Realmente a veces no aprovechamos nuestras últimas
palabras, es decir las últimas palabras que decimos a alguien. Por ejemplo, las
podemos desperdiciar diciendo cosas tan superfluas como
“dame los vasos”, “¿hiciste la tarea?”,
“¡no hagas eso!”, etc. Nos gastamos el tiempo para utilizar
estas frases, pero no aprovechamos ese
tiempo para decir cuán importante son en nuestra vida esas personas especiales para nosotros.
Muchas veces
ni siquiera decimos “Te amo “o incluso a
veces ni nos acordamos de decir “Cuídate”
y si lo decimos lo hacemos por
reflejo, por una rutina. Nadie sabe lo que pasará en los próximos minutos, lo cual hace de nuestra existencia
algo completamente impredecible.
Es lamentable que lo último que le diga a alguien pueda
ser algo tan frio como “Dame esto”. Dicen que las cosas importantes, son las que
realmente vale la pena demorarse en decirlas, pero, ¿queremos tomarnos ese
tiempo?
A veces nuestras palabras no son frías, si no hirientes. Cuando nos molestamos con alguien, hablamos
por la ira, y casi todas las veces, no pensamos en lo que se puede romper por
no cuidar lo que sale de nuestras bocas.
Es válido que nos molestemos, incluso podemos
discutir, (siempre es bueno sacar lo que nos molesta) y es cierto que mientras
ms amamos a alguien, mayor posibilidad existe de que nos molestemos con ese
alguien. No obstante, tenemos el reto de auto controlarnos.
Una palabra, un gesto o una mirada pueden definir
todo en nuestra vida.
La ira y el cariño son las “enfermedades” más
contagiosas del mundo. Saltan de corazón
en corazón sin darnos cuenta.
Nosotros podemos elegir cuál de ambas. Cuando peleamos nos cuesta
comernos ese orgullo y ceder.
Esta ira, o mejor dicho, este mal trato pueden
empujarnos a hacer cosas muy graves, muchas veces acabando en una depresión
cuyo final es obvio.
Nadie está
libre de sufrir un accidente, ya sea un ser querido o nosotros, ¿sería
agradable que el último diálogo sea una pelea?
¿Un pensamiento hiriente? Después
nos podemos arrepentir mucho, pero muchas veces no tendrá remedio alguno.
¿Serán nuestras últimas palabras las incorrectas,
aquellas que a pesar de las disculpas nunca podremos borrar? O ¿Serán las
palabras correctas, a pesar de ser invadidos por la rabia?
Tengan cuidado, pues las palabras son peligrosas o
sanadoras, según lo decidamos.