Otro múltiplo de 3. Un año intenso: lecciones aprendidas
con sudor, sangre y lágrimas. Mis errores han sido gigantes, pero las lecciones
han tenido proporciones bíblicas.
Creo que ha sido un año para dejar ir... para aceptar
aquello que no puedo cambiar y para aprender más sobre las relaciones humanas.
Tengo la misma edad que la cantidad de años que mi País
no participaba en el mundial, y aunque el fútbol y yo nunca hemos sido amigos,
es interesante ver cómo ese pequeño orgullo en mi corazón sacó su cabeza para
olfatear el aire.
Los años no pasan en vano: me siento más sabio, capaz de
aceptar los cambios físicos que mi cuerpo presenta (un paso a la vez: Todos
mencionan mi calvicie como una broma bastante original, aunque solo mencionan
lo obvio, y creo que mi primera acción de cortarme cada vez más al ras el
cabello me ayuda a reírme de mi mismo). Hay cosas que no cambian, sin embargo.
Sigo siendo un ratón de biblioteca, un coach oculto en las sombras, un
contorsionista aficionado y un par de orejas capaces de escuchar.
Dios me ha permitido vivir un año más. Me ha entrenado
como lo haría la milicia: las pruebas han sido duras, pero mi empatía sí que se
ve musculosa. Aún hay cosas que no puedo lograr, pero al menos estoy
intentando.
Me preguntaron, ¿qué esperas de estos 36 años? Me dejó
pensando y solo pude responder: ser feliz, ser digno de esa felicidad y poder
cumplir mis metas propias.
Tengo la mirada más cansada, la mente más lenta a veces y
la sensación que el tiempo vuela demasiado rápido pero siento que el corazón se
me ha curtido como el cuero, con todos mis demonios y serafines internos.
Agradezco a Dios y a la vida, pues aunque a veces me
cueste verlo, soy una persona querida que a pesar de sus errores y
aciertos es considerada parte de la vida de otros.
A ponerle entusiasmo y más huevos a este año. Como dirían
en el teatro: ¡mucha mierda!