Fue el cumpleaños de mi buen amigo Malcolm. Como regalo, le escribi una historia inspirada en una imagen creada por él.
La noche que siempre recordaré fue cuando me desperté agitado con el cuerpo cubierto en sudor frío, hace dos días. Las sábanas naranjas yacían en el piso. Mis manos temblaban y no las podía controlar. ¿Qué significó ese sueño? Se sintió tan real…
Eran esos momentos los que me hacían dudar de mi decisión de vivir solo. No es que me queje, fue mi elección, pero sería tan bueno tener a alguien con quien compartir ese sueño. Pero no debía pensar en eso. Mis habilidades me obligaron a vivir en soledad. No. Fui yo quien se obligó a vivir solo.
Debería hablar con mi familia. Ellos me ayudarían de seguro. ¡Qué importa mi orgullo! Era insoportable. Mi cuerpo parecía estar desacostumbrado a respirar. ¡Qué asco! Mi cuerpo estaba demasiado húmedo para sentirme cómodo.
Me levanté con recelo para mirarme al espejo. Tenía que absolver esas dudas. Mi sueño se sintió tan real que mi reflejo me perturbó al principio. Era yo sin duda. Mi cabello rubio con tonalidades naranjas. Mis ojos seguían siendo azules, si bien un poco cansados pero azules al final. Mi piel pálida pero no traslúcida. Sólo me cubría mi boxer naranja, pero no el atuendo morado que mi sueño mostró.
Ya no podría dormir. Talvez si dibujaba mi sueño podría calmarme, pensé. Pero debería tener cuidado. De perder el control, todo lo que dibuje podría hacerse realidad. Me tomó años de práctica y concentración controlar la pictomancia, pero no podía confiarme. El stress del sueño fue desapareciendo. Por lo menos mis manos dejaron de temblar y mi respiración se normalizó. Tendría que ver el sueño desde otra perspectiva antes de que se borre de mi mente. Ese hombre era tan parecido a mí y a la vez tan diferente. Si sólo dibujara no pasaría nada, me dije. Tenía fe en mis habilidades y en mi autocontrol.
Me puse una camiseta blanca. No cubrí mi boxer, no había razón alguna para hacerlo de todas formas. Me senté en la mesa de trabajo con mi cuaderno de arte y comencé a dibujar lo que recordaba del sueño.
Fue como si hubiese entrado en un poderoso trance. No me di cuenta de lo que estaba dibujando hasta que lo terminé. Ni siquiera noté como Orange, mi gato, paseaba por la recámara ni cuando le puse color a los dibujos. El tiempo no parecía haber transcurrido cuando vi las imágenes. El resultado de mi sesión de dibujo fue sobrecogedor.
Había dibujado varias escenas. En la primera escena estaba caminando en mi atuendo naranja acostumbrado por un bosque lleno de rosas rojas y negras en iguales cantidades. Parecían ser minutos antes del amanecer, ¿o eran minutos antes del anochecer? No estaba tan claro en el dibujo.
El segundo cuadro me mostraba un cementerio. Las lápidas se levantaban en el jardín de orquídeas y lirios. Parecían rodearme, pero si miraba con el escrutinio propio de todo dibujante cada detalle, mi rostro mostraba mi típica frialdad Británica; mi rostro libre de preocupaciones.
En el tercer dibujo, me encontraba arrodillado frente a una tumba blanca y solitaria. Rosas muertas adornaban el lecho mortuorio. La inscripción que se leía en la lápida se llevó la poca calma que había conseguido. Estaban mis iniciales D.R. y la fecha era la de mi nacimiento. Quien quiera que descansaba bajo esa lápida había muerto el mismo día que yo nací: el 07 de Marzo, más de 28 años atrás.
La poca cordura que me quedaba, se hizo invisible de un momento a otro. La última imagen me mostraba frente a mi mismo, como si mirara en un espejo distorsionado. O eso parecía. ¿Era yo? No podía ser. Su piel era transparente. Sus ojos rojos como la sangre. Sus facciones más delgadas, su piel pegada a sus huesos. Su cabello rubio al igual que el mío, pero con menos brillo, más platinado y menos dorado. Su ropa era de un color morado oscuro y mucha más larga que la mía. Le cubría más su cuerpo llegando hasta sus tobillos. Parecía una versión tenebrosa de mí. Ambos estábamos extendiendo un brazo hacia el otro: yo el derecho y… mi reflejo o mi versión oscura…no sabría definirlo… su brazo izquierdo. Parecíamos estar en una iglesia. Los vitrales del fondo me daban esa impresión. Pero su mirada me decía muchas cosas diferentes, parecían reprocharme y decirme “eres mío”. Si hubiera sabido lo que sé ahora.
Eran esos momentos los que me hacían dudar de mi decisión de vivir solo. No es que me queje, fue mi elección, pero sería tan bueno tener a alguien con quien compartir ese sueño. Pero no debía pensar en eso. Mis habilidades me obligaron a vivir en soledad. No. Fui yo quien se obligó a vivir solo.
Debería hablar con mi familia. Ellos me ayudarían de seguro. ¡Qué importa mi orgullo! Era insoportable. Mi cuerpo parecía estar desacostumbrado a respirar. ¡Qué asco! Mi cuerpo estaba demasiado húmedo para sentirme cómodo.
Me levanté con recelo para mirarme al espejo. Tenía que absolver esas dudas. Mi sueño se sintió tan real que mi reflejo me perturbó al principio. Era yo sin duda. Mi cabello rubio con tonalidades naranjas. Mis ojos seguían siendo azules, si bien un poco cansados pero azules al final. Mi piel pálida pero no traslúcida. Sólo me cubría mi boxer naranja, pero no el atuendo morado que mi sueño mostró.
Ya no podría dormir. Talvez si dibujaba mi sueño podría calmarme, pensé. Pero debería tener cuidado. De perder el control, todo lo que dibuje podría hacerse realidad. Me tomó años de práctica y concentración controlar la pictomancia, pero no podía confiarme. El stress del sueño fue desapareciendo. Por lo menos mis manos dejaron de temblar y mi respiración se normalizó. Tendría que ver el sueño desde otra perspectiva antes de que se borre de mi mente. Ese hombre era tan parecido a mí y a la vez tan diferente. Si sólo dibujara no pasaría nada, me dije. Tenía fe en mis habilidades y en mi autocontrol.
Me puse una camiseta blanca. No cubrí mi boxer, no había razón alguna para hacerlo de todas formas. Me senté en la mesa de trabajo con mi cuaderno de arte y comencé a dibujar lo que recordaba del sueño.
Fue como si hubiese entrado en un poderoso trance. No me di cuenta de lo que estaba dibujando hasta que lo terminé. Ni siquiera noté como Orange, mi gato, paseaba por la recámara ni cuando le puse color a los dibujos. El tiempo no parecía haber transcurrido cuando vi las imágenes. El resultado de mi sesión de dibujo fue sobrecogedor.
Había dibujado varias escenas. En la primera escena estaba caminando en mi atuendo naranja acostumbrado por un bosque lleno de rosas rojas y negras en iguales cantidades. Parecían ser minutos antes del amanecer, ¿o eran minutos antes del anochecer? No estaba tan claro en el dibujo.
El segundo cuadro me mostraba un cementerio. Las lápidas se levantaban en el jardín de orquídeas y lirios. Parecían rodearme, pero si miraba con el escrutinio propio de todo dibujante cada detalle, mi rostro mostraba mi típica frialdad Británica; mi rostro libre de preocupaciones.
En el tercer dibujo, me encontraba arrodillado frente a una tumba blanca y solitaria. Rosas muertas adornaban el lecho mortuorio. La inscripción que se leía en la lápida se llevó la poca calma que había conseguido. Estaban mis iniciales D.R. y la fecha era la de mi nacimiento. Quien quiera que descansaba bajo esa lápida había muerto el mismo día que yo nací: el 07 de Marzo, más de 28 años atrás.
La poca cordura que me quedaba, se hizo invisible de un momento a otro. La última imagen me mostraba frente a mi mismo, como si mirara en un espejo distorsionado. O eso parecía. ¿Era yo? No podía ser. Su piel era transparente. Sus ojos rojos como la sangre. Sus facciones más delgadas, su piel pegada a sus huesos. Su cabello rubio al igual que el mío, pero con menos brillo, más platinado y menos dorado. Su ropa era de un color morado oscuro y mucha más larga que la mía. Le cubría más su cuerpo llegando hasta sus tobillos. Parecía una versión tenebrosa de mí. Ambos estábamos extendiendo un brazo hacia el otro: yo el derecho y… mi reflejo o mi versión oscura…no sabría definirlo… su brazo izquierdo. Parecíamos estar en una iglesia. Los vitrales del fondo me daban esa impresión. Pero su mirada me decía muchas cosas diferentes, parecían reprocharme y decirme “eres mío”. Si hubiera sabido lo que sé ahora.
El impacto bloqueó mis sentidos. El control sobre mis sentidos se volvió nulo mientras acariciaba la imagen. Lo demás se volvió borroso. Los hilos que me aferraban a este mundo desaparecían y fueron reemplazados por espinas venenosas. Había perdido el control de mis poderes y ya era tarde. Las memorias de otro me invadieron. Las mías se mezclaban en un laberinto. Pude recordar mi nacimiento. Recordé que no debí nacer solo. Éramos dos los destinados a nacer ese día. Pero algo salió mal. Con rencor recordé que tuve que ser sacrificado para que el “perfecto” Drachea naciera. Fui negado del amor de la madre que me escogió para morir. Esos no podían ser mis pensamientos…todo era tan confuso. Recordé la tristeza de mi madre cuando le pedía un hermano y la sobreprotección hacia mí. Pero ahora con tu cuerpo podré rehacer lo que me negaron. Podría crear un mundo mejor para mí. Dibujar todo el cariño que me negaron. Era yo el que debía vivir, el que debía nacer. Pero por un momento olvidé como dibujar, como activar mis poderes de pictomancia. Es imposible que tu espíritu fuera más fuerte. Yo debí nacer. Tú debiste morir… Los recuerdos volvían a su curso normal. Era yo mismo. Mi espíritu era yo otra vez. Esas ideas de amargura me abandonaban, como si nunca me hubieran poseído. Pero dejaron en mí memorias y conocimientos que antes no tenía además de lágrimas amargas en mis ojos.
Esa noche el espíritu de mi gemelo muerto quiso dominar mi cuerpo, mis habilidades de pictomancia. Pero estando en el limbo comprendí algo que él no. Drachea tenía la pictomancia y el arte, Dead Rose por su parte, era el eliminador. Sus poderes hubieran sido opuestos a los míos de haber nacido. Si yo podía crear, el podría haber logrado eliminar, como si borrara con una goma de borrar lo que yo podía dibujar con un lápiz. Por eso no pude dibujar ni una línea cuando no era yo. Lástima que el último dibujo está arruinado. Al acariciarlo como Dead Rose, sus poderes se activaron inconscientemente y difuminaron su imagen, permitiéndome que retome el control
Comprendí eso mientras Dead Rose dominaba mi cuerpo, tan incompatible con su yo verdadero, y eso dio fuerzas a mi espíritu para desterrar su intrusión. Pero supongo que no puedo confiarme ahora. Si me dominó una vez, podría regresar. Sólo que ahora estaré preparado. Mayor autocontrol es imperativo de ahora en adelante. Podría intentar el yoga para evitar que Dead Rose vuelva y arruine mi vida. Pero lo más importante: mi madre y yo tenemos mucho de que hablar sobre mi infancia. Y ahora que sé todo, ella no me podrá ocultar nada. ¿Podré soportarlo? Supongo que sí. Soy fuerte.
Este episodio me demostró que si temo crecer, el stress de esa sensación derrumbaría mis barreras espirituales. Creo que debo aceptar que este 7 de Marzo seré mayor. Tal vez mis miedos fueron lo que le permitieron tomar el control. Tal vez fue que nuestro cumpleaños le dio fuerzas. Debo investigar un poco al respecto. Pero antes de cualquier cosa, creo que iré a reemplazar esas rosas negras por unas rojas. Debo ir con mi madre al cementerio, de ser posible hoy mismo o mejor el día de mi cumpleaños. Creo que tendría mejor efecto. Eso de hecho ayudaría a Dead Rose a descansar, sabiendo que mi madre aún lo ama. Al menos eso espero…
La imagen es http://drachearannak.deviantart.com/art/Introducing-Dead-Rose-73255463
Introducing Dead Rose, creada por Drachea Rannak. Visiten su galerìa. La imagen la uso con su permiso
Feliz cumple amigo...
2 comentarios:
Mil gracias lindo! Como ya te dije, esta buenísimo! Ahora quiero mis boxers naranja! XD
Le diste una atmósfera muy escalofriante y un poco retorcida, como solo vos sabes hacer.
Muchas gracias otra vez
Bueno, muy buen texto, muy imaginativo e inquietante, con un tensión que va en aumento... genial. Muy al estilo de Borges o algo así, me encantó.
Eso si, debo decirte que cuesta leer ese morado sobre negro. Y que al final descubrí como hacerlo, marcando el texto como para copiar, asi las letras se ponen blancas, jaja
Bezos.
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