Se
sabe que la primera Mujer, Eva, pudo hablar con la Serpiente. Lo que no se
conoce, sin embargo, es que esta habilidad pasó, a través de los genes, entre
sus descendientes directas: aquellas mujeres con aunque sea una gota de sangre
de Eva (es decir, todas) heredarían su habilidad de comunicación ofidia.
La
historia ha dejado confusa la existencia de estas mujeres. Muchas de ellas son
consideradas mitos o leyendas. Una de las más conocidas es, sin lugar a dudas,
Medusa, quien al recibir el castigo de Atenea y obtener serpientes en lugar de
cabellos, descubrió que podía intercambiar conversaciones muy profundas con los
venenosos reptiles. Otra mujer famosa
que obtuvo favores de las serpientes fue Cleopatra, quien pudo convencer a una
cobra egipcia le ayude a planificar su propia muerte, pues prefería estar
muerta a ser sometida a la esclavitud impuesta por Octavio. Ambos ejemplos nos
demuestran que las cicatrices marcadas por la traición mutua pueden ser
borradas con el tiempo.
En la
actualidad no es común que las mujeres demuestren esa habilidad, pues las
preocupaciones del día a día bloquean las cualidades más primordiales, sin
embargo, una joven mujer, de nombre Iagalis, había descubierto que aquellos
siseos eran más coherentes de lo que se podría esperar. Su primera experiencia
ocurrió cuando cumplió seis años y viajó con sus padres a la Amazonía Peruana. En ese viaje se alejó de sus padres en una
visita guiada por la selva. Se había distraído y todos habían avanzado. Un Pitón
hembra, que colgaba de una rama, se apiadó de la pequeña e inocente Iagalis
y, en lugar de atacarla como le dictaban sus instintos, la consoló mientras
lloraba por sentirse sola. Luego de unos minutos de intercambiar palabras, le
indicó el camino por el que habían caminado sus padres.
—Sssssi te apressssurassss lossss
podrássss alcanzar. Sssse fueron por esssste camino. Ve con cuidado pequeña. —
la pitón señaló un sendero hacia el oeste con su cola.
—Gracias por su ayuda Sra. Pitón.
—la pequeña Iagalis se despidió y corrió hacia la dirección señalada por su
nueva amiga. Al cabo de unos minutos alcanzó a sus padres, quienes estaban
buscándola muy nerviosos y no se alejaron de ella durante el resto del viaje.
Conforme
fue creciendo, investigó todo lo referente a las serpientes y su
comportamiento. Iba muy seguido a los serpentarios en su ciudad. En muchas
ocasiones, recibía inspiración para resolver sus problemas tras conversar con alguna
de las serpientes. Tenían ideas muy creativas y conocían mucho de historia
antigua.
Ya en su
vida adulta, su amistad con serpientes, culebras y víboras la hacía una de las
artistas circenses más exitosas bajo la carpa. El Circo en el que trabajaba
tenía una fuerte inspiración en las constelaciones: el Zodiaco, la Osa Mayor,
la Osa Menor, Orión y Andrómeda, entre otras. El número de Iagalis representaba
una fusión de la misteriosa constelación de Serpens (o la Serpiente en las manos
de Ofiuco) e Hidra (la famosa serpiente de 9 cabezas), por lo que su actuación
se consideraba sanadora e intrigante.
Era una de las presentaciones del medio, justo antes de la actuación de
los arqueros a caballo que representaban a Sagitario.
Una noche
de verano, Iagalis estrenaba una nueva rutina que involucraba más de quince
serpientes. Su acto empezó cuando ella subió por una escalera plegable de unos tres
metros de altura a una plataforma con una enorme canasta circular esperándola.
Las luces bajo la carpa se atenuaron. Se
arrodilló al lado del cesto y cerró los ojos. Parecía susurrar algo, pero nadie
podía oírla. Luego de unos segundos se puso de pie y dio una señal afirmativa
al maestro de ceremonias, quien no perdió el tiempo y continuó según lo
ensayado:
—¡Damas, Caballeros y Niños del público, les
rogamos el total silencio para el siguiente número en el que nuestra Amazonas,
la espectacular Reina de las Serpientes Iagalis, los deleitará y cautivará con el misterio y la mística
ancestrales…!
El público guardó silencio. La música que la
orquesta había preparado comenzaba con ritmos de percusión africanos mezclados
con instrumentos de viento que soplaban una melodía atrayente. El resultado:
una cadencia musical que daba rienda suelta a la imaginación. Por otra parte,
la iluminación alternaba entre colores verdes, morados, rojos y azules. Iagalis
comenzó a danzar. Sus movimientos parecían guiar el ritmo de la música, no al
revés. Con los ojos cerrados y una sonrisa coqueta en su rostro, la joven mujer
levantaba sus brazos sobre su cabeza y movía sus caderas en forma de círculos
mientras detrás de ella un enorme pitón plateado salía del canasto en la
plataforma imitando los movimientos de Iagalis.
La danza continuó ganando fuerza. Los
tambores se hacían urgentes. El enorme pitón que salía del cesto medía poco más
de dos metros. Las luces causaban la ilusión óptica de cambiar los colores de
las escamas del reptil. Como en un trance, Iagalis tomó la cabeza del pitón
entre sus manos y apoyó su frente en ella. La serpiente poco a poco iba
sujetándose de la columna de la plataforma con su cola, mientras se
alejaba respetuosamente de su ama y formaba una conexión con otra
plataforma un poco más baja. Se sujetó de esta plataforma con la cabeza.
Iagalis seguía su danza. Ahora la música se
volvía más lúdica y animada. Sin previo aviso, la mujer se sujetó del cuerpo de
su compañero de espectáculo y se deslizó hacia la otra plataforma. Los reflectores
la siguieron para descubrir que mientras el público fue distraído por la danza,
otras plataformas y escaleras habían sido instaladas.
Iagalis llegó a la otra plataforma y comenzó
un enorme juego de serpientes y escaleras: subiendo y deslizándose al ritmo de
la música. Las serpientes la miraban con admiración y respeto. Había jugado con
sus compañeros de escenario, bailando con ellos. Como gran final, luego de
deslizarse desde la última plataforma hasta el centro de la pista, dos
serpientes la envolvieron y formaron un caduceo humano justo al mismo tiempo
que la música terminaba y las luces se encendían. El público estalló en palmas
y ovaciones bajo la carpa…todos la miraban extasiados, excepto un par de ojos…
***
La crítica había sido generosa. Veinte líneas
de alabanza del show estelar, en especial, la parte del espectáculo que se
centró en los ofidios. Nada mal para la noche de estreno, pero los artistas no
podían darse el lujo de confiarse. El éxito de una presentación es la constante
práctica. Todos bajo la carpa principal ensayaban sus actos, puliendo cualquier
acción que amerite ser pulida y corrigiendo lo que los entrenadores instruían a
los artistas: los arqueros practicaban con flechas; las mujeres que representaban
a Virgo repetían los movimientos de la coreografía que esa misma noche
presentarían al público; los gemelos practicaban su número de “espejo reflejo”;
los representantes de la constelación de la Osa Mayor levantaban pesas y los
jóvenes que representaban al Dragón
lanzaban llamas controladas mientras hacían acrobacias.
Iagalis no era la excepción. Estaba alejada
del grupo general. Acompañándola estaban las serpientes que habían actuado con
ella: pitones, víboras, culebras y otros tipos de ofidios. Todos ellos estaban
libres con sus cuerpos enroscados. La reunión, si alguien la veía desde fuera,
parecía un conversatorio. Iagalis estaba al medio del círculo, sentada con las
piernas cruzadas en posición de meditación y vestida con un buzo oscuro
mientras leía el párrafo que hablaba de su actuación:
“…Finalmente, la actuación de la joven Iagalis no es para los de corazón
débil. La puertorriqueña y sus reptiles dejaron sin habla a una audiencia de más de 300 personas. Su
danza lúdica y el control que ejercía sobre los peligrosos tipos de serpientes,
fueron impecables. Definitivamente una de las estrellas más brillantes del
Circo Estelar. No se la pueden perder…”
— ¡Somos un éxito! Y todo gracias a ustedes.
—Iagalis comentó al círculo con una sonrisa entusiasta dibujada en sus labios.
—No te quitesss crédito…Eresss una buena
entrenadora. — La pitón más grande del grupo y aquella que salió del cesto
respondió. Su nombre era Naga.
—Hacer essse juego humano de ssserpientesss y
essscalerassss fue una excelente idea, Iagalisssss. Me encantó la parte en la
que nossss enroscamossss en ti Rubí y yo. —Una serpiente índigo de nombre
Zafiro secundó el comentario de Naga. Su compañera Rubí asintió desde el
costado de Iagalis.
Las
demás participantes de la reunión asintieron. Sus ojos llenos de orgullo por el
trabajo en equipo que habían realizado.
—Gracias
chicos. Estaba muy nerviosa. Pero ahora debemos volver al trabajo. El jefe me
ha dicho que hoy llega una nueva compañera para el espectáculo. Dice que
debemos lograr que aprenda la rutina para la función de esta noche, pues quien
donó a la nueva “estrella”, un excéntrico magnate, vendrá a ver la función y si
le gusta donará una fuerte suma de dinero. Necesitaré el apoyo de todos en el
ensayo. — Iagalis finalizó la conversación mientras el maestro de ceremonias se acercaba seguido de una enorme
caja con agujeros, la cual era cargada por dos hombres. La nueva serpiente había llegado. Las demás
serpientes se inquietaron sin comprender el por qué.
***
El
ensayo de todos los artistas fue interrumpido por la hora del almuerzo. Los
animales fueron llevados a sus lugares respectivos: los caballos a las
caballerizas, las aves al aviario y las serpientes al serpentario, incluyendo a
la nueva adquisición: un crótalo cornudo de Schlege o serpiente con cuernos.
Las serpientes y víboras se sentían inquietas con la nueva presencia en su espacio.
Era como si una fuerza invisible las repeliera. La serpiente cornuda tenía
escamas brillantes como esmeraldas. Sus ojos eran profundos y amarillos
mientras que su boca cubría colmillos de un centímetro de largo. Las
protuberancias en su cabeza eran atípicamente largas, incluso para la especie.
—Tal vez
me equivoque, pero hacemossss gran parte del trabajo e Iagalissss ssse lleva
todo el crédito. — El crótalo comentó. Su tono de voz era suave y meloso.
— No
digasss essso. Ella sssssiempre ssse ha preocupado por nosssotrossss. —Rubí le
respondió mientras las demás asentían.
—No digo
lo contrario, pero creo que podríamossss llevar el espectáculo a otro nivel.
Démossssle un desscanssso. Yo no la conozco, y no niego sssusss virtudesss pero
podríamosss hacer una rutina dissstinta. Sssolo confíen en mí…— La voz de la
serpiente con cuernos se volvió más suave, más convincente. Era el tono que uno
usaría con un amante. Las otras serpientes no podían dejar de escucharla ni
tampoco quitarle la vista a sus ojos, los cuales habían cambiado de color,
aumentando su profundidad.
—No la
essscuchen. Iagalisss siempre ha essstado con nosssotrosss. —Naga parecía no
ser afectada por los encantos de la nueva integrante. Todas las demás
serpientes parecían no escuchar a Naga. — ¿Qué lesss hasss hecho? Parecen fuera
de la realidad. —Naga dirigió su voz hacia el crótalo.
—Veo que
tienesss mayor voluntad y una gran conexión con la mujer. No importa… todosss
losss demásss harán lo que lesss ordene. Pero antesss debo acabar con los
estorbosss. — la respuesta dejó de ser suave. La voz era fría y dura.
***
—Naga no
despierta. No sé qué le pudo haber pasado. Durante el ensayo todo estuvo bien.
He intentado todo. Es como si estuviera invernando—Iagalis le informó al
maestro de ceremonias dos horas antes de que empiece el espectáculo.
—Llamaré
al veterinario, pero sabes que el show debe continuar. Vi en el ensayo que la
nueva se movía bien. Que esta noche la reemplace. Tienen tamaños similares así
que no creo que haya problema. Verás que lo de Naga no es nada y regresará al
trabajo antes de lo que imaginas. Anda,
ve y haz un último ensayo veloz. Yo me encargaré de todo. —El maestro de
ceremonias le respondió mientras buscaba entre sus contactos el teléfono del
veterinario experto en reptiles.
Iagalis,
no tuvo otra opción. Es verdad que el público iría a ver el espectáculo y tenía
la esperanza que nada malo haya pasado con su amiga y compañera de escena. Tuvo
que regresar al serpentario para preparar todo antes de vestirse. Si algo malo
hubiera pasado, de seguro las otras serpientes le hubieran comentado.
***
La
escena de la noche anterior se repetiría. La diferencia sería la presencia de
la nueva serpiente. Iagalis subió a la plataforma, en la cual la esperaba el
cesto enorme. Al igual que la noche anterior, se arrodilló ante la canasta y
susurró.
—Reficul,
llegó el momento. Sé que eres nuevo pero hagamos un excelente espectáculo. Ya
luego sabremos lo que le pasó a Naga.
—Confía
en mí, Iagalisss. Todo sssaldrá de acuerdo al plan. —La respuesta de Reficul,
el crótalo, puso nerviosa a Iagalis por su tono malicioso pero ya la música estaba
empezando.
El baile
de Iagalis no se hizo esperar. Reficul salió del canasto. Se sujetó de la
columna con su cola y acercó su cabeza a la plataforma inferior, tal cual Naga
lo había hecho. Llegó el momento en el que Iagalis se deslizaría, pero antes de
llegar a la otra plataforma perdió el equilibrio y cayó tres metros hacia el
suelo. El sonido de su brazo al romperse fue apagado por las voces asustadas de
los asistentes. Algunos miembros de los otros números salieron a la pista
central para llevar a la inconsciente Iagalis a recibir ayuda mientras el
maestro de ceremonias hacía su mejor esfuerzo por tranquilizar a los
espectadores.
***
El número de Iagalis tuvo que ser cancelado
de las siguientes funciones. Tendría que estar con yeso y clavos en su brazo
derecho por algunas semanas. Mientras se recuperaba tenía que hacer labores
administrativas en el circo.
El veterinario de serpientes encontró un
extraño veneno en el sistema de Naga. Aquella ponzoña no pertenecía a ninguna
especie conservada en el serpentario del circo y todos estaban desconcertados,
pues el veneno no había eliminado a la víctima solo le bajó la temperatura
corporal, ocasionando que Naga no pudiese despertar. Las otras serpientes
parecían atontadas y torpes.
Dos días después del accidente, Iagalis ingresó
al serpentario para alimentar a las serpientes y ver cómo evolucionaba la
condición de Naga. El ambiente se sentía pesado. No podía sacarse de encima la
sensación de preocupación que tenía hace dos noches.
—INVIDIA…ACIDIA…GULA…AVARITIA…LUXUS…IRA…SUPERBIA.
Esss hora de que paguesss lo que hicissste. Hija de Eva, traidora e
ignorante…Hicissste que me expulsssarán a mí la Gran Sssserpiente. ¡Qué
humillación! Incluso tú nombre añade inssulto a la herida. Esssta compuesssto
por los nombresss de mis frutossss másss grandesss, aquellosss que ussstedes
llaman Pecadosss Capitalesss. —Reficul se había acercado lenta y
silenciosamente mientras Iagalis buscaba a las demás serpientes.
— ¿De qué hablas? No puedes ser esa Serpiente…deberías tener miles
de años y eso es imposible. —La lógica de Iagalis era fuerte en teoría, pero
ella misma no estaba convencida de lo que acababa de decir. La sonrisa
maliciosa de la Serpiente le decía que no mentía.
—Todo esss posssible…La misma Biblia predice
que yo volveré a tener el poder y que me haré másss fuerte con el passssar de
lossss añossss. Estamossss destinadosss a ssser enemigossss: lasss mujeresss y
yo debemos dessstruirnosss mutuamente. Essstasss pobresss e inútilesss ssserpientessss
te ssseguían sssin dudar. ¡Traidorasssss a la tradición! ¡Seresss débilessss
que sssse unieron a missss enemigassss! No esssss la primera vez que me
enfrento a aquellasss que con palabrassss intentan controlar la raza del Rey
Sssserpiente. Yo ssssugerí el ssssuicidio de Cleopatra y fui yo quien engañó a
Medusssa para que ssse volviera piedra…Pero el mássss grande de lossss
insultossss lo presencié hace unasssss nochessss. Verte usssando mi raza como
entretenimiento barato ameritaba mayor involucramiento…Te desssstruiré yo
misssmo, hija de Eva. — Reficul parecía emanar un aura vengativa. Se sentía el
peligro en el ambiente. A lo mejor por eso las otras serpientes no sabían qué
hacer. La Gran Serpiente se preparaba para atacar. Sus cuernos emanaban un
líquido verde y sus colmillos parecían agrandarse.
Iagalis
estaba aterrorizada. No podía moverse. Sentía la presión de años de malicia y
rencor y eso le helaba la sangre. Además su brazo roto no le permitiría
defenderse con facilidad. Solo era capaz de orar en silencio, pidiendo a
cualquier dios o Dios que esté oyendo, la proteja[1].
Cerró sus ojos para esperar lo peor, pero el dolor no llegó. Un ruido de
movimientos bruscos invadió el ambiente.
—Veo que
el veneno ya sssse diluyó de tu sissstema. ¡Qué lassstima! penssssé mostrarme
misericordiosssso contigo. Me seríassss de gran utilidad, querida Naga. Ayúdame
a desssstruir a eesssta mujer y todo quedará perdonado, en especial tu
insssolencia. — La voz de la Serpiente asumió su cualidad más suave y convincente.
Naga
parecía haber recobrado las fuerzas. Se había colocado entre Iagalis y Reficul —No lo entiendessss. Es cierto, esss
dissspersssa, desssordenada y demasssiado confiada, pero tiene un gran corazón
y sssabe tratarnosss con ressspeto. Nunca dejaré a Iagalissss. Ella y yo
hemosss esssstado juntossss dessssde que era una niña. Yo decidí ayudarla en
lugar de atacarla y essso me ha dado una amiga que nadie podrá reemplazar.
¡Nadie lassstimará a esssta mujer mientras yo viva! —
—Entoncessss
que asssí ssssea. ¡Muere con ella! —El Rey Serpiente se abalanzó contra Naga.
Ambas serpientes eran grandes y poderosas.
Los ataques endemoniados de Reficul habían abierto heridas en el cuerpo de
Naga, pero la Gran Serpiente no estaba intacta. Sendos cuerpos se enroscaban
entre sí. El polvo se levantaba y la sangre caía al suelo. Iagalis no podía
hacer nada más que observar. La pelea también había captado la tímida atención
de las otras serpientes, quienes poco a poco fueron rodeando a los combatientes.
Reficul se lanzó con la velocidad de una
flecha contra Naga, quien logró esquivarla y golpear al crótalo con su cola. La
antigua Serpiente era resistente, pero aquel golpe le hizo perder el
equilibrio.
—Hermanasss, dessstruyan a la traidora.
—Reficul estaba cansada. Lo suyo era más la batalla psicológica y la
manipulación por lo que quería aprovechar el control sobre las demás serpientes
y víboras para acabar con su contrincante.
— ¡No! Tú eresss el traidor. Naga tiene
razón. Iagalisss ssssiempre nosss ha protegido. Ya no tienessss control
ssssobre nosssotrossss. —El hechizo hipnótico de Reficul se había roto. Las
palabras de Naga resonaron en los recuerdos de las otras serpientes. Rubí
y Zafiro se enroscaron en Iagalis para
mayor protección, mientras las demás se colocaban delante de ella como segunda
línea de defensa, en caso Naga no pueda vencer.
—
¡Infielesss! Te maldigo mujer, al igual que a
tu antepasssada Eva. Juro por lasss antiguasss Escriturasss que te dessstruiré.
— Reficul desprendía rabia destructiva.
Sus cuernos y colmillos comenzaron a emitir un humo negro.
El humo
negro comenzó a avanzar hacia las serpientes y víboras. Naga fue la primera en
respirarlo, luego las serpientes más pequeñas y finalmente Rubí y Zafiro. El
aroma a azufre se volvió insoportable. Iagalis comenzó a toser pero no podía
ver nada. Un sonido sordo y pesado se dejó escuchar seguido de un silencio
ensordecedor. Rubí y Zafiro dejaron de rodear a Iagalis. Cuando el humo se
disipó, Iagalis vio con horror que ninguna de las serpientes se movía. Rubí
yacía muerta a sus pies y Zafiro descansaba sin respirar sobre el hombro
lastimado de Iagalis. El peso era demasiado e hizo caer al suelo a la mujer.
Sus ojos se llenaron de lágrimas por sus amigos caídos.
— ¡Qué
despersssperdicio! ¿Vesssss lo que me hicisssste hacer? Esss mi veneno mássss
poderossso. Mi odio desssstilado. — Reficul comenzó a acercarse a Iagalis.
Iagalis
estaba atontada por el dolor en su brazo y por la pena. Ya no debía resistirse.
No tenía las fuerzas. El humo negro la había debilitado demasiado. Cerró los
ojos y se preparó para lo que venga.
Sintió un movimiento brusco pero ningún golpe contra su cuerpo.
—Ia…ga…lisssss,
rá…pi…do. No… me quedan fuer…zassss. —Naga estaba usando lo último de sus energías
para estrangular a la endemoniada Serpiente. Reficul se retorcía por liberarse,
pero sin éxito. — Rá…pi.do… pisssa ssssu cabeza. —
Iagalis
no necesitaba que se lo digan dos veces. Se puso de pie y corrió hasta donde
estaban Naga y Reficul. Vio a su alrededor y vio a las demás serpientes sin
vida. Su tristeza se convirtió en cólera y usó toda esa rabia para pisar la
enorme cabeza con cuernos. Podría llamarse ironía Bíblica. Su talón se lastimó
pero la vida de Reficul abandonó su cuerpo justo cuando Naga soltaba su agarre.
Se escuchó un grito desgarrador en todo el serpentario, pero nadie del mundo
físico lo había emitido. El cuerpo de Reficul
se disolvía en el mismo humo negro que arrojó para asesinar a las otras
serpientes.
En su
último aliento, Naga quiso despedirse. — Iagalisss, debesss ponerte a sssalvo.
Sssa…besss bien que regresssará. Graciasss por enssseñarme que no todosss losss
humanossss sssson malosss. A…di…óssss. —Los ojos de Naga se llenaron de vacío.
Iagalis comprendió que el sacrificio de su gran amiga era irreversible.
Nadie
en el circo podía explicar lo ocurrido. Quince distintos tipos de serpientes,
incluyendo un pitón, yacían sin vida en el serpentario. Un crótalo cornudo de
Schlege estaba desaparecido. Su estrella Iagalis no quería hablar. Solo se
había dedicado a llorar. La habían encontrado abrazando el tronco de Naga la
pitón. Se necesitaron de cuatro personas para alejarla del serpentario. El
médico decidió sedarla para que pueda calmarse.
Los
sedantes no le dieron un sueño tranquilo. Iagalis tuvo una visión mientras
dormía. El humo negro que la muerte de Reficul había generado se apoderaba de
un huevo de serpiente en algún desierto lejano. Una voz masculina y potente le
habló:
“Apareció en el cielo una señal grandiosa: una mujer, vestida
del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su
cabeza. Está embarazada y grita de dolor, porque le ha llegado la hora de dar a
luz. Apareció también otra señal: un enorme dragón rojo con siete cabezas y
diez cuernos, y en las cabezas siete coronas; con su cola barre la tercera
parte de las estrellas del cielo, precipitándolas sobre la tierra. El dragón se
detuvo delante de la mujer que iba a dar a luz, para devorar a su hijo en
cuanto naciera…”[2][i]
La visión
cambió y todo se volvió oscuro. Las palabras que Reficul había usado para
nombrarla, la nomenclatura en latín de los Pecados Capitales aparecían en color
sangre, resaltando cada letra inicial mientras se formaba el nombre de Iagalis.
La voz continuó diciéndole:
"…después a un ángel que bajaba del cielo llevando en la mano la llave
del Abismo y una cadena enorme. Sujetó al monstruo, la serpiente antigua, que
es Satanás o el diablo, y lo encadenó por mil años. Lo arrojó al Abismo, cerró
con llave y además puso sellos para que no pueda seducir más a las naciones
hasta que pasen los mil años. Después tendrá que ser soltado por poco
tiempo...." [3]
Iagalis despertó bruscamente. Sabía que la Gran Serpiente
regresaría. Y ella debería prepararse para su retorno. Se vengaría de aquella
asesina y ayudaría a aquel Ángel, sea
quien sea y en el momento que sea.
[1] Se
usa la diferenciación minúscula para politeísmo y mayúscula para monoteísmo, en
cualquiera de sus expresiones.
[2]
Apocalipsis 12, 1-4
[3]
Apocalipsis 20, 1-3