Encontré
esa piedad que me permitió seguir la divinidad de este acontecimiento. Abro los
ojos, cerrados por la falta de fe que se arrastra en mi ser. Pude ver tu alma,
sexy y pura, cargada del erotismo que un cuerpo desnudo puede causar. La
reticencia ya no me dejará en silencio: admitir que te buscaba debo. En verdad,
te digo que no sabía cómo reaccionar y despertar de la petrificación que la
falsedad causó en mi corazón.
Tu
pacifismo es agresivo. Asesina las dudas que puedo tener, succionándoles la
vida. Paciencia obligada: solo queda luchar o morir, o al menos es lo que solía
pensar, antes de huir en búsqueda del reposo que tanto necesito. El amor hace
que me mueva entre los mundos, reales y fantásticos. El desinterés que alivia
el dolor viene y me consuela.
Despertaré
de mi pereza, cruelmente disfrazada de inocencia. El orgullo quema más que el
sol al medio día con la codicia que tengo por ser eterno enamorado. La ira me
dará fuerzas para contraatacar ante mis propios deseos tóxicos. La gula
infinita nunca se sacia. Ya lo acepté. La lujuria se levanta e invade mi mente
mientras recarga el amor apasionado. Envidio el tamaño de tu espíritu férreo
que sigue avanzando sobre caminos empinados.
Nuestros
cuerpos se fusionan en un orgasmo explosivo. Las lágrimas se secan y las
respiraciones se aceleran. ¡Qué el cielo y el infierno se confundan! Tu alma y
mi espíritu se hacen uno. Nuestros corazones laten en sincronía en un río de
semen y sangre.
¡Qué
este orgasmo sea ejemplo para todas las razas y religiones! ¡Todos los hombres
y mujeres levántense! Busquen la libertad de amar a quien despierte su felicidad.
Las emociones se unirán bajo la luna azul. Pequemos para cumplir la ley de la
vida. Perdámonos con la esperanza de encontrarnos mutuamente en el paraíso que
construimos con nuestras sombras y destellos.