domingo, 9 de octubre de 2022

El templo de Libra


             Mi nombre es Basil Mc Arthur y soy arqueólogo. Me especializo en verificar y desmentir mitos cuando sea necesario. Estas crónicas son parte del trabajo de toda mi vida. Les describiré, lo más objetivamente posible, lo que descubrí al visitar el antiguo Templo dedicado al culto a la constelación de Libra. Sé que puede parecer mítico e irreal, pero que estas líneas sean una advertencia para aquellos que tienen la mente cerrada a las creencias antiguas. Soy un científico y reconozco que al principio me costó creer lo que encontré, a pesar de ser testigo ocular en primera mano.  

 

Después de una investigación exhaustiva logré ubicar el mítico Templo de Libra en alguna parte del hemisferio sur. He aprendido con los años que, para preservar estos lugares, es mejor mantener en secreto su ubicación exacta. En esta ocasión, existe otro motivo también, el cual explicaré más adelante.  El discreto templo había sido construido con mármol pulido y tenía bastantes columnas con estilo gótico. En la entrada encontré el clásico símbolo que representa al antiguo signo astrológico.

 

Ingresé y caminé por los pasillos tenuemente iluminados. El interior del templo me recibió con una elegancia y sofisticación impresionantes. Las paredes estaban decoradas, alternativamente, con grabados del símbolo de Libra, el símbolo antiguo del elemento del aire y balanzas. El corredor, si bien fue angosto, me permitió avanzar sin problemas portando mi mochila de viaje.

 

Llegué al centro del templo. Los altos techos permitían el ingreso libre de aire puro. En cada una de las tres paredes que rodeaban el cuarto había una pintura gigante. En el lado derecho, la pintura representaba a una mujer vestida con una túnica negra y portaba una daga. Sus rasgos eran fríos pero seductores, a pesar de sus cabellos desarreglados. Cuando me acerqué pude traducir la inscripción antigua. Era una representación de la diosa de la Venganza, Némesis. Frente a esta obra de arte, a modo de oposición, vi una representación, según rezaba su propia inscripción, de la diosa del Amor, Afrodita. La hermosa mujer estaba vestida con túnica blanca y mostraba su largo cabello en una elaborada trenza. De alguna manera se mostraba atemorizante a pesar de su voluptuosidad. Finalmente, en la pared opuesta a la entrada la pintura mostraba ambas diosas desnudas e inmersas en el acto sexual. Debo reconocer que la imagen me excitó un poco por la sensualidad que se mostraba. La inscripción en la pintura se traducía como “La verdadera justicia tiene la dulzura de la Venganza y el terror del Amor”.

 

Me acerqué a la pintura de ambas diosas para examinarla mejor. Descubrí bajo ella una especie de panel de control con una pantalla. Aún ahora, mientras escribo estas líneas, no puedo negar que se trataba de una pieza de tecnología avanzada, aunque sí presente en las épocas antiguas. Parece que el dispositivo detectó mi presencia, pues ni bien me acerqué se encendió la pantalla.

 

En lenguaje antiguo, pude leer una instrucción “Para que el Avatar de la Justicia venga, se debe leer en voz alta la inscripción de la unión del Amor y la Venganza”. Mi curiosidad pudo más que mi auto control. Ya había llegado tan lejos que no podía dejar de intentarlo. Leí en voz alta la descripción de la pintura principal del cuarto. La reacción no se hizo esperar. A unos metros de mí, el suelo empezó a separarse y una especie de ataúd de cristal se elevó. En la cabecera del ataúd una balanza de mi tamaño se conectaba a él por medio de dos mangueras transparentes, cuyo origen se encontraba en cada plato. La manguera conectada al plato derecho parecía conducir un gas morado mientras que la conectada al otro plato transportaba un gas dorado. Con cautela me acerqué a la balanza y pude leer las inscripciones bajo cada plato. No existe una traducción exacta, pero las palabras más cercanas en nuestro idioma moderno serían “Pecado” para el gas morado y “Virtud” para el dorado.

 

Dentro del ataúd ambos gases parecían fusionarse y convertirse en una especie de neblina incolora. La neblina no era tan densa y no cubría del todo el cuerpo desnudo de un hombre joven. Tenía los ojos cerrados. Su semblante parecía, al mismo tiempo sereno y amenazador. La mejor forma que tengo para describir sus facciones delicadas sería una mezcla entre un ángel, un vampiro y un elfo. Muchas historias fantásticas utilizan esas mismas descripciones, pero recién al ver al joven pude comprender que no se trataban de una exageración inverosímil a la belleza del ser humano. Su cabello era corto y castaño, su piel pálida y su mentón mostraba una pequeña barba que contrastaba con su rostro infantil.

 

La pantalla del dispositivo comenzó a parpadear y mostraba información nueva. Me acerqué a leerla.  Según lo que pude entender, aquella neblina nutría al joven con lo peor y lo mejor de la humanidad con el objetivo de obtener un corazón puro capaz de premiar o castigar las acciones de los humanos sin excusas o atenuantes. Aparentemente el Avatar de la Justicia tendría la habilidad de conocer el pasado de quien esté enfrente de él con la ayuda de su herramienta, una pluma que le permitía pesar los corazones. Una vez obtenida toda la información, la pluma crearía la retribución perfecta para la persona, ya sea el castigo acorde al crimen o el premio merecido ante las buenas obras sinceras. Debo reconocer que eso me aterró. Podría ser una leyenda, pero mi escepticismo se quedaba sin argumentos con tan solo estar dentro del templo frente a ese féretro.

 

La voz de una niña me sacó de mi abstracción. Me saludó con cordialidad y me agradeció por despertarla. Aparentemente, cuando manipulé el dispositivo que activó el mecanismo de la balanza y el ataúd, desperté a esta habitante del templo. Se identificó como Luna, sacerdotisa encargada de liberar al Avatar de la Justicia para juzgar a la humanidad. La sacerdotisa tenía la apariencia de una niña rubia y ojos claros. Estaba vestida con una túnica color rosa que le quedaba demasiado grande. Su cabello estaba suelto y sus bucles llegaba a los hombros.

 

Ella estaba de pie en el umbral de un pasadizo continuo cuando se presentó. Con tan solo verla, la pequeña me recordó la creencia popular de que no hay nada más inocente y cruel que la honestidad de un niño. Se acercó al ataúd caminando lentamente. Su túnica se arrastró por el piso. Puso una mano sobre el cristal. La emanación de los gases se detuvo. Unos engranes en el piso movieron la plataforma donde el cajón descansaba. El ataúd cambió su posición de horizontal a vertical. Pude ver mejor al hombre que se encontraba ahí dentro. Tenía un rostro inteligente.  La niña cerró sus ojos, a modo de concentración y pude ser testigo cómo el ataúd se abría. El aire a su alrededor comenzó a soplar con tal fuerza que se hizo visible. El fuerte viento comenzó a cubrir el cuerpo desnudo del hombre. Los pequeños huracanes que rodeaban las extremidades comenzaron a materializar ropa, por increíble que parezca.

 

Los pies se cubrieron con botas blancas hasta las rodillas. Las piernas se cubrieron con pantalones negros hasta llegar a la zona pélvica, la cual fue cubierta en blanco.  Su pecho se vistió con una especie de camiseta blanca mientras que las mangas llegaron hasta los codos en algún material parecido al cuero negro.  En su oreja izquierda lucía un pendiente plateado representando el ala de un ángel mientras que en su otra oreja pude apreciar un pendiente dorado con la forma del ala de un demonio.  Su muñeca izquierda se cubrió con lo que parecía un sujetador de armas, pero en lugar de tener una pistola, una pluma blanca era sujetada. Las uñas de su mano derecha parecían vestir garras metálicas. Adornos dorados destacaban por todo el vestuario.

 

La sacerdotisa Luna me explicó que estuvo durmiendo por miles de años. Ella sospechaba que el dispositivo sufrió algún desperfecto, motivo por el cual no despertó antes. Me dijo que en agradecimiento me dejaría ir sin ser evaluado. Una vez que ella despierte al Avatar de la justicia no podría evitar que él cumpla su objetivo: juzgar y castigar o premiar a los seres humanos. La pequeña me pidió que abandonara el templo a menos que desee ser juzgado de la manera más transparente. Debo reconocer que volví a sentir terror. No puedo ser tan arrogante para pensar que todas mis acciones hayan sido virtuosas. Aún me da una curiosidad morbosa saber el veredicto que aquel hombre tendría para mí, pero no tuve (ni creo tener en el futuro) el valor necesario para arriesgarme. Antes de retirarme, pude ver como Luna se acercaba al hombre. Parecía ser una hija que saludaba a su padre. Había cierta ternura tétrica en esa visión. Marcaré la fecha en mis crónicas. El 6 de octubre nació el representante de la Justicia.

 


Muchas creencias concuerdan que el fin del mundo empezaría con el gran juicio. Tal vez pasen años, pero me dio la impresión de que Luna liberaría al Avatar muy pronto. Y todos seremos merecedores de lo que venga. Ese es el verdadero motivo por el cual no puedo divulgar la ubicación exacta del Templo de Libra.  En lo que dura esa tranquilidad antes de la tormenta me pregunto, mientras escribo estas líneas, si existirán templos dedicados a los otros signos zodiacales con sus respectivos Avatares. No puedo resistir la curiosidad así que investigaré de inmediato. 

 

 edit: La imagen del avatar de Libra fue realizada a mi solicitud por Limiko Carriedo.

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