martes, 20 de diciembre de 2016

LUNÁTICOS






La Luna se veía enorme en el cielo.
Su reflejo en el océano, parecía luz derretida
tranquila en un mar sereno.

Las máscaras venecianas cubrían mis ojos y los tuyos…
ambos influenciados por la Luna llena nos dejamos llevar;
lunáticos y embriagados de pasión,
nuestros instintos despreciaban el autocontrol y el pudor.

Estábamos solos bajo la mirada de las estrellas
cuando las vestimentas se volvieron incómodas.
Nos fusionamos en un solo ser:
tus inicios y mis finales se entremezclaron.

Nuestro propio ritmo, envidia del oleaje que golpeaba fuera
se aceleraba y nuestras respiraciones se convertían en jadeos.
Intenté alimentarme de tu cuello
mientras tus uñas se enterraban alternativamente en mis nalgas y espalda.

La Luna nos espiaba envidiosa.
Hace mucho tiempo no había participado en un eclipse con el Rey
Nuestros cuerpos desnudos reflejaban su luz sanadora.
Lunático yo me enterraba más en ti.
Lunática me jalabas con fuerza hacia ti.

La explosión galáctica no se hizo esperar mucho…
Ambos derramamos nuestro sudor
mientras veíamos estrellas que no estaban en el cielo.
Intentamos recuperar el aliento a la luz de la Luna…


BYE

miércoles, 9 de noviembre de 2016

Amor Verdadero




La mayoría de nosotros ha crecido escuchando historias en las que todo “mágicamente” se arregla con el beso de amor verdadero. Estos cuentos de hadas pueden pecar un poco al apresurar esas afirmaciones, pues casi todas las manifestaciones en dichos relatos sobre estiman la capacidad de “amar a primera vista”. Sin embargo, hay varios puntos que tienen bastante lógica en medio de la ficción.

                El primer punto que me hace pensar es que por más que se le dé un valor desmedido a la primera reunión romántica de los protagonistas, el amor verdadero es algo difícil de encontrar. No en vano los villanos mismos subestiman esa precaución cuando se enteran de los posibles antídotos, aludiendo que es algo inexistente. Con respecto a la existencia o inexistencia es seguro asumir que si bien muchos han escuchado sobre el amor verdadero, muy pocos lo han experimentado, en cualquiera de sus presentaciones, lo cual explica la actitud despreocupada y tratamiento de mito que los autores del posible crimen le muestran.

                En segundo lugar, contrariamente a lo que muchos piensan, el beso no es la única representación de amor verdadero que la literatura nos muestra. Es cierto,  es la más común pero no la única. Existen cuentos en los que el amor verdadero no es el clásico romántico. Los actos de amor van desde un beso, una lágrima, un sacrificio y puede ser filial, amical, romántico o incluso lealtad.

                Literatura moderna y clásica concuerdan en darle la cualidad de invencibilidad al amor verdadero, pero también le otorgan un carácter mítico pues no es tan fácil encontrar. Sin embargo, algo interesante sobre el amor es su capacidad evolutiva y mutable. Es cierto, nada puede vencer al amor, pero el objeto de nuestro amor o como lo demostramos sí difiere según las circunstancias en nuestra vida.

                Como católico sé que no hay amor más grande que dar la vida por los amigos. Cada religión tiene sus propios conceptos del amor, pero la mayoría coincide en que el amor es una fuerza poderosa y temible. Nos dice la Biblia que el amor debe ser paciente, pero como humanos la pregunta común es ¿hasta cuándo ser tolerante?  Se dice que en la antigua Grecia Eros, la manifestación del amor, era más temido que el mismo Tánatos, quien era considerado como el dios de la muerte.

                Según mi experiencia de vida, amar no es tan sencillo como lo pueden decir las palabras escritas en los distintos libros, ya sean de ficción o realismo. Amar es una labor ardua y muchas veces complicada, pues tiene muchas aristas. Eso me demuestra la calidad única de ese amor verdadero: podemos tener momentos de cariño, minutos de entrega o incluso acciones que nos hagan confundir el amor con la necesidad o lujuria (nuevamente, no solo existe el amor romántico), sin embargo esa cualidad sanadora (aunque a veces más que sanar cauteriza con un ardor intenso) solo se logra con bastante esfuerzo, conocimiento, confianza e incluso capacidad de recibir amor.

Menciono la capacidad de recibir porque muchos consideran que dar amor es más digno que recibirlo. Dicen que eso es lo maravilloso del amor: no importa si somos dignos o no(a decir verdad, nadie es tan perfecto como para ser ciento por ciento digno) el amor se puede dar a todos. Yo considero que tanto dar amor como recibirlo requieren de fuerza de espíritu y carácter.
               

        Para reforzar el punto anterior, a lo largo de la historia vemos que el amor ha sido causante de paz y de guerras. Muchas motivaciones de algunas personas catalogadas como “malas” han sido motivadas por el amor. Tal vez una versión retorcida de amor propio o amor a su propia nación (tanto ejemplos de guerras políticas) o incluso por causas más nobles (la salud de un ser querido, como por ejemplo). ¿Quién podrá juzgar lo que se hace por amor?   A Shakespeare se le atribuye la frase: “Si no recuerdas la más ligera locura en que el amor te hizo caer, no has amado” y eso puede demostrarnos que el amor nos puede obligar a tomar cursos de acción que escapan a nuestro modus operandi habitual: un mujeriego puede cambiar sus hábitos al ver nacer a su hija o una madre en necesidad de alimento para su hijo puede vender sus escrúpulos (y su cuerpo). Cada quien puede demostrar el amor a su manera. Las formas de demostrar de cada uno pueden ser más o menos nobles, sin embargo no podemos negar que el amor verdadero nos exigirá cada vez más.  

 

                Finalmente, el amor verdadero es invisible y difícil de entender. Puede ser que uno ame a pesar de no ser correspondido o que nuestra visión se nuble por un espejismo de amor que es fácilmente desplazada por ambición o egoísmo o en algunos casos, que el objeto de nuestro amor se aproveche de las circunstancias y utilice esa misma fuerza para amasar poder sobre quien entrega su amor. Estemos atentos para analizar si hemos conocido o no el amor verdadero pues como ya se mencionó, el amor llega sin previo aviso y oculto en un disfraz.



domingo, 6 de noviembre de 2016

La Lección que Faltaba



Raphael Leoncio “Ralphi” Fernan Urso era su nombre completo y él lo detestaba. Sus amigos lo llamaban Ralphi, y aunque no era su favorito, lo prefería al nombre que figuraba en su certificado de nacimiento. Si él no hubiera contado con la disciplina que solo se logra al practicar Houquan (o Kung Fu, estilo del Mono), habría golpeado a todos sus amigos por utilizar el apodo cariñoso que su abuela usaba con él.

A sus 18 años su personalidad se había vuelto más competitiva y exigente. Ralphi entrenaba todas las mañanas antes de ir a sus clases de enfermería (carrera que seguía tanto por pasión como por tradición familiar). Por las tardes apoyaba unas horas en el restaurante de su abuela. La rutina de Ralphi era ajustada, y aunque había aprendido muy bien a organizarse, había ocasiones que deseaba un poco más de control sobre su tiempo libre.

Siendo tan organizado y disciplinado, siempre tuvo una obsesión por el orden y el control de las situaciones en su vida. La filosofía de su arte marcial dictaba que tuviera serenidad de mente, que aceptara lo que no podría cambiar, es decir que fluyera en armonía y equilibrio con la naturaleza, sin embargo, esa era una lección que aún no dominaba y eso le estaba generando problemas en sus relaciones interpersonales.

Un trabajo grupal en la universidad fue el catalizador de su reacción. Una tarde, sus compañeros y él debatieron sobre la correcta forma de tratar un esguince en un niño. Los métodos que él proponía eran menos ortodoxos que los de sus compañeros y la votación demostró que la mayoría siempre vence. Ralphi podría aceptar la opinión de los demás, sin embargo, el profesor no estuvo de acuerdo con la solución planteada por su grupo y los reprobó.  Ralphi sentía que si hubieran seguido sus instintos habrían pasado el examen.

Como consecuencia, deberían repetir el examen la siguiente semana, fecha en la que él tenía planificado una competencia de Kung Fu. Sus emociones se salieron de control, sin importar que uno de los preceptos más importantes en el Kung Fu es el de la conducta ética, la no violencia y la bondad. Insultó a sus compañeros y salió de la universidad. Quería estar solo. No era la primera vez que él había perdido la paciencia, pero sí la primera en la que se mostró tan violento. Eso es algo que sus compañeros y amigos habían notado y ya sabían que cuando él reaccionaba así, lo mejor era darle su espacio. Eventualmente, se calmaría.

Ralphi caminó cerca de un parque, intentando sin mucho éxito calmarse, cuando delante de él apareció un pequeño mono, el cual lo miró fijamente. El simio se le acercó, sin apartar su mirada de los ojos de Ralphi, quien notó una extraña marca en la frente del animal: a modo de calva se formaba algo muy parecido a un sol con un círculo encima. La intensidad en su mirar era perturbadora y por más que Ralphi hubiera querido, no podía moverse.

Utilizando su agilidad y su cola, el mico se trepó en los hombros de Ralphi, causándole cosquillas en el cuello con su pelaje. Tan rápido como se subió, el minúsculo mamífero dio un salto que lo alejó del joven humano. Ralphi lo siguió con la mirada, intrigado. El mono estaba a unos metros de él. En sus manos tenía una cadena con un dije redondo, ambos dorados. Ese dije había sido regalo de su abuela cuando era niño y nunca se lo quitaba.

—¡Devuelve eso! — exclamó el joven a la misma vez que intentó lanzarse sobre el ladrón pero fue demasiado lento y cayó en el piso. El mono lo esquivó dando un salto y comenzó a correr entre los árboles.

Ralphi se levantó rápidamente y echó a correr tras el rapaz animal. Tenía que recuperar ese dije. El animal era veloz y ágil. La condición física de Ralphi era buena pero ya sentía dificultades para respirar. Alcanzó al mono en una parte del parque que no conocía. Había un árbol hueco. El mico estaba depositando la cadena robada dentro. Lanzó una última mirada y echó a correr nuevamente, alejándose subiendo por las ramas de los árboles más cercanos.

Mientras trataba de recuperar el aliento, Ralphi se acercó al  tronco. La gruesa madera tenía una inscripción en chino. Había aprendido la lengua años atrás, cuando empezó a entrenar artes marciales. Le gustaba el idioma oriental, así que no le pareció difícil, es más, le ayudó a entender con mayor profundidad las técnicas y posiciones. La inscripción recitaba: “Solo aquel capaz de resistirse a la tentación de caer en la ilusión del control, podrá tener control verdadero en su vida”. Las palabras le parecían raras y le recordaban las clases en las que su Maestro hablaba utilizando proverbios chinos cada vez más confusos. Encontró la cadena dorada dentro del tronco, junto a dos pequeñas tablas unidas en forma de aspa. Las tablas estaban hechas de madera. Recogió su dije y se lo volvió a poner en el cuello, pero las tablas lo intrigaban así que las tomó y las observó con detenimiento.

Eran tablas sencillas, unidas por el medio. La madera estaba pulida y pintada de un color rojo intenso. Le recordaban a las utilizadas en las marionetas. Entraban con facilidad en una sola mano. En chino estaba escrita la palabra control. Ralphi tuvo una sensación extraña. De alguna manera, la frustración que había sentido en la universidad estaba desapareciendo. Se sentía más seguro. Era como si las maderas fueran una especie de amuleto.

Un sonido brusco lo hizo despertar del trance en el que se encontraba. Un perro rabioso había pisado una rama y estaba a punto de atacarlo. La espuma se escurría de su hocico. Aparentemente, era un perro sin dueño. Sabía que no podría vencer a un animal rabioso, así que instintiva y lentamente comenzó a retroceder. El can se agitó aún más y saltó hacia Ralphi. Lo único que él atinó a hacer fue levantar sus manos a su rostro e intentar protegerse. En su mano derecha estaban las tablas cruzadas y en su mente solo un pensamiento primaba: su deseo de que el perro no lo ataque.

Sintió un calor en su mano derecha. La sensación provenía del aspa de madera. En esos segundos que parecían extenderse como horas a causa de la adrenalina, él notó que los ojos del perro se pusieron vidriosos y en medio del salto parecía haber decidido no atacarle. El ataque se vio interrumpido por el cambio de actitud en el can y éste cayó a unos centímetros del pie de Ralphi. Seguía botando espuma, pero su expresión había cambiado, era más dócil. Fue en ese momento que notó que las maderas que sostenía lanzaban un ligero brillo que empezaba a desvanecerse. Ralphi decidió no tentar a la suerte. Dio media vuelta y empezó a alejarse, primero cautelosamente, luego a toda velocidad. Él no había notado que alguien lo observaba desde la sombra de un árbol.

***

Había pensado toda la noche en lo ocurrido. Intrigado, llevó el aspa de madera a la universidad y la tenía guardada en su mochila. No podía creer que el perro hiciera lo que él deseó. Tenía que descartar que no se tratase de una coincidencia muy afortunada. Sus compañeros de grupo estaban alejados de él, después de la reacción del día anterior, no querían dar el primer paso hasta que Ralphi se disculpara. Él los miraba sentado en una banca. Desde su ubicación, debía hacer un experimento. Sacó de su mochila el aspa de madera y, sujetándola con su mano, pensó en que ellos se acerquen a pedirle disculpas. El mismo brillo y calor presentes durante el ataque del perro se manifestaron. Sus compañeros se acercaron (eran tres personas: dos chicas y otro chico).

—Ralphi, creo que te debemos una disculpa. Tenías razón con lo de ayer— Carlos, el varón, dijo. Los tres tenían la mirada vidriosa.
—Sí Ralphi. Jalaste por nuestra culpa— Natalia, la menor del grupo añadió.
—¿Qué podemos hacer para que nos perdones?— Ariana, la otra chica, preguntó con una expresión arrepentida.

Ralphi se sentía orgulloso de sí mismo. —Creo que yo hablaré más tarde con el profe. Saben muy bien que puedo ser muy persuasivo cuando me lo propongo—les respondió con soberbia. Sus compañeros sonrieron y le agradecieron mientras se iban a sus clases y le decían para luego almorzar porque él siempre los salvaba.

—¡Ouch! ¿Qué carajo…?— Ralphi se llevó la mano izquierda a la boca. Sintió un hincón en el dedo meñique. — ¡Maldita astilla! Me la sacaré luego. La banca debe haber tenido una astilla suelta. Esta cosa funciona. Veamos si el profesor aún piensa en jalarnos, porque no me pierdo el torneo por nada del mundo. — Se puso de pie guardó la madera en su mochila y se fue a clases.

***
     
Ralphi comenzó a utilizar el aspa de madera para conseguir lo que quería. Había descubierto que podía tener el control de la voluntad de otros. Logró que el profesor no los reprobara; la chica que le gustaba, pero que no sabía que existía lo besó saliendo de clases; su papá le prestó el auto; su hermana, con quien siempre discutía se quedó callada; sus compañeros le daban la razón; todo salía de acuerdo como él quería, y eso era cada vez más adictivo. Había pasado una semana desde que encontró el “aspa de marionetas”, como él la llamaba, y su competencia sería al día siguiente.

Todo parecía ir bien, pero desde que empezó a usar los poderes del “aspa de marionetas”, sentía sus músculos más duros. En los entrenamientos su natural flexibilidad se vio disminuida. Su Maestro le preguntaba si había pasado algo, pues se le notaba distinto y él no respondía. Esa noche, mientras se bañaba notó algo que lo preocupó. Le dolía mover las piernas y estar de pie en la ducha le parecía difícil. Cuando se sentó en el piso de la regadera vio algunas costras en distintas partes de su cuerpo. Cuando tocó una de ellas, notó que era dura y tenía cierta característica rugosa. Estaba solo en casa. Toda su familia había viajado de vacaciones. Decidió que sus nervios por la competencia  eran la causa de esas costras, así que lo mejor que debería hacer era dormir temprano.

Cuando se secó el cuerpo, se echó una crema para las cicatrices que encontró en su casa. Se puso su bóxer y se dispuso a dormir. Su obsesión con el control había llegado al punto de querer controlar sus propios sueños, motivo por el cual había tomado el hábito de dormir con el “aspa de marionetas”. Le gustaba la sensación de certidumbre que le daba su nuevo amuleto.

Esa noche, sus sueños fueron intensos. Soñó que sus papás discutían delante de él y de su hermana. En medio del sueño apuntó el aspa a sus padres y deseó que no pelearan. Luego soñó que un cliente malhumorado en el restaurante de su abuela le faltaba respeto a sus compañeros de trabajo, pero utilizando su amuleto, consiguió que el cliente deje una excelente propina. Otro de sus sueños involucraba a sus amigos de universidad y él sutilmente  “ordenándoles” que hagan los trabajos. Tuvo otros sueños, todos ellos con el mismo desenlace. El calor y el brillo en la madera también se mostraron en el mundo onírico.

Cuando abrió sus ojos, no podía mover su cuerpo. La única parte que podía mover era su cabeza. Sentía el cuerpo duro. Su mano estaba cerrada fuertemente sobre el “aspa de marionetas”. Al costado de su cama había un espejo que la reflejaba directamente. Las sábanas y colchas habían caído al suelo. Cuando giró su cabeza hacia el espejo intentó gritar, pero su garganta estaba demasiado seca para emitir sonido alguno. Reflejado en la superficie plateada se podía ver su cuerpo. Las costras se habían extendido del cuello para abajo: su cuerpo se había convertido en madera. Intentó convencerse que aún seguía soñando, pero no era así.

            —Joven pupilo, deberías calmarte. Nada bueno lograrás si no lo haces— la voz de su anciano Maestro lo hizo mirar al lado de la cama que el espejo no mostraba.

En su habitación se encontraba un hombre no más alto de 1.60m con apariencia serena. Cualquiera que lo viera por primera vez no podría evitar compararlo con una tortuga galápagos por lo arrugado de su rostro. Estaba sentado plácidamente en una silla. En su hombro derecho descansaba el mismo mono que había guiado a Ralphi al tronco hueco hace una semana.

            —Debes disculpar a mi pequeño amigo. Es bastante travieso. Ralphi, te debo confesar que he estado observándote. Tu obsesión con controlar todo te alejaba de tu potencial en el Kung Fu. Me refiero a tu potencial espiritual, porque el potencial físico hace mucho tiempo que lo has desarrollado. — El anciano dijo distraídamente mientras con una mano acariciaba al pequeño mamífero. — En realidad mi amiguito es uno de mis guías espirituales, podríamos decir que es uno de mis Maestros. Creo que mejor te explico a solas…

Tomando al mono en sus manos, se puso de pie. Los ojos del mico se posaron en los ojos de Ralphi. El símbolo extraño en la frente comenzó a brillar. En retrospectiva, Ralphi notó que el símbolo parecía un eclipse. Humo dorado cubrió al mico y segundos después sobre la mano del Maestro descansaba una pequeña estatuilla con forma de mono de cola larga.

— Sé que te sorprende, pero recuerda mis primeras enseñanzas. Para aprender realmente Kung Fu, debes ser como el agua y fluir. Te habías vuelto duro, poco tolerante al cambio. Sí, hay cosas que tú puedes controlar, no negaré eso, pero no puedes controlarlo todo. Es una de las lecciones más difíciles de aprender: la humildad de aceptar. Necesitaba que aprendieras eso. El estilo del mono, en el Kung Fu, es uno de los más libres que existen. El espíritu del mono se deja llevar y se adapta a la situación presente, a diferencia del estilo más agresivo del tigre — El anciano explicaba mientras caminaba alrededor de la cama. Había dejado la figura del mono en la mesa de noche. — Esas tablas son muy curiosas. Te dan la habilidad de controlar a otros pero a un costo muy alto. No eres el primero que las usa para su beneficio. Uno de los antiguos usuarios escribió una historia en la que el personaje principal debía ser valiente, leal, sincero y desinteresado para ser un niño de verdad. La debes conocer. El protagonista pasó por una situación simiar a la tuya.

—Ma…es…tro… de…be…e…xistir…— Ralphi no podía continuar. Su lengua se había convertido en madera.

—Ralphi, todo en esta vida tiene solución, pero solo tú la puedes dar. Verás, el precio de esta magia antigua, como has notado: te convertirás en madera si utilizas las tablas para beneficio personal. Cuando la usaste con el perro rabioso en el parque, no tuviste consecuencia alguna, porque fue una acción de supervivencia, pero, ¿recuerdas cuando la usaste en tu universidad? Una astilla estuvo molestándote todo el día. Existe una forma, aunque es dolorosa. La única manera es arrepentirte de corazón y aprender la lección faltante. — el anciano se acercaba a la puerta con intenciones de retirarse.

Los ojos de Ralphi lo siguieron. Mostraban terror. —Ralphi, sé que harás lo correcto, pero no puedo ayudarte. Es una lección que tú mismo debes aprender. Tengo que dejarte para que medites. Recuerda, la respuesta está en ti. Debes fluir. Te veré luego Ralphi. Lo que de todas maneras debes tener en cuenta es que el tiempo se agota. No lo hagas por la competencia, hazlo por ti. Confío en ti. — Con esa nota misteriosa, el Maestro salió del cuarto.

Ralphi estaba entrando en pánico, pero decidió hacer lo que su Maestro le decía. Cerró sus ojos y comenzó a respirar lentamente. Inhalaba por la nariz y exhalaba por la boca. Buscando su propia paz interior. Estaba logrando relajarse. Meditar es complicado y Ralphi lo encontraba más díficil por la preocupación sobre el tiempo, pero su vida dependía de eso.

Su mente le mostraba imágenes no tan agradables para él, pero no podía evitar admitir que eran verdaderas. Eran sus recuerdos, su anciedad, sus miedos y las veces en las que había perdido la paciencia porque no se hacía algo como él lo había planificado. Pudo ver lo mal que se le veía, con la cara infectada con ira y ansiedad. En verdad se había comportado como un niño caprichoso. Había sido egoísta y había tratado injustamente a los demás, siempre culpándolos de, lo que según él, podían cambiar. Sentía que el resto de su rostro se endurecía. La conversión en madera se estaba completando. Sus ojos se inundaron con lágrimas. La gente a su alrededor lo apreciaba por su carisma, pero sí se mostraban preocupados por la actitud perfeccionista de Ralphi.

Las lágrimas resbalaban por sus mejillas. Eran cálidas. Ya era demasiado tarde. No quedaba más que aceptar lo inevitable de su destino. Debía reconocer que todo esto fue por su culpa. Lloró tan amargamente arrepentido por ser tan ciego que se quedó dormido.

La estatuilla de simio en su mesa de noche comenzó a brillar. La luz crecía e invadía el cuarto. Era una iluminación dorada la que cubrió el cuerpo inmóvil del joven hombre recostado. El pequeño mono apareció en los sueños de Ralphi. Él lo reconoció e hizo el saludo respetuoso que se le da a un Maestro.

—Gracias Maestro. Ahora entiendo el error en mi proceder. Dame una oportunidad nueva y demostraré que puedo ser como el agua que se adapta al camino. Seré flexible como el bambú. Por favor Maestro Mono, enséñeme lo que me falta aprender.

El pequeño mono asintió. No habían secretos en el alma de Ralphi. Realmente había comprendido. El símbolo del eclipse en su frente se iluminó fuertemente. Ralphi quedó cegado.

***

Había pasado un mes desde esa noche en su casa. Ralphi no participó en la competencia. La madera que cubría su cuerpo demoró más de doce horas en desprenderse, pero él estaba completamente feliz con eso. Todos los días llevaba consigo la pequeña estatuilla de simio como recordatorio. No era una labor fácil, pero intentaba usar su experiencia para reconocer aquellas situaciones que no podía cambiar y aceptarlas sin frustrarse, sin dejar de ser responsable por sus actos y decisiones. El “aspa de marionetas” había desaparecido de sus manos y no la encontró en su cuarto, pero la estatuilla del mono tenía algo sujetado entre sus manos. Era demasiado pequeño para reconocer qué era, pero Ralphi sospechaba que el verdadero dueño de las maderas unidas era el espíritu del mono. Definitivamente existen cosas en este mundo que no pueden ser explicadas. Pero, eso también estaba bien para él.


Su Maestro sonreía para sí mismo luego de una clase en la que Ralphi mostró una excelente actuación. Su pupilo ya se había retirado, pero no estaba solo. Era la primera clase de un joven que no mostraba el ímpetu físico exigido por el Kung Fu. El anciano estaba limpiando una estatuilla de un tigre mientras le decía a su nuevo discípulo que tenían que conversar.



Disclaimer: Esta imagen no me pertenece y solo la utilizo para graficar no busco obtener beneficio alguno de ella.

lunes, 17 de octubre de 2016

Caprichos





Vinieron los pecados,
deliciosos caprichos que llenan los días de nosotros los mortales.

Vinieron los pecados,
tentadores, dominantes y perpetuos.

Vinieron los pecados,
con todos los matices del arco iris corrupto por las estrellas.

Caprichos de nuestra naturaleza humana: egoísmo vital.
Caprichos de niños con cuerpos de hombres y de mujeres aniñadas.

Es difícil resistir esos seductores susurros con voz serpentina…
Con la delicadeza del terciopelo, cubren nuestros cuerpos con acero pesado…

Vida caprichosa…
codicia por amor.
Lujuria que activa nuestros latidos hambrientos de más placer.
Caprichos rabiosos y coléricos que nos hacen envidiar la vida en el Olimpo.
Nuestro orgullo se ve atacado por esos deseos no perezosos.

Hervir la sangre que congelará el corazón humano con cada aliento…
Caprichos y deseos reprimidos que pronto se liberan bajo la luna llena.

¿Tendremos la fortaleza para negarnos al pecado más grande?
Caprichos de niños con cuerpos de hombres…
Deseos de mujeres aniñadas…

¡Qué suelten a los leones!
Es momento de pelear por vivir.

¡Qué vengan los deseos más caprichosos!
Veamos quién vence en la lucha titánica
Nosotros contra Nosotros mismos…






 DISCLAIMER: La imágenes no me pertenecen. Solo las uso para graficar. No intento obtener ganancia de ningún tipo.

BYE

jueves, 28 de julio de 2016

LA HERENCIA FAMILIAR




Ian Wolftackler ya no creía en los cuentos que el pueblo hacía correr. Se decía que su antepasada había dejado oculto un legado familiar. Esa supuesta herencia, según las narraciones, tenía un gran valor, sin embargo, Ian había buscado por toda la casa, con la ayuda de sus padres y sus abuelos maternos. No tuvieron éxito, en parte porque no sabían qué apariencia tenía aquella reliquia y en parte también porque ya no sabían en dónde más buscar. Si tan solo pudieran encontrar lo que tanto buscaban, sus problemas podrían desaparecer.

La juventud de Ian le permitía llevar a cabo su labor con bastante energía. A sus escasos 17 años era considerado uno de los mejores y más eficientes mensajeros en todo su pueblo, sin embargo, la situación se había vuelto complicada con el bloqueo de las rutas gracias a los asaltantes que invadieron los distintos caminos. La comunicación entre pueblo y pueblo era ahora una tarea peligrosa y el bosque no permitía el ingreso de alguna expedición para capturar a los invasores, en especial porque nadie podía estar seguro acerca de la cantidad de miembros de aquella banda de bandidos. Estos ladrones eran lo suficientemente inteligentes para no acercarse mucho a los pueblos. Esto no solo afectaba el espíritu aventurero de Ian si no también su economía: al no poder salir del pueblo a dejar los mensajes, no le pagaban. El invierno se acercaba y la realidad empeoraba día con día.

El invierno se tornó más crudo y la abuela de Ian cayó muy enferma. La curandera del pueblo podría curarla solo si conseguía ciertas hierbas que crecían cerca del pueblo más cercano, ubicado cruzando uno de los caminos del bosque con el cual limitaban ambos pueblos. Ian era el único que conocía casi todas las rutas como si fueran las líneas de las palmas de sus manos así que decidió ir en búsqueda de las hierbas necesarias. Sin decirle a nadie su plan, esa noche Ian se vistió con ropa negra, calzó sus botas de estilo cazador,  se armó con su cuchillo de viaje y se adentró en el bosque. Llevaba consigo una mochila con algunos víveres y algunos recipientes para colocar las hierbas en caso pudiese encontrarlas.

La medianoche silenciosa en el bosque era más peligrosa que el ruidoso día. Al menos con la luz del sol se podría ver los accidentes propios del terreno. Los animales que habitaban el bosque temían acercarse a los viajeros, pero ese temor aumentó con la presencia de los asaltantes. Se decía que nadie habría sobrevivido a un encuentro con ellos. Era esa obscuridad y ese silencio lo que los hacía más letales.

Ian estuvo caminando por algunas horas. Normalmente ese viaje lo hacía en 40 minutos a lo mucho, pero no podía darse el lujo de usar una de las linternas de aceite que tenían en casa. Eso delataría su presencia. El camino se hacía más accidentado, lo que significaba que aún iba recién a la mitad del trayecto. Tendría que tomar el camino de la izquierda en la siguiente trifurcación.

Todo parecía tranquilo, pero al no ver bien por dónde pisar, Ian tropezó haciendo ruido al caer. Los asaltantes lo habían escuchado y se acercaban velozmente.  Lo más sensato sería perderlos. Debería tomar uno de los otros caminos, los cuales nunca había explorado por su antigüedad y extenso follaje. En la división del sendero había un cartel con flechas indicando los nombres de los caminos: El de la izquierda (aquel que debía tomar) tenía el nombre de “Sendero Luminoso”, mientras que el camino central fue nombrado “Camino de la Flor” y el camino de la derecha había sido bautizado como “Paseo de la Aguja”. Tomó el camino del extremo derecho que le pareció el más apropiado para huir gracias a los espinos que crecían a cada lado.

Los ruidos de persecución se alejaban. Aparentemente, los perseguidores tomaron el “Sendero Luminoso”. Ian siguió corriendo a ciegas con el objetivo de aumentar la distancia entre él y los delincuentes, pero volvió a tropezar. Esta vez rodó por una pequeña colina hasta llegar a la puerta de una cabaña de madera. La luz de la luna llena iluminaba con más fuerza esta parte del bosque, lo que le permitió echarle un buen vistazo mientras se levantaba. La apariencia descuidada de la cabaña le indicaba que hace muchos años no había sido habitada.

Una curiosidad poderosa se apoderó de sus pensamientos. Sentía la necesidad de explorar y conocer los secretos de la casa.  Era como si alguien lo estuviese llamando silenciosamente. Naturalmente, resistirse a la curiosidad es inútil. Cuidadosamente abrió la puerta e ingresó.

El interior de la cabaña consistía en un gran cuarto con divisiones. Por un lado había una cama antigua junto a un ropero de madera, ambos muebles mostraban evidencias de haber sido banquete de termitas. Cerca de la puerta de entrada se encontraba lo que en el pasado habría sido una cocina. La luz que se filtraba por las ventanas le daba un carácter fantasmagórico a las abundantes telas de araña que colgaban de los techos. Se sentía un olor a moho propio de lugares húmedos en los que no se ha limpiado en mucho tiempo. Algunos cuadros colgaban de las desgastadas paredes. Uno de los cuadros le llamó más la atención. Lo había visto antes.

El cuadro mostraba a una niña de ojos abiertos cuyas facciones eran muy parecidas a las de Ian. Ella vestía una capa. El color de la pintura estaba desvanecido, y no se podría distinguir los pigmentos originales, pero no existía duda alguna: era el mismo cuadro que tenía en su casa y representaba a su antepasada, aquella que se decía había ocultado la reliquia familiar que las historias del pueblo mencionaban. La presencia de ese cuadro querría decir que esta es la casa de la cual se contaban tantas leyendas. Todos la buscaron, pero nunca pudieron ubicarla. Se decía que solo un heredero digno y de corazón puro podría encontrarla. Ian no creía en eso, pero dar con la cabaña le hizo tambalear su incredulidad.
-“Ian… hijo mío…eres el elegido. Encuentra mi legado y salva a los tuyos”- Una voz femenina invadió la cabaña vacía.

Ian sintió miedo. No había nadie más en la casa. La voz parecía venir de todas partes y a la vez de su propio interior.

-“Ian… no hay tiempo que perder…busca en la casa… encontrarás mi regalo”- La voz resonaba, esta vez con mayor urgencia.

La voz se calló. No le haría ningún mal echar un vistazo alrededor de la casa, a pesar del miedo que sentía. El piso crujía bajo sus pesadas botas con cada paso que daba. Revisó el ropero pero no encontró nada. Inspeccionó debajo de la cama y lo único que encontró fue el polvo acumulado a lo largo de los años. Examinó cada rincón de la casa y no encontró el objeto que estaba buscando (ni siquiera sabía qué estaba buscando). Ya estaba a punto de rendirse cuando vio un montón de sábanas que cubrían algo en un rincón obscuro de la casa. Se acercó con esperanzas renovadas y levantó las telas blancas. Bajo ellas encontró un baúl hecho de cedro.

La cerradura estaba oxidada. Utilizando su cuchillo a modo de palanca logró levantar la tapa del baúl. Dentro encontró una capa escarlata cuidadosamente doblada. Junto a ella había un trozo de madera con letras grabadas:


A mis hijos e hijas,
Les dejo esta capa que me acompañó desde niña.
Úsenla para escuchar mejor,
Para oler mejor,
Para defenderse mejor.
Siempre suya.
C.R.


Ian sacó la capa del baúl. La misma fuerza misteriosa que lo había invadido con curiosidad momentos antes lo impulsó a ponérsela. La capa tenía una capucha. En cuanto se cubrió la cabeza, imágenes invadieron su mente. Parecían recuerdos ajenos: Un lobo saltando desde la cama; un ataque sangriento; una persecución; la rasgadura de ropa; el olor a sangre; un cuchillo cortando el aire y dando de lleno en el pecho del animal; la salvación de la abuela… Ese era el legado que tanto buscaba.

-“Ian, esa fue mi capa. Cuando tu tatarabuelo me salvó del lobo, la sangre del animal cayó en mi ropa. No sé por qué, pero eso la hizo especial, la hizo mágica.”- La voz volvió a escucharse, pero esta vez cuando Ian volteó a buscar la fuente, encontró una joven mujer parada frente a él. El espíritu de su antepasada se le había presentado.

-“Lo que vi…se sintió tan real… como si yo lo hubiera vivido, pero eran tus recuerdos ¿verdad?”-  Ian pudo decir. No necesitaba confirmación. Él sabía que era cierto.

-“No hay mucho tiempo, Ian. Yo cuidaré a tu abuela mientras tú te enfrentas a esos bandidos invasores y regresas con las hierbas que necesitamos. Nuestra familia siempre ha protegido el bosque desde ese día. Apresúrate… no podré mantener mi presencia en este mundo por mucho tiempo. La capa te protegerá. ¿Puedes sentir que tu interior ya cambió? Es el poder de la capa. Ahora, ve con valor hijo mío. La seguridad del bosque y la vida de tu abuela están en tus manos.”- el espíritu de la mujer se desvaneció al mencionar la última frase.

Ian se quedó en silencio, nuevamente solo en la casa. Sentía como una energía nueva le llenaba el cuerpo. A pesar de estar lejos, podía oír las voces y las respiraciones de los bandidos. Su sentido del olfato le decían que estaban a unos dos kilómetros al este y que solo eran cinco hombres. Se sentía más fuerte y seguro de sí.  Por sus venas corría sangre de cazador. Él no tendría forma de saberlo, pero sus ojos se tornaron dorados. Sabía lo que tenía que hacer. Era momento de enfrentar su destino.

Salió de la cabaña. Pudo notar que sus pasos eran más ágiles. Podía sentir sus músculos inflarse con una fuerza renovada. Su olfato no le mentía. Corrió por los caminos, evitando cualquier espina o árbol bajo. El bosque era suyo y ya no existían secretos para él, no importaba que la luz de la luna haya sido tapada por una nube. No tardó más de 10 minutos en encontrar a los cinco bandidos que habían aterrorizado a tantos viajeros. Los asaltantes no notaron su presencia en las sombras. Ellos estaban alrededor de una fogata, comiendo la carne de un venado.

Ian utilizó toda su habilidad y con sigilo rodeó  los árboles. Cuando llegó al otro lado, su garganta soltó un aullido que les heló la sangre a los hombres. Los bandidos cogieron sus armas: uno cogió una ballesta, el segundo un machete, otro levantó un látigo mientras que el cuarto y el quinto cogieron armas de fuego. Se estaban preparando para defenderse.
Con velocidad y ferocidad canina, Ian salió de su escondite y atacó a cada uno. Ninguno tuvo oportunidad. El hombre de la ballesta falló su tiro y la flecha dio contra un árbol mientras que él caía al suelo, víctima de las garras que Ian había usado en su contra. Ambos hombres con las armas de fuego intentaron dispararle a aquella sombra roja, pero se movió tan rápido que las balas cayeron en las piernas del otro, tumbándolos en el piso. Ian se acercó al hombre con el machete y de una patada lo dejó sin aire en pasto mientras que el hombre el látigo intentó huir.

Ian cerró sus ojos y juntó sus manos. Una energía roja cubrió las palmas de sus manos. Lentamente Ian fue separando sus manos y la energía iba tomando forma. Primero un animal parecido a un cachorro de perro, luego el cachorro fue creciendo y se convirtió en el cuerpo de un lobo enorme. El lobo energético aulló al cielo y corrió hacia el hombre que huía. Luego de unos segundos, la bestia regresó con el hombre sobre su lomo. El lobo se puso a los pies de Ian y desapareció. Se acercaba el amanecer y aún había mucho por hacer.

El canto del gallo anunció la llegada del nuevo día. Las actividades diarias ya habían empezado en el pueblo, pero todos dejaron lo que estaban haciendo al ver a Ian salir del bosque, vestido con ropa negra y una capa roja. Estaba jalando a cinco hombres con un látigo mientras caminaban con una expresión de terror en sus rostros. Ian había vencido a sus atacantes, pero lo había hecho sin caer en el abismo del cual no hay retorno: no los había matado, solo los incapacitó.

En silencio se acercó a la curandera y le entregó las hierbas para su abuela. Siguió arrastrando a los cinco hombres y se los entregó al comisario, quien no encontraba su voz para preguntar qué había pasado. Los habitantes del pueblo no sabían por qué pero comenzaron a sentir un respetuoso temor hacia Ian, quien decidió que sería bueno dormir un poco antes de buscar nuevas aventuras. Un sentimiento de orgullo y un sentido de propósito lo invadieron mientras se metía a su cama. Se abrían nuevas posibilidades, pero eso es historia para otra noche de luna llena.






 DISCLAIMER: La imagen no me pertenece y no intento obtener beneficio alguno al usarla. La utilizo solamente con fines de ilustración. Si alguno de los lectores es el dueño o dueña o conocen quién la creó, avísenme para darle el crédito.

Bye



lunes, 4 de julio de 2016

Magia Gitana

Esta mini historia complementa: Locura


Espero les guste

Magia Gitana


Celeste estaba consultando las cartas, como todas las noches, bajo la luz de las velas aromáticas. Su cabello azabache reflejaba las danzantes flamas. Había aprovechado la noche libre de clientes para consultar su propia fortuna y decidir sus acciones, pues un presentimiento obscuro la invadió durante todo el día.

 La lectura no arrojaba un augurio alentador: la Torre seguía saliendo, sin importar las veces que las cartas fueran arrojadas. Su abuela Anra, la matriarca actual de su comunidad gitana, le había explicado todas las combinaciones posibles que los arcanos mayores podrían mostrar y su preocupación nacía de ese conocimiento, pues durante toda la noche aparecieron las peores mezclas posibles. La primera vez, las fuerzas místicas le mostraron la carta de la Muerte acompañando a la temida Torre Derrumbada: Augurio de desgracias y  pruebas muy fuertes. La segunda echada mostró al Diablo como residente de la Torre: Signo de situaciones violentas. Finalmente, apareció la combinación de la Torre, el Colgado y el Loco: Conflictos que causarán dolor y depresión extrema. Definitivamente algo estaba a punto de pasar y ella debería estar lista. No había sentido tanta energía negativa en toda su estadía en Lima, Perú.

En su ciudad natal, Madrid, ella llevaba una vida cómoda gracias a sus habilidades para el hurto. Siempre fue respetada y temida por sus rituales para atraer a otros o de venganza, sin embargo meses atrás recibió el llamado a salir de su país junto a su comunidad conformada únicamente por mujeres gitanas. No creían en el matrimonio. Creían que el amor sí existía y la lujuria y sensualidad  eran buenas formas de demostrarlo, pero los hombres simplemente no eran del todo confiables. La naturaleza masculina entraba en conflicto con la magia gitana.

 El llamado se manifestó en sus distintas artes de adivinación. Cuentan las leyendas que desde la antigüedad sus matriarcas ancestrales hicieron un pacto con la Luna para obtener sus poderes y descendencia femenina perpetua. Son estos poderes los que le otorgaban bastante sensibilidad a los presagios que se presentaban, algunos de manera sutil y otros de maneras más violentas.

Las noticias alrededor estaban cargadas de asesinatos, ajuste de cuentas, ultrajes y perversiones. La naturaleza humana estaba tocando fondo y uno debería ser tonto para ignorar aquellas señales. La que más le llamó la atención fue una noticia que leyó en el periódico unas semanas atrás. Un hombre perdió la razón en una sucursal de Starbucks, ubicada en Surco. Los especialistas no podían explicar la causa de tremenda reacción: el hombre balbuceaba y parecía estar obsesionado con unos ojos verdes, según afirmaba la prensa. El hecho la intrigaba. Sentía una extraña conexión, aunque no podría explicar el por qué.
Celeste necesitaba un poco de aire. Salió a recibir un baño de Luna llena y fue cuando se sintió observada. Ella estaba lista para defenderse. Prefirió alejarse de la comunidad gitana para no arriesgarla. Siguió caminando y podía percibir en el aire que alguien la seguía desde las sombras. Llegó a un parque con una laguna artificial al medio. La Luna llena se reflejaba en las turbias aguas. Decidió que ya era suficiente.

-“¡Sal de dónde estés, cobarde! ¡No te ocultes en la noche!”- Gritó al vacío. Era la media noche y no había personas alrededor, lo cual le permitía una mayor agudeza auditiva. La adrenalina en su organismo la hacía estar más alerta que de costumbre.

Desde las sombras, un joven hombre de cabellos negros y cuerpo formado por una marcada musculatura saltó al frente. Estaban a unos escasos metros y ella podía sentir el aroma atrayente que el masculino torso desnudo despedía. No era un olor a sudor. Era un olor distinto. El aroma le causaba cierta excitación. Algunos biólogos lo hubieran llamado feromonas. En cualquier otro momento, ella habría apreciado el rostro atractivo del hombre y los jeans rotos que colgaban de sus caderas pero en la situación actual, ella estaría dispuesta a todo por salvar su vida.

Celeste pudo notar una mirada perdida. Los ojos del hombre mostraban furia animal. La noche era fría y, a pesar de los metros que los separaban, ella podía sentir el calor que emanaba el cuerpo del intruso. Había algo salvaje en los rasgos del rostro de aquel individuo.

-“Bruja… es tiempo que nos devuelvas el favor de la Madre Luna.”- el gruñido del joven parecía canino.

La mujer gitana no podría darse el lujo de admitirlo en voz alta, pero ese gruñido le heló la sangre. Sentía un miedo como el que sentiría una presa ante un depredador rabioso. –“No me asustas”.- mintió Celeste.

El labio del hombre se torció en una mueca, mostrando sus dientes. Levantando la mirada hacia el cielo y colocándose en cuclillas gruñó aún más fuerte. Se escucharon ruidos provenientes de las ramas y arbustos. Celeste no podía creer lo que veía: distintos animales parecían acudir al gruñido del hombre. Los gatos, las aves, los perros y hasta los roedores se estaban acercando. En un conteo veloz, podría haber unos veinte animales a los pies del misterioso hombre.

-“¡Tú y tus embusteras compañeras nos robaron el favor de la Madre Luna! Yo lo recuperaré para mi gente. Somos nosotros los que merecemos su poder…somos los guardianes de lo natural; ustedes han corrompido las ancestrales enseñanzas. ¡Infieles!”- La voz del joven dejó de lado la cualidad animal y por un instante sonaba humana. Su voz era suave, lo cual contrastaba con la fuerza de la amenaza. Los animales observaban como si esperaran alguna indicación u orden.

-“¡No sé de qué hablas! ¿Quién eres tú?”- Celeste comenzó a dar unos pasos tentativos hacia atrás, buscando distanciarse lentamente.

El hombre no respondió. Solo se puso completamente de pie y levantó su dedo índice, señalando a Celeste. –“¡Ataquen!”

Los animales se lanzaron en contra de la solitaria mujer, quien solo pudo dar la vuelta y correr. Las aves la alcanzaron primero. Intentaban picotear su cabeza mientras que con sus manos ella evitaba que los afilados picos tocaran su rostro. Los gatos intentaron hacerla tropezar, pero no fueron lo suficientemente rápidos para eso, aunque sí lograron arañarle las piernas. La falda larga estaba rasgada.

La joven gitana se encontró sin salida. Sin notarlo, había corrido hacia una emboscada. Por un lado, la perseguían  cinco aves y tres gatos. Por el otro lado la esperaban ocho perros de distintas razas y cuatro ratas, todas ellas mostrando los dientes. En medio de la laguna artificial, un tozo de concreto formaba una isla falsa, conectada por más concreto a la parte principal del parque. Ella estaba al medio de dicha isla. Los animales estaban observándola, esperando nuevas indicaciones.

Aquel hombre que incitó el ataque, se acercó y se colocó detrás de su ejército nocturno. –“No tienes escapatoria. Si te rindes ahora, podría considerarte digna para aparearnos…”-  La voz parecía más coqueta, no sin perder el tono amenazador.

Celeste no tenía escapatoria.  Estaba rodeada. Dicen que cuando un animal se siente aprisionado, saca fuerzas de flaquezas y ataca con todo su arsenal. Con los humanos debe ser igual, pues en ese momento recordó algo que su abuela le había mencionado cuando le contaba las historias de las gitanas antiguas. –“Cuentan las leyendas, querida, que en los tiempos de mayor peligro nuestras matriarcas invocaban el poder de la Madre Luna para traer a la vida las más maravillosas maldiciones gitanas. Recuérdalo, alábala y pídele apoyo utilizando lo que más te apasiona. La Plateada Madre te protegerá, en especial si la invocas en plena Luna Llena.”

Sin mayor esperanza que recordar las antiguas enseñanzas, la mujer cerró sus ojos y silenciosamente pidió el apoyo de la Luna. Inconscientemente comenzó a mover su cuerpo en una danza seductora. Elevó sus manos y comenzó a hacer patrones con sus dedos, mientras sus caderas se movían de un lado a otro. El viento agitaba su falda y sus cabellos. Los rayos lunares se reflejaron en la piel canela de la muchacha.

-“Vaya forma de rendirte. Me regalas a mí tu nuevo amo un baile erótico. Se ve excelente…”- El hombre no podía ocultar su exaltación. Estaba tan absorto en los movimientos de la gitana bailarina que no notó que el agua de la laguna comenzó a agitarse en pequeñas olas.

Los ojos de celeste se abrieron de golpe. Se habían tornado blancos como la Luna misma. Su baile proseguía, pero ahora eran movimientos más duros y bruscos. Moviendo sus brazos hacia su pecho, ocasionó que las ramas de los árboles se movieran. El agua se agitó más. Las aves y roedores fueron los primeros en huir. Los gatos y los perros escaparon con el rabo entre las patas. Una de las ramas más cercanas golpeó con fuerza al hombre, quien presa de la sorpresa, no tuvo tiempo de reaccionar. El baile de Celeste duró solo unos minutos, pero estaba agotada y cayó rendida luego de comprobar que su atacante estaba inconsciente.

***

-“Abuela, ¿qué fue lo que pasó?”- Celeste estaba en su cama siendo atendida por su abuela quien estaba moliendo algunas hierbas en su mortero para hacer un ungüento para tratar las heridas de su nieta. La habían encontrado utilizando la radiestesia y la habían llevado a su comunidad antes que el hombre recuperara la consciencia.

-“Al fin ha ocurrido. Quién te atacó debe ser David, el heredero de la Tribu Animal. Lo deduzco por lo que me describes: manipulación animal, cuerpo atlético, fragancia perturbadoramente placentera y el uso de la conjugación del verbo “aparear”. Han sido nuestros rivales desde tiempos inmemoriales. Ellos han estado celosos de nuestra relación con la Madre Luna desde siempre, pero nunca se habían atrevido a atacar. Veo que es impulsivo. Ha roto todos los tratados de no involucramiento de ambas razas. Esto está mal y traerá consecuencias. Me dices que tu lectura ayer no fue alentadora. Las señales no mienten.”- La anciana Anra dijo con pesadez en su voz.

–“Existe una predicción realizada por la primera de nosotras: “Aquella hija de mi sangre que logré invocar el poder completo de la Luna deberá prepararse para luchar. Serán cuatro los elegidos por el destino, uno por cada punto del mapa, para proteger el mundo de la decadencia humana. Cuatro serán sus rivales naturales. Ambos grupos gozarán de fuerzas que los demás desconocen. Ambos grupos se reconocerán por sus marcas al nacer”. Esa historia ha pasado de madre a hija por más de mil años. No pensé que podría ser testigo a mi edad.”


-“Hija mía, tu cansancio pasará. Debes recuperar tus fuerzas y aprender a controlar tus poderes. Eso es algo que nosotras no podremos hacer. Busca a los otros tres elegidos del destino. Usa tu sabiduría. Pero todo a su debido momento. Ahora debes descansar.”- Anra coloca su mano en la frente de Celeste, quien volvió a caer en un profundo sueño. –“Madre Luna, cuida a mi Celeste. Le esperan grandes pruebas y solo ella podrá superarlas si su espíritu es fuerte. Guíala a cumplir su destino.”

Las Crónicas del Odio





Dicen que los humanos le tememos a lo que no entendemos y por esa falta de entendimiento destruimos lo que tememos. A lo largo de nuestra historia lo hemos demostrado de una manera infalible.

Somos capaces de amar apasionadamente, pero también, de odiar con intensidad aún mayor. El odio, a diferencia del amor, nos hace ser menos cautelosos. Usualmente cuando amamos a alguien, tratamos de que quede en lo secreto, sin embargo, el odio deja huellas mucho más profundas en la línea temporal de la humanidad.

Para sustentar esa última observación solo nos hace falta analizar los crímenes de odio: asesinatos por el color de la piel, por las preferencias políticas, por la religión, por las preferencias sexuales o incluso por atrevernos a ser distintos. A falta de mejor expresión, considero que tenemos el odio programado en nuestros genes. Desde jóvenes con el bullying hasta adultos con las masacres, genocidios, holocaustos y demás acciones demostramos un lado más primitivo de nuestra psique.

Estos crímenes de odio, justificados por los perpetradores con una expresión de “inocente” ignorancia o por un complejo de superioridad han sido registrados en los anales de la historia. En realidad, se trata de intolerancia que se mezcla con estrechez de mente y una pizca de fanatismo cegador. Las víctimas han cambiado con la evolución de las culturas, pero el resultado es el mismo: Sangre derramada.

¿Cuál es la provocación del odio? Simplemente algo que sale de nuestro estándar y que amenaza nuestra percepción de la realidad.

La persecución de los primeros Cristianos por parte de los Romanos; Hitler cazó Judíos; en Salem quemaban mujeres acusadas de brujería; el KKK perseguía personas de color; las torres gemelas; el terrorismo interno en Perú; un tiroteo en una discoteca con público homosexual; nombremos la tragedia y obtendremos los datos que confirman que hemos vivido eras cargadas de intolerancia. Yoda, un personaje ficticio, lo definió muy bien en una frase: «El miedo es el camino hacia el lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira lleva al odio, el odio lleva al sufrimiento. >>

Hemos predicado tolerancia, pero muchas veces nuestras acciones nos contradicen (ojo, me refiero como raza humana en general, no como individuos). ¿Qué hubiese pasado si la realidad hubiera sido inversa? Las llamadas minorías serían los depredadores en lugar de las víctimas y aquellos que odian sentirían en carne propia el terror de dormir por la noche o expresar nuestras diferencias.

En honor a la justicia, el odio radical no se manifiesta en todos los humanos. Hay muchos que luchan por los derechos de otros. Sin embargo, esos “muchos” no pueden aportar mucho a la causa porque el odio se ha vuelto eficaz y eficiente. Se han escrito poemas, entonado canciones, hecho protestas y muchas actividades más en contra del odio, pero no es suficiente. Todos podemos ser infectados por el colmillo del prejuicio en algún momento de nuestras vidas, pero depende de cada uno nuestro nivel de tolerancia.  

Muchos de estos crímenes quedarán sin castigo, y aunque sea triste admitirlo, es la cruda realidad. Por otro lado, aunque suene utópico, debemos considerar aumentar la humanidad y controlar los instintos negativos que se despiertan en nosotros cuando tememos lo que no entendemos, cuando atacamos a lo que tememos, en pocas palabras, cuando destruimos lo que no está de acuerdo a nuestra estrecha visión del mundo.





Disclaimer: La Imagen no me pertenece. La encontré en http://proyectocabra.deviantart.com/art/ODIO-377336154

Se llama Odio por ProyectoCabra. No intento obtener riqueza alguna. Solamente la utilizo para graficar el artículo