Culpables de la Gula emocional:
siempre buscamos y obtenemos más sentimientos de los necesarios y nunca dejamos
de devorar el dolor ajeno. Nuestra templanza escasea al aumentar nuestro
apetito insaciable.
La sangre nos hierve. Nuestra
lujuria mancha nuestras blancas ropas con las lágrimas que nutren nuestra
vanidad. Hemos creado un mito a base de la castidad olvidada. ¡Lujuria que
ocultas nuestra soledad y nos motivas (o manipulas) desde lo secreto, instigando
todas las guerras en nuestro interior!
Los sueños cumplidos, si son
ajenos, envenenan con envidia el espíritu. Celos y destrucción van de la mano,
mientras la caridad se extingue al no tener combustible que la haga arder. La
mordida de la Serpiente aún no se borra. Seguimos heredando la cicatriz de sus
colmillos: los padres de nuestros padres sufrieron con ponzoña desde el inicio
del Tiempo.
Codiciamos todo lo que la vida
pueda darnos generosamente. Codiciamos aventuras, contacto, reconocimiento e
incluso el futuro aún no escrito. Vivimos sellados en nuestro egoísmo junto a
los restos de quienes fuimos. Nuestro más grande anhelo: nuestra libertad.
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Diligentemente hemos decidido
vivir en la apatía y la pereza. ¿Por qué molestar nuestra vida pensando o
sintiendo cosas complicadas? Mejor no hacer nada... la vida proveerá y el
sacrificio de otros nos dará lo que buscamos. Dejemos que incluso nuestros
sueños duerman pues ya la vida avanza lo suficientemente rápido por todos
los seres vivos.
Rompimos lazos porque nos ardía el
cuerpo con ira. ¡El único paciente es Dios! Nosotros podemos ser víctimas de
nuestras explosiones y arrastrar a otros en el hoyo negro de la cólera.
Vomitamos sangre y bilis sobre aquellos en nuestra contra. ¡Déjalo arder... el
fuego debe destruir!
Hemos visto el mundo con un ojo
diferente. El mundo que vimos es una farsa en la que nadie es superior a
nosotros. Nos cubrimos los ojos con nuestra soberbia. Los hijos de la humildad,
según pensamos, deben servirnos como peones. Todo lo que hacemos tiene una
justificación: nuestra auto importancia.
Siete pecados contra siete
virtudes: nuestros seres se alimentan de la desgracia, pero eso es lo que nos
hace humanos... el equilibrio entre nuestras afrentas y nuestras acciones
sanadoras. Serpiente alada que se come la cola...