¡Toda una travesía! Mis “colegas” de la cosecha del 82 (un buen año para los seres humanos, aunque hayamos consumido leche Enci) podrían amenazar con borrarme por poner en evidencia nuestra 4ta década, pero las cosas son como son. No estamos viejos, solo que la sociedad quiere que pensemos que lo estamos.
Durante
mis (ricos) cuarenta años he tenido que luchar en contra de un enemigo de ligas
mayores: YO. No ha sido fácil aceptarse: excéntrico, con mentalidad distinta,
escritor sarcástico que no llega a cruzar (del todo) la línea de la crueldad,
víctima voluntaria de la discalculia, un hombre adulto con la creatividad de un
niño algo neurótico y psicótico y muchas otras “etiquetas” que me han colocado
los que temen usar términos distintos.
Me
considero espiritual, un hijo de la luna cuidado por las estrellas de Cáncer y
por el perro oriental, nacido bajo la influencia elemental del agua: todo un
festín de los psicólogos que desean, sin éxito, clasificarme.
Me
considero astuto, valiente, leal e inteligente, algo depresivo y
autodestructivo, pero empático, sobre todo. Me temen y me aman.
La
luna que me vio nacer refleja la luz en distintas tonalidades violetas. Me han
dicho que estoy loco, pero el término real es lunático (suena de fondo la
canción Hijo de la Luna). Sin embargo, creo que no solo eso me identifica. He
utilizado todas las experiencias que viví para amarme (no ha sido fácil).
Cuarenta
y con orgullo. Tres libros me respaldan: Arco Iris en Negro, Lágrimas de
Arlequín y Cuentos Oscuros para Días Luminosos (sin contar las antologías). En
mis recuerdos están amigos y enemigos, personas que ya no están a mi lado, pero
que me enseñaron y aprendieron algo de mí. Todo se ha confabulado en este 2022
para que yo siga creciendo, luchando y aceptando.
Mientras
tomo mi vino tinto, los cuarenta, creo, que me quedan muy bien. No estoy
obsoleto, estoy creando así que no jodan con mi edad o mi gordura o calvicie
(estoy seguro que podría obtener algo que te haga sentir peor de lo que quieres
hacerme sentir, así que no te arriesgues a perder ante el rey del sarcasmo,
querido (a) lector(a)).
¡Feliz
día a mí! Soy cuarentón con orgullo.
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