Según el hinduismo, budismo y jainismo, el Nirvana es un
estado de cese de la actividad mental corriente y que significará una
liberación espiritual, el estado de felicidad supremo. Por otro lado el
infierno de Dante muestra que existen castigos cruentos a nuestras acciones y
que cada uno de los pecados tiene un infierno “personal”.
¿Qué ocurriría cuando
dejamos de lado las creencias religiosas o literatura y aplicamos eso a nuestra
vida diaria? Es decir, cuando tenemos “un infierno en la tierra” o “el cielo en
nuestras manos”.
Si analizamos nuestro propio
Nirvana nos daremos cuenta que el cumplimiento
de nuestros sueños y deseos es nuestro único objetivo, pero en muchas
oportunidades al encontrar esa felicidad, nos olvidamos de vivir. Posiblemente
se deba a que entrar en la zona cómoda es más fácil que salir de ella ya que
somos seres llenos de anhelos y sueños. No es lógico que busquemos salir de ese
estado de paz y tranquilidad, por lo que el Nirvana
puede ser peligroso.
Por otro lado, cuando
descendemos a nuestros Infiernos Personales,
ingresamos a un círculo vicioso del cual no encontramos una salida. Nuestros
infiernos pueden enfocarse en nuestros miedos más obscuros y en nuestros
secretos más vergonzosos. Es como vivir una pesadilla que no acaba al salir el
sol. Algunos lo llaman depresión, otros lo llaman miedo paralizante. No importa
el nombre. La sensación la conocemos todos: haber tocado el fondo y no saber cómo
subir.
Ya sea que nos atrapemos en
el miedo o nos neguemos a salir de la felicidad, el resultado es el mismo: nos
estancamos ya sea en la impotencia o en la complacencia.
El equilibrio necesario es
bastante más difícil de obtener de lo que muchos piensan. Un observador externo
podrá decirnos que debemos cambiar la actitud y que debemos seguir. Para muchos
no dejar el Nirvana es síntoma de
mediocridad y no querer ascender del Infierno
es símbolo de masoquismo. Pero es más fácil decirlo que hacerlo.
La forma que muchos expertos
sugieren para dejar atrás los estados (en los que sin darnos cuenta decidimos
permanecer) es mirar hacia atrás y obtener otra perspectiva. Eso podría
resultar para abandonar la depresión y el miedo, aunque es una tarea de persistencia
y autoestima: no es tan sencillo encontrar (y mantener) la motivación para
lograr la redención ante nuestros propios ojos (hay que aceptar que nosotros
mismos somos los carceleros en el Infierno
y nosotros somos nuestros jueces más severos).
Despertar del dulce sueño
hecho realidad es mucho más difícil. Confundimos lo que queremos con lo que
necesitamos. Lamentablemente, los humanos tenemos la tendencia a pensar que
querer y necesitar son verbos intercambiables. Creo que la mejor forma de prevención
ante cualquier permanencia muy prolongada en nuestra zona cómoda es la humildad
y las ganas de conseguir nuevos retos. Muchas veces olvidamos que amamos ser
felices porque nos costó mucho trabajo obtener la felicidad. El problema es que
si nos encerramos siempre en lo relajante, no podremos crecer. Es sabio decir
que lo más importante no es la meta, si no la búsqueda de ella.
Ambos estados, aunque
peligrosos de por sí, nos pueden ayudar al auto crecimiento si aprendemos a
observarlos teniendo en cuenta la “salida de emergencia”. No es bueno
internarse en las llamas de lo que llamamos Infierno
Personal o enfriarnos en Nirvana.
Necesitamos nuestro combustible para seguir creciendo, así como también
necesitamos enfrentar nuestros miedos o tristezas para fortalecernos.