Con la punta del Zapato
Al ritmo del bombo, los hinchas saltan en las tribunas Norte, Sur, Oriente y Occidente mientras la esfera blanco y negro rueda en el pasto. Los gritos y silbidos demuestran la pasión en la sangre y la unión entre desconocidos, que por una hora y media, son hermanos.
Abajo en el campo, veintidós hombres se enfrentan por llevar el honor a
casa; por obtener la victoria y satisfacer las demandas de sus colores:
Blanco y Azul; Crema y Rojo; Rosa y Negro; Celeste o la BlanquiRoja… no
importan las razas ni las creencias: todo se rige por una guerra de
ídolos.
Las emociones están a flor de piel. Amigos se convierten en rivales, enemigos encuentran cosas en común y los gritos ensordecedores hacen temblar el piso. Los cantos no se detienen al mismo tiempo que la búsqueda de goles continúa.
La violencia se convierte en paz… la intensidad quema… las personas se sensibilizan y defienden sus banderas con la fiereza que nos caracteriza a los humanos.
El silbato del árbitro resuena como trueno. Una falta deberá ser cobrada. La acusación de injusticia es unánime en un lado del estadio; los suspiros de alivio de miles se unen en uno solo al lado opuesto de las tribunas. La tarjeta temida se levanta, pero es solo una advertencia color amarillo. En esta guerra no se toman prisioneros.
Después de la mitad del juego, los ánimos entran en ebullición. Cualquiera de los bandos puede ganar. Los hinchas se abrazan y saltan: arriba y abajo. Gritando, gimiendo y llorando viven como si ellos estuviesen jugando.
El silbato vuelve a sonar. El silencio queda en el olvido. Los vencedores son cargados en brazos. Los perdedores se retiran, casi sin ser notados hacia la sombra de los vestidores. Todo el estadio estalla en lágrimas: algunas por euforia mal disimulada; otras por tristeza terminante. Es un abanico de emociones que se abre sin importar el sexo o la edad de los hinchas.
Las calles se llenan. Un mar de personas de distintas procedencias, se dirigen hacia un mismo objetivo: celebrar. En los vestidores, los vencedores ríen y se quitan el sudor, satisfechos por una faena difícil pero adictiva como la adrenalina. Al otro lado, los perdedores, meditan sus acciones: las falencias se miran en silencio. El entrenador, en medio de su frustración, jura venganza. La revancha llegará pronto y su ejército golpeará el tablero sin piedad.
Es el Fútbol, motivador de masas, disipador de diferencias, activador de pasiones y pólvora ardiente en los corazones de los súbditos del deporte rey.
DISCLAIMER: La imagen la obtuve en http://www.123rf.com/photo_10844349_soccer-ball-on-fire.html, no me pertenece y no intento obtener crédito por ella.
BYE
Las emociones están a flor de piel. Amigos se convierten en rivales, enemigos encuentran cosas en común y los gritos ensordecedores hacen temblar el piso. Los cantos no se detienen al mismo tiempo que la búsqueda de goles continúa.
La violencia se convierte en paz… la intensidad quema… las personas se sensibilizan y defienden sus banderas con la fiereza que nos caracteriza a los humanos.
El silbato del árbitro resuena como trueno. Una falta deberá ser cobrada. La acusación de injusticia es unánime en un lado del estadio; los suspiros de alivio de miles se unen en uno solo al lado opuesto de las tribunas. La tarjeta temida se levanta, pero es solo una advertencia color amarillo. En esta guerra no se toman prisioneros.
Después de la mitad del juego, los ánimos entran en ebullición. Cualquiera de los bandos puede ganar. Los hinchas se abrazan y saltan: arriba y abajo. Gritando, gimiendo y llorando viven como si ellos estuviesen jugando.
El silbato vuelve a sonar. El silencio queda en el olvido. Los vencedores son cargados en brazos. Los perdedores se retiran, casi sin ser notados hacia la sombra de los vestidores. Todo el estadio estalla en lágrimas: algunas por euforia mal disimulada; otras por tristeza terminante. Es un abanico de emociones que se abre sin importar el sexo o la edad de los hinchas.
Las calles se llenan. Un mar de personas de distintas procedencias, se dirigen hacia un mismo objetivo: celebrar. En los vestidores, los vencedores ríen y se quitan el sudor, satisfechos por una faena difícil pero adictiva como la adrenalina. Al otro lado, los perdedores, meditan sus acciones: las falencias se miran en silencio. El entrenador, en medio de su frustración, jura venganza. La revancha llegará pronto y su ejército golpeará el tablero sin piedad.
Es el Fútbol, motivador de masas, disipador de diferencias, activador de pasiones y pólvora ardiente en los corazones de los súbditos del deporte rey.
DISCLAIMER: La imagen la obtuve en http://www.123rf.com/photo_10844349_soccer-ball-on-fire.html, no me pertenece y no intento obtener crédito por ella.
BYE
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