Dicen que los
humanos le tememos a lo que no entendemos y por esa falta de entendimiento
destruimos lo que tememos. A lo largo de nuestra historia lo hemos demostrado
de una manera infalible.
Somos capaces
de amar apasionadamente, pero también, de odiar con intensidad aún mayor. El
odio, a diferencia del amor, nos hace ser menos cautelosos. Usualmente cuando
amamos a alguien, tratamos de que quede en lo secreto, sin embargo, el odio
deja huellas mucho más profundas en la línea temporal de la humanidad.
Para sustentar
esa última observación solo nos hace falta analizar los crímenes de odio:
asesinatos por el color de la piel, por las preferencias políticas, por la
religión, por las preferencias sexuales o incluso por atrevernos a ser
distintos. A falta de mejor expresión, considero que tenemos el odio programado
en nuestros genes. Desde jóvenes con el bullying hasta adultos con las
masacres, genocidios, holocaustos y demás acciones demostramos un lado más
primitivo de nuestra psique.
Estos crímenes
de odio, justificados por los perpetradores con una expresión de “inocente”
ignorancia o por un complejo de superioridad han sido registrados en los anales
de la historia. En realidad, se trata de intolerancia que se mezcla con
estrechez de mente y una pizca de fanatismo cegador. Las víctimas han cambiado
con la evolución de las culturas, pero el resultado es el mismo: Sangre
derramada.
¿Cuál es la
provocación del odio? Simplemente algo que sale de nuestro estándar y que
amenaza nuestra percepción de la realidad.
La persecución
de los primeros Cristianos por parte de los Romanos; Hitler cazó Judíos; en
Salem quemaban mujeres acusadas de brujería; el KKK perseguía personas de
color; las torres gemelas; el terrorismo interno en Perú; un tiroteo en una
discoteca con público homosexual; nombremos la tragedia y obtendremos los datos
que confirman que hemos vivido eras cargadas de intolerancia. Yoda, un
personaje ficticio, lo definió muy bien en una frase: «El miedo es el camino
hacia el lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira lleva al odio, el
odio lleva al sufrimiento. >>
Hemos
predicado tolerancia, pero muchas veces nuestras acciones nos contradicen (ojo,
me refiero como raza humana en general, no como individuos). ¿Qué hubiese
pasado si la realidad hubiera sido inversa? Las llamadas minorías serían los
depredadores en lugar de las víctimas y aquellos que odian sentirían en carne
propia el terror de dormir por la noche o expresar nuestras diferencias.
En honor a la
justicia, el odio radical no se manifiesta en todos los humanos. Hay muchos que
luchan por los derechos de otros. Sin embargo, esos “muchos” no pueden aportar
mucho a la causa porque el odio se ha vuelto eficaz y eficiente. Se han escrito
poemas, entonado canciones, hecho protestas y muchas actividades más en contra
del odio, pero no es suficiente. Todos podemos ser
infectados por el colmillo del prejuicio en algún momento de nuestras vidas,
pero depende de cada uno nuestro nivel de tolerancia.
Muchos de
estos crímenes quedarán sin castigo, y aunque sea triste admitirlo, es la cruda
realidad. Por otro lado, aunque suene utópico, debemos considerar aumentar la
humanidad y controlar los instintos negativos que se despiertan en nosotros
cuando tememos lo que no entendemos, cuando atacamos a lo que tememos, en pocas
palabras, cuando destruimos lo que no está de acuerdo a nuestra estrecha visión
del mundo.
Disclaimer: La Imagen no me pertenece. La encontré en http://proyectocabra.deviantart.com/art/ODIO-377336154
Se llama Odio por ProyectoCabra. No intento obtener riqueza alguna. Solamente la utilizo para graficar el artículo
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