Patricia Malone Raygada, tu palabra me sirvió para crear un backstory a un personaje que cree. Gracias!! Se escribió el 30 de mayo de 2014.
LOCURA
Los especialistas no pudieron explicar las causas de su locura. No se
encontraba coherencia con lo que decía. Las frases que repetía parecían
no tener relación alguna entre sí. Según las grabaciones encontradas en
la oficina del director de la institución mental, todas las declaraciones parecían contener la frase: “y no podía dejar de ver esos ojos verdes”.
El nuevo interno había llegado la noche anterior. Se hizo una
investigación sobre los antecedentes, teniendo en cuenta la información
en los documentos que traía consigo y no se demostró causa plausible a
tremenda locura. Las enfermeras no habían visto un caso así en todas sus
carreras: espuma salía por su boca; la mirada era vacía y los ojos se
movían de un lado a otro; el interno llegó traído a la fuerza por la
policía, lanzando carcajadas mientras se resistía al ingreso. Parecía
que su mente se hubiese desconectado.
***
Seraph Angelove
no había querido hacer eso. Otra vez ocurrió lo que él tanto temía.
Tenía 17 años y aún recordaba cómo ocurrió la primera vez. No pudo
evitarlo, aquel hombre lo había irritado demasiado y Seraph hizo lo que
se esperaba en esa situación: perder el control en una ira ciega.
El hombre había pasado gran parte del tiempo (escasos quince minutos)
hostigando a Seraph por cualquier motivo: sus cabellos rojos en un
estilo afro, sus ojos verdes (que parecían lanzar destellos de
electricidad), su delgadez, su voz de niña e incluso su ropa multicolor
(podría tratarse de un caleidoscopio para ser justos).
Seraph
estaba en un Starbucks, comprando un café cuando aquel hombre se dispuso
a estar en el peor lugar durante la peor circunstancia. Seraph nunca
había sido muy paciente. Se podría decir que su ropa extravagante, su
peinado o sus ojos saltones eran muestra de que miles de cosas pasaban a
la vez por su mente.
Los insultos siguieron en susurros. Aquel
hombre era astuto. No permitiría que los dependientes que cobraban y
entregaban el café se dieran cuenta de su actitud. Después de todo, solo
buscaba divertirse un rato y a pesar de la extraña apariencia, Seraph
parecía un adolescente delicado e inofensivo.
Seraph dejó su café en
el mostrador y volteó a mirar al hombre. La sonrisa que su rostro era
tan abierta que parecía demencial. El hombre dudó por unos cuantos
latidos de corazón, pero lanzó su estocada mayor al decirle a Seraph que
era una mariquita. Los ojos de Seraph se abrieron, amplificando la
sensación de que en cualquier momento saltarían fuera de su cráneo. Su
sonrisa se volvió más perturbadora, bordeando en un placer psicótico.
Todo fue tan rápido. El hombre no podía dejar de mirar esos ojos verdes.
En su cabeza veía como sus pensamientos se derretían y se mezclaban con
sus miedos y con todas las pesadillas que alguna vez haya tenido. Lo
único coherente que quedó en su cerebro fue la imagen de esos ojos
verdes, hipnóticos y enloquecedores.
Seraph, volteó y recogió
su café. Agradeciendo al cajero sus atenciones, salió del local. A unos
cuantos pasos, pudo oír cómo aquel hombre comenzó a reír sin control.
Por la ventana vio con una expresión curiosa, como se trepaba en las
mesas y cómo los empleados intentaban de todo para que no lastimara a
los otros clientes, quienes mostraban un terror indescriptible en sus
rostros.
-“Buenas noches, idiota. Disfruta tu café.”-Seraph le
dio un sorbo a su cappuccino y se alejó del lugar como si nada hubiese
pasado, mientras se ponía los audífonos y encendía su reproductor de
música.
***
Los testimonios de los trabajadores de la
popular cafetería no ayudaban a aclarar los hechos. Aparentemente el
hombre estuvo conversando con un joven, pero hablaba tan bajo que nadie
pudo escuchar lo que decía. Según el cajero de turno, el chico solo
volteó a sonreírle al hombre, como si una broma se hubiese dicho. Unos
segundos después se despidió y abandonó el local. No habría motivo para
saber qué hubiese pasado para que este hombre tuviera tal crisis
psicótica.
La doctora a cargo no tuvo otra opción que sedar al
hombre. Lo único raro era que las descripciones de los testigos
coincidían en algo: el joven tenía unos ojos de color verde intenso,
como si estuvieran recargados de alguna energía ilimitada, pero se asume
que esa energía es normal en cualquier adolescente.
***
-“Otra vez pasó. La primera vez fue con mis padres, hace ya tantos años.
De esa noche no recuerdo nada excepto que mi mamá perdió la razón y mi
papá comenzó a comportarse como un chimpancé. Igual que esa vez, pude
ver la mente de ese idiota y llegar a su centro. No sé cómo, pero pude
desactivar su cerebro. No es que pensara mucho que digamos, pero pude
verme en su mente bajando una palanca.”- Seraph se encontraba sentado en
una banca de un parque de Santiago de Surco hablando para sí. Su
cappuccino estaba a la mitad.
Para él no era secreto lo que
había pasado. El tenía la habilidad de enloquecer a los demás con tan
solo mirar a los ojos. Así fue como pudo evitar que lo mandaran a un
orfanato cuando sus padres fueron internados en el Larco Herrera por los
responsables del Bienestar Social del Menor. Era esa habilidad que le
permitía obtener lo que quisiera: comida, ropa, hospedaje y otras cosas.
Desde muy pequeño lo había entendido y siempre había utilizado su
habilidad en dosis pequeñas, creando pequeñas ilusiones en las mentes
más débiles. Pero esta noche había perdido todo control. Él sabía que
cuando “esa palanca” se bajaba ni él podía subirla de nuevo, por lo
menos no en su actual edad.
Algo en él le decía que tenía que
ubicar a tres personas más, personas como él y a la vez distintas, pero
mientras tanto, para no perder el control otra vez sobre su poder de
locura, debería encerrarse a sí mismo. Claro que sería una precaución
mínima, pues con sus habilidades podría salir en cualquier momento.
Mientras esperaba a esas 3 personas, sería interesante ver qué pasaba
si él se ingresaba en alguna casa de locos. Poniéndose de pie, comenzó
su caminata hacia la clínica mental en la que estaban sus padres.
Fingiría una locura tan creíble que deberían internarlo. Pasó por un
poste que tenía un afiche con la imagen de una gitana. Intrigado,
arrancó el afiche y lo guardó. La persona en ese afiche le parecía
conocida. –“MMMM, Celeste…algo me dice que nos conoceremos pronto.”
Mientras una nube cubría la luna y la música continuaba sonando en los
audífonos de Seraph, él se alejó del parque, rumbo Magdalena del Mar.
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