era corto y castaño, su piel pálida y su mentón mostraba una pequeña barba que contrastaba con su rostro infantil.

 

La pantalla del dispositivo comenzó a parpadear y mostraba información nueva. Me acerqué a leerla.  Según lo que pude entender, aquella neblina nutría al joven con lo peor y lo mejor de la humanidad con el objetivo de obtener un corazón puro capaz de premiar o castigar las acciones de los humanos sin excusas o atenuantes. Aparentemente el Avatar de la Justicia tendría la habilidad de conocer el pasado de quien esté enfrente de él con la ayuda de su herramienta, una pluma que le permitía pesar los corazones. Una vez obtenida toda la información, la pluma crearía la retribución perfecta para la persona, ya sea el castigo acorde al crimen o el premio merecido ante las buenas obras sinceras. Debo reconocer que eso me aterró. Podría ser una leyenda, pero mi escepticismo se quedaba sin argumentos con tan solo estar dentro del templo frente a ese féretro.

 

La voz de una niña me sacó de mi abstracción. Me saludó con cordialidad y me agradeció por despertarla. Aparentemente, cuando manipulé el dispositivo que activó el mecanismo de la balanza y el ataúd, desperté a esta habitante del templo. Se identificó como Luna, sacerdotisa encargada de liberar al Avatar de la Justicia para juzgar a la humanidad. La sacerdotisa tenía la apariencia de una niña rubia y ojos claros. Estaba vestida con una túnica color rosa que le quedaba demasiado grande. Su cabello estaba suelto y sus bucles llegaba a los hombros.

 

Ella estaba de pie en el umbral de un pasadizo continuo cuando se presentó. Con tan solo verla, la pequeña me recordó la creencia popular de que no hay nada más inocente y cruel que la honestidad de un niño. Se acercó al ataúd caminando lentamente. Su túnica se arrastró por el piso. Puso una mano sobre el cristal. La emanación de los gases se detuvo. Unos engranes en el piso movieron la plataforma donde el cajón descansaba. El ataúd cambió su posición de horizontal a vertical. Pude ver mejor al hombre que se encontraba ahí dentro. Tenía un rostro inteligente.  La niña cerró sus ojos, a modo de concentración y pude ser testigo cómo el ataúd se abría. El aire a su alrededor comenzó a soplar con tal fuerza que se hizo visible. El fuerte viento comenzó a cubrir el cuerpo desnudo del hombre. Los pequeños huracanes que rodeaban las extremidades comenzaron a materializar ropa, por increíble que parezca.

 

Los pies se cubrieron con botas blancas hasta las rodillas. Las piernas se cubrieron con pantalones negros hasta llegar a la zona pélvica, la cual fue cubierta en blanco.  Su pecho se vistió con una especie de camiseta blanca mientras que las mangas llegaron hasta los codos en algún material parecido al cuero negro.  En su oreja izquierda lucía un pendiente plateado representando el ala de un ángel mientras que en su otra oreja pude apreciar un pendiente dorado con la forma del ala de un demonio.  Su muñeca izquierda se cubrió con lo que parecía un sujetador de armas, pero en lugar de tener una pistola, una pluma blanca era sujetada. Las uñas de su mano derecha parecían vestir garras metálicas. Adornos dorados destacaban por todo el vestuario.

 

La sacerdotisa Luna me explicó que estuvo durmiendo por miles de años. Ella sospechaba que el dispositivo sufrió algún desperfecto, motivo por el cual no despertó antes. Me dijo que en agradecimiento me dejaría ir sin ser evaluado. Una vez que ella despierte al Avatar de la justicia no podría evitar que él cumpla su objetivo: juzgar y castigar o premiar a los seres humanos. La pequeña me pidió que abandonara el templo a menos que desee ser juzgado de la manera más transparente. Debo reconocer que volví a sentir terror. No puedo ser tan arrogante para pensar que todas mis acciones hayan sido virtuosas. Aún me da una curiosidad morbosa saber el veredicto que aquel hombre tendría para mí, pero no tuve (ni creo tener en el futuro) el valor necesario para arriesgarme. Antes de retirarme, pude ver como Luna se acercaba al hombre. Parecía ser una hija que saludaba a su padre. Había cierta ternura tétrica en esa visión. Marcaré la fecha en mis crónicas. El 6 de octubre nació el representante de la Justicia.

 


Muchas creencias concuerdan que el fin del mundo empezaría con el gran juicio. Tal vez pasen años, pero me dio la impresión de que Luna liberaría al Avatar muy pronto. Y todos seremos merecedores de lo que venga. Ese es el verdadero motivo por el cual no puedo divulgar la ubicación exacta del Templo de Libra.  En lo que dura esa tranquilidad antes de la tormenta me pregunto, mientras escribo estas líneas, si existirán templos dedicados a los otros signos zodiacales con sus respectivos Avatares. No puedo resistir la curiosidad así que investigaré de inmediato. 

 

 edit: La imagen del avatar de Libra fue realizada a mi solicitud por Limiko Carriedo.

sábado, 2 de julio de 2022

Cuarentón con Orgullo

 

 ¡Toda una travesía! Mis “colegas” de la cosecha del 82 (un buen año para los seres humanos, aunque hayamos consumido leche Enci) podrían amenazar con borrarme por poner en evidencia nuestra 4ta década, pero las cosas son como son. No estamos viejos, solo que la sociedad quiere que pensemos que lo estamos.

 

Durante mis (ricos) cuarenta años he tenido que luchar en contra de un enemigo de ligas mayores: YO. No ha sido fácil aceptarse: excéntrico, con mentalidad distinta, escritor sarcástico que no llega a cruzar (del todo) la línea de la crueldad, víctima voluntaria de la discalculia, un hombre adulto con la creatividad de un niño algo neurótico y psicótico y muchas otras “etiquetas” que me han colocado los que temen usar términos distintos.

 

Me considero espiritual, un hijo de la luna cuidado por las estrellas de Cáncer y por el perro oriental, nacido bajo la influencia elemental del agua: todo un festín de los psicólogos que desean, sin éxito, clasificarme.

 

Me considero astuto, valiente, leal e inteligente, algo depresivo y autodestructivo, pero empático, sobre todo. Me temen y me aman.

 

La luna que me vio nacer refleja la luz en distintas tonalidades violetas. Me han dicho que estoy loco, pero el término real es lunático (suena de fondo la canción Hijo de la Luna). Sin embargo, creo que no solo eso me identifica. He utilizado todas las experiencias que viví para amarme (no ha sido fácil).

 

Cuarenta y con orgullo. Tres libros me respaldan: Arco Iris en Negro, Lágrimas de Arlequín y Cuentos Oscuros para Días Luminosos (sin contar las antologías). En mis recuerdos están amigos y enemigos, personas que ya no están a mi lado, pero que me enseñaron y aprendieron algo de mí. Todo se ha confabulado en este 2022 para que yo siga creciendo, luchando y aceptando.

 

Mientras tomo mi vino tinto, los cuarenta, creo, que me quedan muy bien. No estoy obsoleto, estoy creando así que no jodan con mi edad o mi gordura o calvicie (estoy seguro que podría obtener algo que te haga sentir peor de lo que quieres hacerme sentir, así que no te arriesgues a perder ante el rey del sarcasmo, querido (a) lector(a)).

 

¡Feliz día a mí! Soy cuarentón con orgullo.

 

COLORES

 


El paisaje de Huaraz era propicio para una caminata alejada de la civilización. Zelena siempre estaba dispuesta a conocer nuevos rincones de su ciudad y mejor aún si podía recorrer los senderos sola. Había empezado temprano en la mañana, a eso de las 6:00 am. Caminó unos cuantos kilómetros equipada solo con su cámara digital, su mochila y una botella de agua. Le llamaba la atención lo accidentado del relieve más cercano a la cordillera blanca. El aroma del eucalipto en el ambiente la relajaba, pero eso no se comparaba, según ella pensaba, a la mezcla de colores que el ambiente le mostraba: verdes intensos; rojos candentes; azules refrescantes; violetas espirituales; amarillos y anaranjados cálidos.

 

Con ganas de descansar un rato y explorar más su entorno, ingresó a una caverna, oculta sutilmente y de manera natural en el muro de un acantilado de la Cordillera Blanca. La cueva parecía tener iluminación propia. Un tenue brillo plateado la invitaba a adentrarse. Encontró una cámara geológica de gran tamaño, casi del tamaño de la Catedral de Huaraz. Parecía, por los ornamentos y signos en las paredes, un antiguo templo a la diosa andina de la Luna, Mama Quilla, su deidad favorita. Había una mesa de piedra que podría haber funcionado como altar. En el muro estaba tallada la imagen de la diosa: una mujer de cabellos largos y gran belleza. El tallado había sobrevivido, de alguna forma, el paso de los años. La mujer tenía los ojos cerrados y una corriente de agua plateada caía por cada ojo. Zelena recordó que, según la mitología, las lágrimas de Mama Quilla eran plata pura.

 

Las “lágrimas de plata” llenaban un lago subterráneo. El brillo del agua era lo que le daba esa iluminación plateada a la caverna / templo. Sobre el altar reposaba, a modo de protagonista, un pincel hecho de madera con cerdas muy finas. Zelena estaba fascinada por el pincel. Era como si la llamara. Sin darse cuenta si quiera, Zelena sucumbió al trance seductor y se fue acercando al pincel. No notó un incremento en el caudal del agua. Tomó el misterioso artefacto y sintió algo que no podría explicar. Un halo multicolor rodeó el pincel por unos segundos y luego desapareció. Zelena se quedó sin fuerzas y cayó rendida.

 

La joven mujer despertó desorientada. Habían pasado un par de horas, según su reloj de pulsera. Se sentía débil. Decidió que lo mejor sería regresar a la casa de su tía para descansar e investigar lo que había ocurrido. Aún tenía el pincel en su mano. La tentación era demasiado grande como para dejar tremendo descubrimiento a la intemperie. Guardó la reliquia en su mochila y se puso de pie para empezar el viaje de retorno, le esperaban un camino largo y al menos una hora de caminata. Llegó a la entrada de la cueva y quedó paralizada al ver el paisaje que la esperaba. Todo parecía frío y sin vida. Todo el color había desaparecido: los pastos, las rocas, las plantas e incluso el Sol y el cielo eran ahora blanco y negro o, mejor dicho, gris. Zelena se sintió en una película antigua que había visto cuando empezó su carrera de diseño gráfico.

 

No podía creer lo que veía, y, sin embargo, no existía duda alguna. El color se había desvanecido de todo menos lo que ella llevaba puesto. Se miró las manos y su ropa. Sus shorts de jeans seguían mostrando su color azul gastado; sus zapatos de trekking seguían siendo marrones como la tierra y su camiseta verde seguía contrastando con su cabello obscuro.

 

—Necesitas arreglar esto, hija mía. — una voz femenina le habló en quechua fluido detrás de ella. Zelena conocía la lengua, pero nunca la había sentido tan propia, tan natural en sus oídos.

 

Zelena se dio vuelta lentamente y se encontró con una mujer muy bella de cabellos largos y negros. Sobre su cabeza un elegante tocado hecho de oro. Vestía una túnica y una capa, ambas de color azul obscuro, como el cielo nocturno. Estaba descalza y sus brazos se decoraban con joyas de oro. Su piel trigueña resaltaba más al ser mojada con sus lágrimas, que parecían plata líquida.

 

—¿Quién eres? —Zelena ya sabía respuesta ni bien lanzó la pregunta. La mujer era idéntica al grabado en roca que había encontrado dentro de la cueva.

 

—Hija mía, soy Quilla, la Luna misma. Necesitas apresurarte. Cuando tomaste ese pincel dedicado a mi culto, le quistaste el color a todo lo que nos rodea. Bueno, a todo menos a mí y a ti. Aún tienes el pincel. Por eso no fuiste afectada. Si no recuperas el color, toda la creación perderá su esencia… creo que tú le llamas espíritu. Debes buscar el origen de los 7 colores del Kurmi [1] antes que sea demasiado tarde. No será fácil. Podré ayudarte muy poco. El color es el alma de la Pachamama y sin su alma, nadie podrá proteger a los seres vivos del vacío que vendrá.

 

—¿Cómo podré hacer eso? —Zelena preguntó con miedo. La diosa de la Luna parecía muy maternal y no la juzgaba, pero la joven sabía que todo esto fue por culpa de su propia curiosidad. —Si devuelvo el pincel, ¿se arreglará todo?

 

— Hija mía, eso no bastará. Como dije, debes recuperar los colores tú misma. Cada color que recuperes debe manchar la punta del pincel y luego de haber completado esta ardua tarea, podrás devolver el pincel a mi templo para que yo siga cuidándolo. —Mama Quilla respondió con tono maternal. —Son 7 colores los que deberás recuperar. Algunos serán más fáciles que otros por la relación entre ellos, pero la mayoría de ellos deberás buscarlos de maneras no convencionales. Quizás pueda ayudarte con alguno de ellos. Saca el pincel y tenlo en tu mano izquierda. Cierra los ojos.

 

Zelena hizo como se le pidió. No entendía cómo podía encontrar un color estando ahí parada, pero no podía contradecir a una diosa.

 

—Te daré algo de beber. Trata de fluir con lo que sientas. Si pasas esta prueba, puede que recuperes alguno de los colores. No puedo asegurar que funcione porque depende del corazón de cada ser, pero vale la pena intentar. —Mama Quilla dijo mientras ponía en la mano derecha de Zelena un tazón con un líquido.  —No puedes abrir los ojos hasta que pases la prueba porque eso invalidaría la prueba de sensibilidad a la cual debo someterte.

 

La joven llevó la bebida a sus labios y la saboreó. Su mente y corazón viajaron al pasado. Ese sabor único era de su plato favorito, pero hecho con la receta de su madre. Un mar de emociones y memorias la invadieron. El amor, la protección y la compañía materna se hicieron tangibles en su boca. Sintió, inevitablemente, una lágrima nostálgica atravesar su mejilla izquierda. En su corazón ella se sentía una niña de 8 años otra vez.

 

—Hija mía, ¡parece que funciona!  Abre tus ojos y mira. —Mama Quilla dijo emocionada.

 

Cuando Zelena abrió sus ojos, el ambiente a su alrededor seguía siendo blanco y negro, pero su vista periférica notó un cambio en las cerdas del pincel. Su lágrima había humedecido la punta del pincel y podía distinguir 2 colores en ella. El color violeta y el color azul se manifestaron separados por cerdas sin color, en la reliquia artística.

 

—Funcionó mejor de lo que pensé. Parece que tus sentimientos fueron bastante fuertes. Has obtenido dos colores. ¿Qué fue lo que sentiste, Zelena? —la antigua diosa observó.

 

—Sentí nostalgia por mi madre y sentí todo su amor en mi espíritu. No pensé que extrañara tanto el detalle de mi comida favorita. Creo que cuando crecí lo di por sentado. Gracias por recordarme lo importante de esto en mi vida. —Zelena respondió.

 

—Hija mía, es un gran avance, pero no hay tiempo que perder. Ve, empieza tu camino. El pincel te guiará ya que también desea de vuelta sus colores. Yo debo regresar a mi templo y orar para detener los efectos. Debo concentrar mis fuerzas en proteger por más tiempo el balance de la vida ya que solo tenemos hasta la Luna llena de hoy. ¡Apresúrate! —Diciendo esto la deidad de la Luna desapareció. Zelena debía empezar su misión sin espacio a la duda.

 

Usando el pincel a modo de brújula comenzó su camino hacia el norte. Si los recuerdos de sus clases de teoría del color eran correctos, el arco iris estaba compuesto por los colores rojo, naranja, amarillo, verde, azul, índigo y violeta. Tenía que encontrar a como dé lugar los 5 colores restantes.

 

Su caminata fue silenciosa, pero no porque no se haya encontrado a nadie. Encontró un par de zorros, pero en vez de tener su coloración de fuego, sus pieles eran grises. Parecía ser una consecuencia adicional que los sonidos de la naturaleza también hayan desaparecido. Vio algunas aves en el cielo, pero al igual que los zorros, parecían tristes, sin energía y sin emitir las melodías que sus especies acostumbraban, a pesar de ver como sus bocas y picos se movían. El silencio ensordecedor la hizo sentir nuevamente que estaba en una película antigua: blanco y negro y muda.

 

Hacía mucho calor. Decidió sentarse un rato y beber agua. No podía creer que en verdad conoció a Mama Quilla. Era cierto que todo el problema empezó por culpa de su curiosidad, pero no podía dejar de pensar que los dioses no eran seres vengativos o destructivos como se les hacía ver en las clases de historia. La magia de los dioses es real, todo menos ella y la diosa perdieron su color. Ese último pensamiento la hizo caer en cuenta de algo esperanzador. Si la diosa Lunar no fue afectada, es lógico pensar que el Sol tampoco sea afectado. Es cierto que la esfera de fuego en el firmamento no tenía color, pero es porque solo se trata de una manifestación física del dios Inti, casado con su hermana mayor, Mama Quilla, la diosa de la Luna, con quien compartía una igualdad de rango en la corte celestial, por lo que tampoco debería haber sido afectado por el pincel.

 

Su mente aceptó lo que debió aceptar hace tantas horas. El pincel la había guiado por el camino hasta la ubicación en la que el Sol se sintiera más fuerte al medio día. Desde el Sol se acercaba una gota de luz dorada, lo único colorido en todo el paisaje.

 

La luz amarilla se posicionó sobre el pincel, calentándolo súbitamente. No es que se tratase de un calor insoportable, pero el aumento de temperatura en su mano la sorprendió y Zelena dejó caer la reliquia. Las cerdas ahora mostraban 3 colores: amarillo, azul y violeta. El pincel cayó en la sombra de una roca. Zelena se agachó para recogerlo y pudo notar un nuevo color. Entre el violeta y el azul, el color índigo, también conocido como añil o noche, aparecía. La sombra no puede existir sin la luz. Con esperanzas renovadas, tomó el pincel y se concentró fuertemente para que el artefacto la guiará más en su camino.

 

Esta vez, tomó un camino hacia el este. Unos cuantos kilómetros caminados y Zelena se encontró con algunas plantas con púas afiladas. El terreno era muy escarpado. El pincel le indicaba que bajara, pero era muy arriesgado. Debería buscar un mejor camino para llegar a la zona indicada. Cuando se disponía a dar la vuelta, perdió el equilibrio y rodó. El terreno era tan empinado que no pudo hacer nada para detenerse. La arena, las piedras y las plantas con espinas lastimaron su piel, abriendo heridas. Nunca soltó el pincel a pesar del dolor que su cuerpo estaba experimentando. El impulso de la caída fue reduciendo hasta detenerse por completo cuando llegó a una parte plana.

 

Adolorida, se puso de pie con dificultad. Tenía raspones en las piernas y manos. Parecían leves. Sin embargo, sí tenía una herida profunda en el brazo izquierdo. La sangre corría en un chorro contante, empapando el pincel con gotas escarlata. En la base de las cerdas, el color rojo brillaba con fuerza. Era el segundo color que encontraba por accidente.

 

Tal vez haya sido el estrés de la caída, la falta de alimentos, la sensación de abandono por parte de los dioses o la mezcla de todas las anteriores la causa de sus lágrimas de impotencia. Solo era humana. Es cierto que tenía que hacerse cargo del desastre causado, pero ¿por qué no la apoyaron los dioses con todo su poder, evitando que ahora su cuerpo tenga cicatrices? ¿Acaso los dioses solo son meros espectadores que no se involucran en la vida de los mortales cuando las cosas salen mal? Las lágrimas marcaban surcos en sus mejillas manchadas con arena, sudor y sangre. Zelena sentía frustración, pero necesitaba llorar. Era momento de pensar, aunque sea temporalmente, en ella. Necesitaba ser egoísta por unos segundos. Su propia personalidad no le permitiría dejar a medias algo tan importante, pero el momento catártico era algo que necesitaba para sí.

 

Sin previo aviso, su pecho emitió una luz anaranjada que se posicionó entre los colores rojo y amarillo, ubicados en las cerdas del pincel. Esto la calmó finalmente. ¿Será posible que el egoísmo natural de los seres vivos tenga un color? Zelena nunca se había puesto a pensar en eso, pero tenía sentido según lo que había vivido ese día: el amor por su madre manifestó el color violeta; el azul simbolizó su nostalgia; el amarillo su humildad al reconocer la divinidad de un ser superior; el añil la tranquilidad que se siente de noche al dormir, por eso el simbolismo de la sombra; el rojo de su sangre definitivamente representó la vida y la pasión por vivir y el anaranjado, su egoísmo. No necesariamente todas las emociones deben ser positivas. Definitivamente esa lección le serviría para más adelante, pero pensó que ya no debería perder el tiempo. El Sol se estaba poniendo y todavía faltaba su color favorito: el verde. El tiempo se estaba agotando.

 

El pincel mostraba 6 colores en sus cerdas. Había un espacio gris, entre el amarillo y el azul. Zelena oró mentalmente para que el tiempo se detuviese y ella pudiera llegar a tiempo a la ubicación de la esencia del verde. El pincel comenzó a brillar con cada color por turnos. El ciclo de brillo era rotativo y cada vez era más rápido. La magia de la reliquia artística se sentía con fuerza. Una luz blanca rodeó a Selena, cegándola. Cuando recupero la visión, notó que estaba nuevamente en el templo de Quilla. Había sido teletransportada.

 

—Hija mía, lo lograste. Y justo a tiempo. —Mama Quilla la recibió en su templo con mirada cariñosa.

 

—Pero si he fallado. La Luna está a punto de salir y aún me falta el color verde. No lo he encontrado. —Zelena respondió. Sus ojos humedeciéndose.

 

—Hijita, aún no lo entiendes. Has tenido éxito. No es coincidencia que te llames Zelena. Ese nombre viene de uno de mis nombres, lejos del mar. Creo que tú la conoces como Selene, pero también significa verde en algunos idiomas antiguos. Como diosa tengo varios nombres y he estado en el culto de varias personas, no solo aquí. Me has demostrado tu capacidad para la esperanza y para el amor desinteresado. El verde vive en ti. Debes reconocerlo. Hiciste hasta lo imposible por recuperar el color del mundo y salvarlo. —Mientras Mama Quilla hablaba, una luz verde emanaba del pecho de Zelena, completando así los 7 colores del Kurmi.

 

—Hija querida, no debes dudar de tu capacidad de darle color a la vida. Sé que con el pasar de los años, has sentido que la monotonía te invadía como ese gris invadió el mundo. Creo que necesitabas esto para despertar la pasión y la inspiración. —Mama Quilla tomó el pincel de las manos de Zelena y lo llevó hacia el altar. El pincel, flotando a unos centímetros del altar, emitió una onda expansiva que parecía un halo de los 7 colores. Si bien estaban dentro de una caverna, se pudo sentir el sonido de la vida afuera: aves, el sonido del agua en el lago que se encontraba cerca al altar, y otras muestras de actividad nocturna. Las pocas plantas en el templo recuperaron su coloración verdosa.

 

—Muchas gracias, querida hija. Permíteme sanar tus heridas y llevarte al descanso que mereces. — La diosa de la Luna arrojó su aliento sobre Zelena. Sus heridas se cerraban y la sangre se limpiaba. Una vez curada, Zelena sintió sus energías renovadas. Mama Quilla la abrazó y besó su frente antes de cubrirla con su manto. Lo siguiente que Zelena vio fue el cuarto en el que dormía en la casa de su tía. Invadida por la somnolencia tranquila, Zelena durmió sin soñar. La Luna llena se filtraba por la ventana.

 

La mañana siguiente la joven mujer fue despertada por su tía saludándola por su cumpleaños. No sabía el cómo, pero podía distinguir que le habló en castellano. Algo había hecho la diosa Lunar para que pudiera sentir el día anterior el quechua como idioma natal. Definitivamente cumplir años ese día sería especial. No podría olvidar lo aprendido ni la conexión divina, aunque no pensaba contarle a nadie que compartía un secreto con la Luna. Miró por la ventana, vio los matices de colores que el paisaje le regalaba y respiró profundamente mientras sonreía. Nunca había visto tan bella la combinación de colores como en ese momento. ¡Sería un gran día!

 

 

 


 



[1] Arco Iris en quechua.

Licantropía

 


 

La niña de la capa roja está condenada. Todas las noches de luna llena, un dolor invade su cuerpo y ansias de carne y sangre corrompen su inocencia. Su piel lampiña se llena de un pelaje rojizo y las preguntas que una vez hizo, aplican a ella:  ojos gigantes, gran nariz, dientes enormes y una alergia a la plata pura. La niña está condenada a cazar para sobrevivir y ser cazada por su abuela. Su licantropía es fruto de una maldición arrojada por el sufrimiento de un inocente mal juzgado a lo largo de las eras.

 

La niña está condenada a ser perseguida y temida, pero ella es responsable por el daño que le causó al canino que intentó ayudarla en el bosque.

 

Se escuchan los aullidos en el bosque. ¿Qué camino tomar? ¿El de la aguja p el de la flor? La anciana cazadora, desconociendo el mal que aqueja a su nieta, está armada con plata pulida y no parará hasta que la niña esté fuera de peligro a causa del demonio con forma de lobo.

 

sábado, 14 de agosto de 2021

Me he transformado

 Mi espíritu se desnudó quedando indefenso,

pero fue necesaria la vulnerabilidad para cambiar.

La metamorfosis fue dolorosa: las estrellas, los planetas y la luna me compartieron su esencia. Luz y oscuridad mezcladas me causaron angustia y sanación.

No es fácil mejorar.

 

Los cuatro elementos se unieron:

El poder del fuego destruyó todo, dejando cenizas.

La maternal tierra me dio vida nueva.

El libre aire llenó mis pulmones de aliento renovado.

La frescura del agua recorría mis venas.

 

Sentí la oración que otros elevaron por mí. Sentí sus fuerzas que vestían mi alma con armadura protectora.

Me he transformado: mis pecados y los mandamientos se fusionaban y formaron una crisálida que me cubriría como a una oruga.

 

Mis lágrimas limpiaron mi mente del veneno que otros y yo depositamos en mi interior.

Mucha suciedad había. Mi corazón ya parecía un estorbo.

La fe causó la evolución. Me he transformado.

 

La pena fue el abono para la empatía.

La ignorancia dio paso a la inteligencia.

El amor cauteriza las heridas que él mismo causó.

 

El pasado y el futuro copularán para dar a luz a un presente que quiera recorrer.

Vuelan las mariposas bajo la luna, anunciando muerte y nacimiento.

Vienen las emociones que llenarán el día con plumas de ángeles negros y demonios puros.

 

Las canciones suenan en el silencio.

Me he transformado…