sábado, 27 de marzo de 2021

Máscaras

 


 

La reunión la organizó una pareja conocida por los siete invitados. Era una fiesta de máscaras y, aunque no se conocían entre ellos, cada uno había compartido experiencias cercanas con los anfitriones. Era curioso ver cómo personas que, aparentemente, no tenían algo en común, pudiesen compartir una velada. La Velada estaba conformada, aparte de los anfitriones por un abogado, un administrador, una pintora, una artista plástica, un periodista, un editor y una psíquica.

 

Los anfitriones los recibieron en la puerta, luciendo sus elaboradas máscaras. Ella utilizaba una máscara de marfil, de cuando aún se cazaba elefantes. La careta no mostraba rasgos definidos, además de los labios. Su compañero, tenía una máscara roja que representaba un demonio hambriento, también ocultando su rostro. Las máscaras de los invitados no eran tan elaboradas, pero, cubrían sus ojos con antifaces sencillos de distintos colores.

 

–Sargento Pérez, hemos seguido sus órdenes. Nadie ha tocado a las víctimas y los sospechosos han sido recluidos en las habitaciones separadas.

 

–Buen trabajo, Nuñez. ¿Qué dice el forense?

 

–Nada concluyente. Aún no logramos descubrir sus edades ni las causas de muerte. Los implicados no desean comentar nada. Debe ser por el shock, si me lo pregunta. Solo han coincidido en la frase “Se veía venir”.

 

El sargento tenía un caso complicado. Conocía muy bien a los difuntos y no podía admitir honestamente que fueran de su agrado, aunque sí los había entretenido en más ocasión. Era obvio que existía un motivo. Todos los crímenes lo tienen. ÉL entendía eso. Hasta el mismo tenía motivos para hacerlo. El problema era identificar al culpable.

 

Las pistas encontradas no ayudaban mucho. Había rastros de veneno en el café; un platillo dorado tenía abolladuras de golpe; unas tijeras manchadas con sangre; marcas de estrangulamiento en cada víctima; olor a pólvora en el aire; un pañuelo con cloroformo y agujas clavadas en distintas partes de los cuerpos. El mismo sargento se sentía como en un juego de “Clue”.  El caso era complejo a simple vista, pero, por primera vez en su carrera debía aceptar la presencia de la subjetividad. No era existían dudas. Ver este homicidio doble con esa visión era la única manera de entenderlo. La lógica, por esta vez, era improbable. Solo necesitaba reunir a todos en un solo lugar y expresar su conclusión.

 

–Ustedes siete tienen algo en común. Todos odiaban a esos pobres diablos. Yo también los detestaba, así que los puedo comprender – Pérez empezó su conversación con los sospechosos.

 

–Se veía venir. Mis energías están en equilibrio. – La psíquica se defendió.

–¡JA! No niego que su compañía era tóxica para mí. Se veía venir. Me cortaban la inspiración en mi trabajo. – La pintura añadió con sorna en su voz.

 

El Sargento Pérez escuchaba atentamente las respuestas de cada uno, pues los demás también comentaban algo por las mismas líneas. Se veía venir y ahora todo estaría mejor. Su experiencia le confirmaba su sospecha.

 

–Creo que todos ustedes son los asesinos, pero ninguno admite culpa. –El oficial comentó.

 

–¡SARGENTO! Venga de inmediato. ¡Los cuerpos han desaparecido! – El grito de Nuñez interrumpió la observación de su jefe.

 

Los cuerpos inertes ya no estaban. Solo quedaron en su lugar las máscaras.

 

–Se veía venir. – El administrador dijo sarcásticamente. – Los veremos nuevamente, pues Ignorancia y Aburrimiento siempre regresan. Ella usando su máscara blanca sin emociones y él con su actitud demoniaca y hambre insaciable.

 

El sargento Pérez no podía contradecir ese argumento. – Será mejor no mencionar lo ocurrido aquí.  No hay caso de homicidio si no se tiene los cuerpos de los occisos.

Todos estuvieron de acuerdo tácitamente.

 

 

 

 

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