El prisionero comenzó a
visualizarse bailando. Su celda no abarcaba su mente. Mientras bailaba aquella
balada, no existían juicios, críticas o incluso miedos: solo existía libertad.
Nadie es cien por ciento inocente ni completamente culpable. El prisionero ayudó a poner ladrillos en su cárcel, casi sin darse cuenta. El candado estaba hecho de acusaciones injustas, ninguna de ellas hablaba sobre sus crímenes reales... solo eran pensamientos de arrogancia.
Mientras
en su mente bailaba, encontraba cierta paz. Recargaría su espíritu para
sobrevivir a su prisión colaborativa...
Unos días; unas semanas; unos meses o unos años: llegará el momento que la jaula se abra y él ya no mirará atrás. Dejará amigos y compañeros de celda, pero es necesario para sanar las heridas causadas por los grilletes de frío hierro.
El
guardia lo observa perplejo... no entiende como puede aún sonreír a pesar de
los cargos, muchos de ellos sustentados ciegamente por la mente cerrada del
mismo celador. Hay algo en su mente que lo intriga...
La
condena acabará cuando deba acabar y los sueños de danza del prisionero serán
realidad. Pagaría sus deudas reales y los intereses impuestos, pero al fin
llegará la libertad y él buscará el templo donde su pasado, presente y futuro
estén en armonía.
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