sábado, 26 de julio de 2014

¿Gallinas o Avestruces?



Hace un tiempo alguien me propuso este escenario: “debes ser como la gallina cuando pone huevos y no como la avestruz. La gallina hace una ruidosa publicidad a su labor mientras que la avestruz no se queja a pesar de poner un huevo de gran tamaño”, y me motivó a pensar que en el mundo profesional es una triste realidad (bastante necesaria para surgir) pero en el mundo espiritual eso no es cierto. Entonces, ¿qué actitud tomar?

Para poder decidirlo, debemos comprender que "La humildad es la base y fundamento de todas las virtudes, y que sin ella no hay alguna que lo sea."- como lo menciona Miguel de Cervantes  en el famoso Diálogo de los Perros. Miguel de Cervantes lo menciona con pocas palabras, pero siento que aún quedan nudos por desatar. 

La humildad se caracteriza por la moderación en nuestro concepto. Ser humilde no significa hacer algo y que otro se lleve el crédito, ni enterrar nuestros talentos como lo menciona la parábola del mismo nombre. Ser humilde significa conocer nuestras habilidades y nuestras limitaciones, así como virtudes y defectos, sin vanagloriarnos de ellos. 

Ya que ser humilde significa conocerse a fondo, eso implica que debemos ser capaces de reconocer que alguien es más idóneo que nosotros para realizar una labor. Por ejemplo, podemos tener el talento para hablar en público o exponer, sin embargo, algunas situaciones necesitarán que demos un paso al costado y podamos recurrir a alguien diferente. La falsa modestia es confundida por muchos como humildad. Al igual que la soberbia (o como la conocían los griegos Hibris, que no es otra cosa que sentir que nadie es mejor que uno y que no necesitamos de nadie) es un extremo, la falsa modestia nos aleja de la vida humilde. Nada sirve negar nuestras virtudes para parecer menos “orgullosos”. Por eso dicen que la humildad es la más difícil virtud de mantener, pues al nosotros llamarnos “humildes” estamos dejando de serlo, es decir, utilizamos la falsa modestia para que otros nos enaltezcan.

Es cierto, como seres humanos buscamos inconscientemente que  valoren nuestros esfuerzos así como nuestro trabajo duro, pero ser humilde, espiritualmente hablando, nos lleva a no publicar qué hicimos y qué no. Eso no desmerece que podamos reconocer nuestra capacidad. 

Por otro lado, ser humilde también significa buscar ayuda cuando la necesitamos. “Reconocer que necesitas de alguien para algo te hace más fuerte”, en especial cuando existe un bien mayor que solo nuestro orgullo. Por ejemplo, cuando reconocemos que alguna habilidad del prójimo puede servir más al objetivo.

Los humanos tenemos la capacidad de continuar el proceso de aprendizaje, absorbiendo conocimientos y experiencias diariamente. Cuando lo hacemos de manera inconsciente nosotros lo aceptamos de buena gana. Lo que nos cuesta admitir, es que necesitamos aprender algo y que otros puedan enseñarnos algo. ¿Nuestra falta? Es una ceguera auto inducida a no reconocer nuestras propias limitaciones al decirnos “yo ya no tengo nada que aprender” (nuevamente el término hibris). 

Para ser humildes debemos aprovechar las virtudes y talentos que tenemos sin olvidar que posiblemente existan personas que lo hagan mejor que nosotros. Así mismo no debemos permitir el auto-sabotaje con la falsa modestia o el no querer admitir que eres bueno en algo. 

Pero regresando al tema principal: ¿gallinas o avestruces? Cada quien lo deberá decidir. Personalmente considero que en cuestión profesional, hay que hacernos notar lo más que puedas pues es la carta de presentación (vende el “producto” real, no lo infles ni inventes atributos al “producto”). Humanamente, tenemos la obligación de buscar el equilibrio y de trabajar constantemente por mantener ese equilibrio. Alardear de algo nos ciega a la realidad: no somos perfectos. El día que aprendamos esto, empezaremos a comprender la humildad y a entender que no significa ser sumiso.



bye.

Dissclaimer: La imagen no me pertenece. La encontré en  la página: http://www.danielangerer.com/whats-new/page/4/

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