Luis Fabio
era un leoncito muy valiente y generoso. Era amigo de Carolina, una tierna y
soñadora oveja que trabajaba en la fábrica de almohadas y de Víctor, un búho
que trabajaba en la biblioteca del pueblo. Los tres amigos siempre pasaban
juntos sus tardes libres.
Una tarde,
Luis Fabio despertó de su siesta, como futuro rey de la selva se las tomaba a
menudo y fue a buscar a sus dos amigos. Era una tarde cálida y las hojas
doradas de otoño reflejaban la luz del sol sobre la hierba. Carolina y Víctor
siempre esperaban a Luis Fabio cerca al gran pino, al centro del bosque. Eran
las 3 de la tarde y a Luis Fabio se le había hecho tarde. Al llegar al punto de
encuentro, el joven león notó que algo estaba mal. Sus amigos no estaban. Las
hojas en el piso parecían desordenadas por alguien, no por el viento. Al
acercarse más al pino vio una nota, escrita con fea letra.
“Tengo a
Carolina y a Víctor. Me quedaré con la lana de ella y con los libros de él. Si
los quieres ver, búscame.
Esuom
Yeckim, la serpiente”
Luis Fabio
se molestó mucho. Esuom Yeckim era una serpiente que siempre quería molestarlo
sin mayor razón que su aburrimiento. Tendría que ir a buscarlo a su cueva en la
montaña más alta, esa que quedaba bastante lejos del pino. Luis Fabio tenía que
sentarse a pensar antes. No sabía cómo vencer esta vez a la escurridiza
serpiente. Siempre usaba trampas nuevas en su cueva, pero esta vez era
diferente. Era la primera vez que sus amigos peligraban. El joven león debería
liberar a sus amigos. Solamente él podría. Todos los demás le tenían miedo a
Esuom Yeckim (tenían miedo de que los mordiera). Luego de meditarlo unos
segundos, Luis Fabio se dirigió a la cueva de la serpiente. Sería una caminata
larga.
Mientras
Luis Fabio llega, veamos cómo le va a Carolina y a Víctor.
“Auxilio
beee, auxilio beee” lloraba Carolina. La jaula en donde estaba era muy fría.
“Tranquila
Carolina, hoot, sé que Luis Fabio vendrá hoot”. Víctor intentó consolarla desde
su jaula.
“Sssssilencio…Luissss
Fabio no podrá resssscatarlosss. Yo tengo lassss llavesss escondidasssss,
ademásss soy mil veces más lisssto que él” -Esuom Yeckim dijo.
“¡Déjanos
salir, hoot! Mira ya hiciste llorar a Carolina. Luis Fabio te vencerá,
hoot.”-Víctor intentó defenderse, pero la serpiente golpeó la jaula mareándolo.
Después de
casi media hora, Luis Fabio llegó a la cueva. Estaba oscura y apenas podía ver.
Menos mal había llevado su linterna y eso le ayudó a encontrar su camino.
Sentía frío. La cueva parecía estar influenciada por un invierno eterno, lo
cual era curioso, porque él había aprendido en el colegio que las serpientes se
quedaban dormidas con el frío. Lo que Luis Fabio no sabía era que Esuom Yeckim
usaba siempre una chalina y un saco abrigadores.
El leoncito
siguió avanzando con cuidado. El piso estaba muy resbaloso. Llegó a un lugar
donde alguien había encendido lámparas. Había dos jaulas, una encarcelaba a una
oveja y la otra a un búho: sus dos amigos. No había rastro de la serpiente.
“¡Amigos,
vengo a liberarlos!”- Luis Fabio les gritó.
-“Con
cuidado bee, Luis Fabio. Debe estar cerca, bee”- Carolina le advirtió.
Y así era.
La serpiente se levantó silenciosamente desde las sombras e intentó atacar al
león por la espalda. Lo tomó por sorpresa y Luis Fabio soltó su linterna. La
serpiente los estaba apretando fuertemente. Seguía usando su chalina y su saco.
-“¡Suéltalo,
hoot!”- Víctor gritó desde su jaula.
-“Tú
puedes, Luis Fabio bee”-Carolina animó.
Luis Fabio
intentó algo que había aprendido cuando paseaba por el bosque solo. Lanzó un
rugido tan fuerte que la serpiente tuvo que soltarlo.
-“No me
vencerássssssss.”- Esuom Yeckim le respondió. No se había dado cuenta, pero su
saco se le había caído.
-“¡Libéralos!
No tienes el derecho de quitarles su libertad”- Luis Fabio le respondió.
La
serpiente se lanzó en contra de Luis Fabio, pero esta vez él estaba listo. En
el forcejeo, logró quitarle la chalina de su cuello, y como le habían dicho en
el colegio, Esuom Yeckim se quedó dormido al instante. Su cuerpo no resistió el frío de su propia
cueva.
-“Buscaré
la llave en su saco”. – Luis Fabio dijo
y se acercó al saco.
Con la
llave pudo liberar a sus amigos de sus jaulas.
-“Gracias
Luis Fabio, bee. Eres muy valiente, bee.”- Carolina dijo mientras sonreía y
abrazaba a Luis Fabio.
-“Hoot,
Hoot. ¡Muchas gracias Luis Fabio!”- Víctor se unió al agradecimiento.
Los tres
amigos salieron de la cueva, dejando a Esuom Yeckim para que duerma tranquilo.
Una vez fuera, se pusieron a jugar como habían quedado, disfrutando de su
libertad recuperada.
FIN