jueves, 28 de julio de 2016

LA HERENCIA FAMILIAR




Ian Wolftackler ya no creía en los cuentos que el pueblo hacía correr. Se decía que su antepasada había dejado oculto un legado familiar. Esa supuesta herencia, según las narraciones, tenía un gran valor, sin embargo, Ian había buscado por toda la casa, con la ayuda de sus padres y sus abuelos maternos. No tuvieron éxito, en parte porque no sabían qué apariencia tenía aquella reliquia y en parte también porque ya no sabían en dónde más buscar. Si tan solo pudieran encontrar lo que tanto buscaban, sus problemas podrían desaparecer.

La juventud de Ian le permitía llevar a cabo su labor con bastante energía. A sus escasos 17 años era considerado uno de los mejores y más eficientes mensajeros en todo su pueblo, sin embargo, la situación se había vuelto complicada con el bloqueo de las rutas gracias a los asaltantes que invadieron los distintos caminos. La comunicación entre pueblo y pueblo era ahora una tarea peligrosa y el bosque no permitía el ingreso de alguna expedición para capturar a los invasores, en especial porque nadie podía estar seguro acerca de la cantidad de miembros de aquella banda de bandidos. Estos ladrones eran lo suficientemente inteligentes para no acercarse mucho a los pueblos. Esto no solo afectaba el espíritu aventurero de Ian si no también su economía: al no poder salir del pueblo a dejar los mensajes, no le pagaban. El invierno se acercaba y la realidad empeoraba día con día.

El invierno se tornó más crudo y la abuela de Ian cayó muy enferma. La curandera del pueblo podría curarla solo si conseguía ciertas hierbas que crecían cerca del pueblo más cercano, ubicado cruzando uno de los caminos del bosque con el cual limitaban ambos pueblos. Ian era el único que conocía casi todas las rutas como si fueran las líneas de las palmas de sus manos así que decidió ir en búsqueda de las hierbas necesarias. Sin decirle a nadie su plan, esa noche Ian se vistió con ropa negra, calzó sus botas de estilo cazador,  se armó con su cuchillo de viaje y se adentró en el bosque. Llevaba consigo una mochila con algunos víveres y algunos recipientes para colocar las hierbas en caso pudiese encontrarlas.

La medianoche silenciosa en el bosque era más peligrosa que el ruidoso día. Al menos con la luz del sol se podría ver los accidentes propios del terreno. Los animales que habitaban el bosque temían acercarse a los viajeros, pero ese temor aumentó con la presencia de los asaltantes. Se decía que nadie habría sobrevivido a un encuentro con ellos. Era esa obscuridad y ese silencio lo que los hacía más letales.

Ian estuvo caminando por algunas horas. Normalmente ese viaje lo hacía en 40 minutos a lo mucho, pero no podía darse el lujo de usar una de las linternas de aceite que tenían en casa. Eso delataría su presencia. El camino se hacía más accidentado, lo que significaba que aún iba recién a la mitad del trayecto. Tendría que tomar el camino de la izquierda en la siguiente trifurcación.

Todo parecía tranquilo, pero al no ver bien por dónde pisar, Ian tropezó haciendo ruido al caer. Los asaltantes lo habían escuchado y se acercaban velozmente.  Lo más sensato sería perderlos. Debería tomar uno de los otros caminos, los cuales nunca había explorado por su antigüedad y extenso follaje. En la división del sendero había un cartel con flechas indicando los nombres de los caminos: El de la izquierda (aquel que debía tomar) tenía el nombre de “Sendero Luminoso”, mientras que el camino central fue nombrado “Camino de la Flor” y el camino de la derecha había sido bautizado como “Paseo de la Aguja”. Tomó el camino del extremo derecho que le pareció el más apropiado para huir gracias a los espinos que crecían a cada lado.

Los ruidos de persecución se alejaban. Aparentemente, los perseguidores tomaron el “Sendero Luminoso”. Ian siguió corriendo a ciegas con el objetivo de aumentar la distancia entre él y los delincuentes, pero volvió a tropezar. Esta vez rodó por una pequeña colina hasta llegar a la puerta de una cabaña de madera. La luz de la luna llena iluminaba con más fuerza esta parte del bosque, lo que le permitió echarle un buen vistazo mientras se levantaba. La apariencia descuidada de la cabaña le indicaba que hace muchos años no había sido habitada.

Una curiosidad poderosa se apoderó de sus pensamientos. Sentía la necesidad de explorar y conocer los secretos de la casa.  Era como si alguien lo estuviese llamando silenciosamente. Naturalmente, resistirse a la curiosidad es inútil. Cuidadosamente abrió la puerta e ingresó.

El interior de la cabaña consistía en un gran cuarto con divisiones. Por un lado había una cama antigua junto a un ropero de madera, ambos muebles mostraban evidencias de haber sido banquete de termitas. Cerca de la puerta de entrada se encontraba lo que en el pasado habría sido una cocina. La luz que se filtraba por las ventanas le daba un carácter fantasmagórico a las abundantes telas de araña que colgaban de los techos. Se sentía un olor a moho propio de lugares húmedos en los que no se ha limpiado en mucho tiempo. Algunos cuadros colgaban de las desgastadas paredes. Uno de los cuadros le llamó más la atención. Lo había visto antes.

El cuadro mostraba a una niña de ojos abiertos cuyas facciones eran muy parecidas a las de Ian. Ella vestía una capa. El color de la pintura estaba desvanecido, y no se podría distinguir los pigmentos originales, pero no existía duda alguna: era el mismo cuadro que tenía en su casa y representaba a su antepasada, aquella que se decía había ocultado la reliquia familiar que las historias del pueblo mencionaban. La presencia de ese cuadro querría decir que esta es la casa de la cual se contaban tantas leyendas. Todos la buscaron, pero nunca pudieron ubicarla. Se decía que solo un heredero digno y de corazón puro podría encontrarla. Ian no creía en eso, pero dar con la cabaña le hizo tambalear su incredulidad.
-“Ian… hijo mío…eres el elegido. Encuentra mi legado y salva a los tuyos”- Una voz femenina invadió la cabaña vacía.

Ian sintió miedo. No había nadie más en la casa. La voz parecía venir de todas partes y a la vez de su propio interior.

-“Ian… no hay tiempo que perder…busca en la casa… encontrarás mi regalo”- La voz resonaba, esta vez con mayor urgencia.

La voz se calló. No le haría ningún mal echar un vistazo alrededor de la casa, a pesar del miedo que sentía. El piso crujía bajo sus pesadas botas con cada paso que daba. Revisó el ropero pero no encontró nada. Inspeccionó debajo de la cama y lo único que encontró fue el polvo acumulado a lo largo de los años. Examinó cada rincón de la casa y no encontró el objeto que estaba buscando (ni siquiera sabía qué estaba buscando). Ya estaba a punto de rendirse cuando vio un montón de sábanas que cubrían algo en un rincón obscuro de la casa. Se acercó con esperanzas renovadas y levantó las telas blancas. Bajo ellas encontró un baúl hecho de cedro.

La cerradura estaba oxidada. Utilizando su cuchillo a modo de palanca logró levantar la tapa del baúl. Dentro encontró una capa escarlata cuidadosamente doblada. Junto a ella había un trozo de madera con letras grabadas:


A mis hijos e hijas,
Les dejo esta capa que me acompañó desde niña.
Úsenla para escuchar mejor,
Para oler mejor,
Para defenderse mejor.
Siempre suya.
C.R.


Ian sacó la capa del baúl. La misma fuerza misteriosa que lo había invadido con curiosidad momentos antes lo impulsó a ponérsela. La capa tenía una capucha. En cuanto se cubrió la cabeza, imágenes invadieron su mente. Parecían recuerdos ajenos: Un lobo saltando desde la cama; un ataque sangriento; una persecución; la rasgadura de ropa; el olor a sangre; un cuchillo cortando el aire y dando de lleno en el pecho del animal; la salvación de la abuela… Ese era el legado que tanto buscaba.

-“Ian, esa fue mi capa. Cuando tu tatarabuelo me salvó del lobo, la sangre del animal cayó en mi ropa. No sé por qué, pero eso la hizo especial, la hizo mágica.”- La voz volvió a escucharse, pero esta vez cuando Ian volteó a buscar la fuente, encontró una joven mujer parada frente a él. El espíritu de su antepasada se le había presentado.

-“Lo que vi…se sintió tan real… como si yo lo hubiera vivido, pero eran tus recuerdos ¿verdad?”-  Ian pudo decir. No necesitaba confirmación. Él sabía que era cierto.

-“No hay mucho tiempo, Ian. Yo cuidaré a tu abuela mientras tú te enfrentas a esos bandidos invasores y regresas con las hierbas que necesitamos. Nuestra familia siempre ha protegido el bosque desde ese día. Apresúrate… no podré mantener mi presencia en este mundo por mucho tiempo. La capa te protegerá. ¿Puedes sentir que tu interior ya cambió? Es el poder de la capa. Ahora, ve con valor hijo mío. La seguridad del bosque y la vida de tu abuela están en tus manos.”- el espíritu de la mujer se desvaneció al mencionar la última frase.

Ian se quedó en silencio, nuevamente solo en la casa. Sentía como una energía nueva le llenaba el cuerpo. A pesar de estar lejos, podía oír las voces y las respiraciones de los bandidos. Su sentido del olfato le decían que estaban a unos dos kilómetros al este y que solo eran cinco hombres. Se sentía más fuerte y seguro de sí.  Por sus venas corría sangre de cazador. Él no tendría forma de saberlo, pero sus ojos se tornaron dorados. Sabía lo que tenía que hacer. Era momento de enfrentar su destino.

Salió de la cabaña. Pudo notar que sus pasos eran más ágiles. Podía sentir sus músculos inflarse con una fuerza renovada. Su olfato no le mentía. Corrió por los caminos, evitando cualquier espina o árbol bajo. El bosque era suyo y ya no existían secretos para él, no importaba que la luz de la luna haya sido tapada por una nube. No tardó más de 10 minutos en encontrar a los cinco bandidos que habían aterrorizado a tantos viajeros. Los asaltantes no notaron su presencia en las sombras. Ellos estaban alrededor de una fogata, comiendo la carne de un venado.

Ian utilizó toda su habilidad y con sigilo rodeó  los árboles. Cuando llegó al otro lado, su garganta soltó un aullido que les heló la sangre a los hombres. Los bandidos cogieron sus armas: uno cogió una ballesta, el segundo un machete, otro levantó un látigo mientras que el cuarto y el quinto cogieron armas de fuego. Se estaban preparando para defenderse.
Con velocidad y ferocidad canina, Ian salió de su escondite y atacó a cada uno. Ninguno tuvo oportunidad. El hombre de la ballesta falló su tiro y la flecha dio contra un árbol mientras que él caía al suelo, víctima de las garras que Ian había usado en su contra. Ambos hombres con las armas de fuego intentaron dispararle a aquella sombra roja, pero se movió tan rápido que las balas cayeron en las piernas del otro, tumbándolos en el piso. Ian se acercó al hombre con el machete y de una patada lo dejó sin aire en pasto mientras que el hombre el látigo intentó huir.

Ian cerró sus ojos y juntó sus manos. Una energía roja cubrió las palmas de sus manos. Lentamente Ian fue separando sus manos y la energía iba tomando forma. Primero un animal parecido a un cachorro de perro, luego el cachorro fue creciendo y se convirtió en el cuerpo de un lobo enorme. El lobo energético aulló al cielo y corrió hacia el hombre que huía. Luego de unos segundos, la bestia regresó con el hombre sobre su lomo. El lobo se puso a los pies de Ian y desapareció. Se acercaba el amanecer y aún había mucho por hacer.

El canto del gallo anunció la llegada del nuevo día. Las actividades diarias ya habían empezado en el pueblo, pero todos dejaron lo que estaban haciendo al ver a Ian salir del bosque, vestido con ropa negra y una capa roja. Estaba jalando a cinco hombres con un látigo mientras caminaban con una expresión de terror en sus rostros. Ian había vencido a sus atacantes, pero lo había hecho sin caer en el abismo del cual no hay retorno: no los había matado, solo los incapacitó.

En silencio se acercó a la curandera y le entregó las hierbas para su abuela. Siguió arrastrando a los cinco hombres y se los entregó al comisario, quien no encontraba su voz para preguntar qué había pasado. Los habitantes del pueblo no sabían por qué pero comenzaron a sentir un respetuoso temor hacia Ian, quien decidió que sería bueno dormir un poco antes de buscar nuevas aventuras. Un sentimiento de orgullo y un sentido de propósito lo invadieron mientras se metía a su cama. Se abrían nuevas posibilidades, pero eso es historia para otra noche de luna llena.






 DISCLAIMER: La imagen no me pertenece y no intento obtener beneficio alguno al usarla. La utilizo solamente con fines de ilustración. Si alguno de los lectores es el dueño o dueña o conocen quién la creó, avísenme para darle el crédito.

Bye



lunes, 4 de julio de 2016

Magia Gitana

Esta mini historia complementa: Locura


Espero les guste

Magia Gitana


Celeste estaba consultando las cartas, como todas las noches, bajo la luz de las velas aromáticas. Su cabello azabache reflejaba las danzantes flamas. Había aprovechado la noche libre de clientes para consultar su propia fortuna y decidir sus acciones, pues un presentimiento obscuro la invadió durante todo el día.

 La lectura no arrojaba un augurio alentador: la Torre seguía saliendo, sin importar las veces que las cartas fueran arrojadas. Su abuela Anra, la matriarca actual de su comunidad gitana, le había explicado todas las combinaciones posibles que los arcanos mayores podrían mostrar y su preocupación nacía de ese conocimiento, pues durante toda la noche aparecieron las peores mezclas posibles. La primera vez, las fuerzas místicas le mostraron la carta de la Muerte acompañando a la temida Torre Derrumbada: Augurio de desgracias y  pruebas muy fuertes. La segunda echada mostró al Diablo como residente de la Torre: Signo de situaciones violentas. Finalmente, apareció la combinación de la Torre, el Colgado y el Loco: Conflictos que causarán dolor y depresión extrema. Definitivamente algo estaba a punto de pasar y ella debería estar lista. No había sentido tanta energía negativa en toda su estadía en Lima, Perú.

En su ciudad natal, Madrid, ella llevaba una vida cómoda gracias a sus habilidades para el hurto. Siempre fue respetada y temida por sus rituales para atraer a otros o de venganza, sin embargo meses atrás recibió el llamado a salir de su país junto a su comunidad conformada únicamente por mujeres gitanas. No creían en el matrimonio. Creían que el amor sí existía y la lujuria y sensualidad  eran buenas formas de demostrarlo, pero los hombres simplemente no eran del todo confiables. La naturaleza masculina entraba en conflicto con la magia gitana.

 El llamado se manifestó en sus distintas artes de adivinación. Cuentan las leyendas que desde la antigüedad sus matriarcas ancestrales hicieron un pacto con la Luna para obtener sus poderes y descendencia femenina perpetua. Son estos poderes los que le otorgaban bastante sensibilidad a los presagios que se presentaban, algunos de manera sutil y otros de maneras más violentas.

Las noticias alrededor estaban cargadas de asesinatos, ajuste de cuentas, ultrajes y perversiones. La naturaleza humana estaba tocando fondo y uno debería ser tonto para ignorar aquellas señales. La que más le llamó la atención fue una noticia que leyó en el periódico unas semanas atrás. Un hombre perdió la razón en una sucursal de Starbucks, ubicada en Surco. Los especialistas no podían explicar la causa de tremenda reacción: el hombre balbuceaba y parecía estar obsesionado con unos ojos verdes, según afirmaba la prensa. El hecho la intrigaba. Sentía una extraña conexión, aunque no podría explicar el por qué.
Celeste necesitaba un poco de aire. Salió a recibir un baño de Luna llena y fue cuando se sintió observada. Ella estaba lista para defenderse. Prefirió alejarse de la comunidad gitana para no arriesgarla. Siguió caminando y podía percibir en el aire que alguien la seguía desde las sombras. Llegó a un parque con una laguna artificial al medio. La Luna llena se reflejaba en las turbias aguas. Decidió que ya era suficiente.

-“¡Sal de dónde estés, cobarde! ¡No te ocultes en la noche!”- Gritó al vacío. Era la media noche y no había personas alrededor, lo cual le permitía una mayor agudeza auditiva. La adrenalina en su organismo la hacía estar más alerta que de costumbre.

Desde las sombras, un joven hombre de cabellos negros y cuerpo formado por una marcada musculatura saltó al frente. Estaban a unos escasos metros y ella podía sentir el aroma atrayente que el masculino torso desnudo despedía. No era un olor a sudor. Era un olor distinto. El aroma le causaba cierta excitación. Algunos biólogos lo hubieran llamado feromonas. En cualquier otro momento, ella habría apreciado el rostro atractivo del hombre y los jeans rotos que colgaban de sus caderas pero en la situación actual, ella estaría dispuesta a todo por salvar su vida.

Celeste pudo notar una mirada perdida. Los ojos del hombre mostraban furia animal. La noche era fría y, a pesar de los metros que los separaban, ella podía sentir el calor que emanaba el cuerpo del intruso. Había algo salvaje en los rasgos del rostro de aquel individuo.

-“Bruja… es tiempo que nos devuelvas el favor de la Madre Luna.”- el gruñido del joven parecía canino.

La mujer gitana no podría darse el lujo de admitirlo en voz alta, pero ese gruñido le heló la sangre. Sentía un miedo como el que sentiría una presa ante un depredador rabioso. –“No me asustas”.- mintió Celeste.

El labio del hombre se torció en una mueca, mostrando sus dientes. Levantando la mirada hacia el cielo y colocándose en cuclillas gruñó aún más fuerte. Se escucharon ruidos provenientes de las ramas y arbustos. Celeste no podía creer lo que veía: distintos animales parecían acudir al gruñido del hombre. Los gatos, las aves, los perros y hasta los roedores se estaban acercando. En un conteo veloz, podría haber unos veinte animales a los pies del misterioso hombre.

-“¡Tú y tus embusteras compañeras nos robaron el favor de la Madre Luna! Yo lo recuperaré para mi gente. Somos nosotros los que merecemos su poder…somos los guardianes de lo natural; ustedes han corrompido las ancestrales enseñanzas. ¡Infieles!”- La voz del joven dejó de lado la cualidad animal y por un instante sonaba humana. Su voz era suave, lo cual contrastaba con la fuerza de la amenaza. Los animales observaban como si esperaran alguna indicación u orden.

-“¡No sé de qué hablas! ¿Quién eres tú?”- Celeste comenzó a dar unos pasos tentativos hacia atrás, buscando distanciarse lentamente.

El hombre no respondió. Solo se puso completamente de pie y levantó su dedo índice, señalando a Celeste. –“¡Ataquen!”

Los animales se lanzaron en contra de la solitaria mujer, quien solo pudo dar la vuelta y correr. Las aves la alcanzaron primero. Intentaban picotear su cabeza mientras que con sus manos ella evitaba que los afilados picos tocaran su rostro. Los gatos intentaron hacerla tropezar, pero no fueron lo suficientemente rápidos para eso, aunque sí lograron arañarle las piernas. La falda larga estaba rasgada.

La joven gitana se encontró sin salida. Sin notarlo, había corrido hacia una emboscada. Por un lado, la perseguían  cinco aves y tres gatos. Por el otro lado la esperaban ocho perros de distintas razas y cuatro ratas, todas ellas mostrando los dientes. En medio de la laguna artificial, un tozo de concreto formaba una isla falsa, conectada por más concreto a la parte principal del parque. Ella estaba al medio de dicha isla. Los animales estaban observándola, esperando nuevas indicaciones.

Aquel hombre que incitó el ataque, se acercó y se colocó detrás de su ejército nocturno. –“No tienes escapatoria. Si te rindes ahora, podría considerarte digna para aparearnos…”-  La voz parecía más coqueta, no sin perder el tono amenazador.

Celeste no tenía escapatoria.  Estaba rodeada. Dicen que cuando un animal se siente aprisionado, saca fuerzas de flaquezas y ataca con todo su arsenal. Con los humanos debe ser igual, pues en ese momento recordó algo que su abuela le había mencionado cuando le contaba las historias de las gitanas antiguas. –“Cuentan las leyendas, querida, que en los tiempos de mayor peligro nuestras matriarcas invocaban el poder de la Madre Luna para traer a la vida las más maravillosas maldiciones gitanas. Recuérdalo, alábala y pídele apoyo utilizando lo que más te apasiona. La Plateada Madre te protegerá, en especial si la invocas en plena Luna Llena.”

Sin mayor esperanza que recordar las antiguas enseñanzas, la mujer cerró sus ojos y silenciosamente pidió el apoyo de la Luna. Inconscientemente comenzó a mover su cuerpo en una danza seductora. Elevó sus manos y comenzó a hacer patrones con sus dedos, mientras sus caderas se movían de un lado a otro. El viento agitaba su falda y sus cabellos. Los rayos lunares se reflejaron en la piel canela de la muchacha.

-“Vaya forma de rendirte. Me regalas a mí tu nuevo amo un baile erótico. Se ve excelente…”- El hombre no podía ocultar su exaltación. Estaba tan absorto en los movimientos de la gitana bailarina que no notó que el agua de la laguna comenzó a agitarse en pequeñas olas.

Los ojos de celeste se abrieron de golpe. Se habían tornado blancos como la Luna misma. Su baile proseguía, pero ahora eran movimientos más duros y bruscos. Moviendo sus brazos hacia su pecho, ocasionó que las ramas de los árboles se movieran. El agua se agitó más. Las aves y roedores fueron los primeros en huir. Los gatos y los perros escaparon con el rabo entre las patas. Una de las ramas más cercanas golpeó con fuerza al hombre, quien presa de la sorpresa, no tuvo tiempo de reaccionar. El baile de Celeste duró solo unos minutos, pero estaba agotada y cayó rendida luego de comprobar que su atacante estaba inconsciente.

***

-“Abuela, ¿qué fue lo que pasó?”- Celeste estaba en su cama siendo atendida por su abuela quien estaba moliendo algunas hierbas en su mortero para hacer un ungüento para tratar las heridas de su nieta. La habían encontrado utilizando la radiestesia y la habían llevado a su comunidad antes que el hombre recuperara la consciencia.

-“Al fin ha ocurrido. Quién te atacó debe ser David, el heredero de la Tribu Animal. Lo deduzco por lo que me describes: manipulación animal, cuerpo atlético, fragancia perturbadoramente placentera y el uso de la conjugación del verbo “aparear”. Han sido nuestros rivales desde tiempos inmemoriales. Ellos han estado celosos de nuestra relación con la Madre Luna desde siempre, pero nunca se habían atrevido a atacar. Veo que es impulsivo. Ha roto todos los tratados de no involucramiento de ambas razas. Esto está mal y traerá consecuencias. Me dices que tu lectura ayer no fue alentadora. Las señales no mienten.”- La anciana Anra dijo con pesadez en su voz.

–“Existe una predicción realizada por la primera de nosotras: “Aquella hija de mi sangre que logré invocar el poder completo de la Luna deberá prepararse para luchar. Serán cuatro los elegidos por el destino, uno por cada punto del mapa, para proteger el mundo de la decadencia humana. Cuatro serán sus rivales naturales. Ambos grupos gozarán de fuerzas que los demás desconocen. Ambos grupos se reconocerán por sus marcas al nacer”. Esa historia ha pasado de madre a hija por más de mil años. No pensé que podría ser testigo a mi edad.”


-“Hija mía, tu cansancio pasará. Debes recuperar tus fuerzas y aprender a controlar tus poderes. Eso es algo que nosotras no podremos hacer. Busca a los otros tres elegidos del destino. Usa tu sabiduría. Pero todo a su debido momento. Ahora debes descansar.”- Anra coloca su mano en la frente de Celeste, quien volvió a caer en un profundo sueño. –“Madre Luna, cuida a mi Celeste. Le esperan grandes pruebas y solo ella podrá superarlas si su espíritu es fuerte. Guíala a cumplir su destino.”

Las Crónicas del Odio





Dicen que los humanos le tememos a lo que no entendemos y por esa falta de entendimiento destruimos lo que tememos. A lo largo de nuestra historia lo hemos demostrado de una manera infalible.

Somos capaces de amar apasionadamente, pero también, de odiar con intensidad aún mayor. El odio, a diferencia del amor, nos hace ser menos cautelosos. Usualmente cuando amamos a alguien, tratamos de que quede en lo secreto, sin embargo, el odio deja huellas mucho más profundas en la línea temporal de la humanidad.

Para sustentar esa última observación solo nos hace falta analizar los crímenes de odio: asesinatos por el color de la piel, por las preferencias políticas, por la religión, por las preferencias sexuales o incluso por atrevernos a ser distintos. A falta de mejor expresión, considero que tenemos el odio programado en nuestros genes. Desde jóvenes con el bullying hasta adultos con las masacres, genocidios, holocaustos y demás acciones demostramos un lado más primitivo de nuestra psique.

Estos crímenes de odio, justificados por los perpetradores con una expresión de “inocente” ignorancia o por un complejo de superioridad han sido registrados en los anales de la historia. En realidad, se trata de intolerancia que se mezcla con estrechez de mente y una pizca de fanatismo cegador. Las víctimas han cambiado con la evolución de las culturas, pero el resultado es el mismo: Sangre derramada.

¿Cuál es la provocación del odio? Simplemente algo que sale de nuestro estándar y que amenaza nuestra percepción de la realidad.

La persecución de los primeros Cristianos por parte de los Romanos; Hitler cazó Judíos; en Salem quemaban mujeres acusadas de brujería; el KKK perseguía personas de color; las torres gemelas; el terrorismo interno en Perú; un tiroteo en una discoteca con público homosexual; nombremos la tragedia y obtendremos los datos que confirman que hemos vivido eras cargadas de intolerancia. Yoda, un personaje ficticio, lo definió muy bien en una frase: «El miedo es el camino hacia el lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira lleva al odio, el odio lleva al sufrimiento. >>

Hemos predicado tolerancia, pero muchas veces nuestras acciones nos contradicen (ojo, me refiero como raza humana en general, no como individuos). ¿Qué hubiese pasado si la realidad hubiera sido inversa? Las llamadas minorías serían los depredadores en lugar de las víctimas y aquellos que odian sentirían en carne propia el terror de dormir por la noche o expresar nuestras diferencias.

En honor a la justicia, el odio radical no se manifiesta en todos los humanos. Hay muchos que luchan por los derechos de otros. Sin embargo, esos “muchos” no pueden aportar mucho a la causa porque el odio se ha vuelto eficaz y eficiente. Se han escrito poemas, entonado canciones, hecho protestas y muchas actividades más en contra del odio, pero no es suficiente. Todos podemos ser infectados por el colmillo del prejuicio en algún momento de nuestras vidas, pero depende de cada uno nuestro nivel de tolerancia.  

Muchos de estos crímenes quedarán sin castigo, y aunque sea triste admitirlo, es la cruda realidad. Por otro lado, aunque suene utópico, debemos considerar aumentar la humanidad y controlar los instintos negativos que se despiertan en nosotros cuando tememos lo que no entendemos, cuando atacamos a lo que tememos, en pocas palabras, cuando destruimos lo que no está de acuerdo a nuestra estrecha visión del mundo.





Disclaimer: La Imagen no me pertenece. La encontré en http://proyectocabra.deviantart.com/art/ODIO-377336154

Se llama Odio por ProyectoCabra. No intento obtener riqueza alguna. Solamente la utilizo para graficar el artículo