viernes, 21 de agosto de 2020

La ley del Orgasmo

 

 

Encontré esa piedad que me permitió seguir la divinidad de este acontecimiento. Abro los ojos, cerrados por la falta de fe que se arrastra en mi ser. Pude ver tu alma, sexy y pura, cargada del erotismo que un cuerpo desnudo puede causar. La reticencia ya no me dejará en silencio: admitir que te buscaba debo. En verdad, te digo que no sabía cómo reaccionar y despertar de la petrificación que la falsedad causó en mi corazón.

 

Tu pacifismo es agresivo. Asesina las dudas que puedo tener, succionándoles la vida. Paciencia obligada: solo queda luchar o morir, o al menos es lo que solía pensar, antes de huir en búsqueda del reposo que tanto necesito. El amor hace que me mueva entre los mundos, reales y fantásticos. El desinterés que alivia el dolor viene y me consuela.

 

Despertaré de mi pereza, cruelmente disfrazada de inocencia. El orgullo quema más que el sol al medio día con la codicia que tengo por ser eterno enamorado. La ira me dará fuerzas para contraatacar ante mis propios deseos tóxicos. La gula infinita nunca se sacia. Ya lo acepté. La lujuria se levanta e invade mi mente mientras recarga el amor apasionado. Envidio el tamaño de tu espíritu férreo que sigue avanzando sobre caminos empinados.

 

Nuestros cuerpos se fusionan en un orgasmo explosivo. Las lágrimas se secan y las respiraciones se aceleran. ¡Qué el cielo y el infierno se confundan! Tu alma y mi espíritu se hacen uno. Nuestros corazones laten en sincronía en un río de semen y sangre.

 

¡Qué este orgasmo sea ejemplo para todas las razas y religiones! ¡Todos los hombres y mujeres levántense! Busquen la libertad de amar a quien despierte su felicidad. Las emociones se unirán bajo la luna azul. Pequemos para cumplir la ley de la vida. Perdámonos con la esperanza de encontrarnos mutuamente en el paraíso que construimos con nuestras sombras y destellos.