Atrapado en el
reloj del Padre Tiempo,
observando cómo
la arena del Río Lethe,
que recorre el
desierto del olvido,
me cubre hasta
el cuello,
asfixiándome
entre el día y la noche,
en aquel momento
donde la Nada
entona su elegía al vacío.
Veo el sol
ocultarse día a día
a través de las
paredes de cristal templado
de mi prisión
mientras la agonía se repite
una y otra vez
en un eterno baile.
He visto
guerras, pestes, hambre y muerte;
he sido testigo
de aberraciones que se hacen llamar humanos.
He visto como la
vida y el amor se aferran una al otro
para seguir
existiendo.
Colgado de la
cintura del Anciano Guardián,
me siento
obligado a olvidar;
a no recordar lo
vivido, lo deseado, ni lo soñado.
Tan sólo con el
anhelo de encontrar la memoria robada,
por el cruel
Olvido.
El tiempo se
desvanece mientras la noche llega y se va,
trato de huir,
trato de beber de las aguas del Mnemósine
para encontrarme en mis recuerdos, pero
ya no hay fuerzas
para recordar.
Olvidé el primer amor, el primer dolor;
olvidé la caricia maternal y el sermón
del padre;
he olvidado todo, menos el significado
de Eternidad...