Regalo atrasado para mi buena amiga Carla Alva. ?Feliz cumple!
Creo que ya los perdí… ¿cómo fue que caí al medio de esta guerra? Debo
recuperar el aliento… de seguro me encontrarán aquí dentro. Todo el día
ha sido igual. No estoy a salvo en ninguna parte. Supongo que pronto tendré que correr nuevamente. Me reconocieron a pesar que tiré mi bata blanca. ¿Qué me delata?
Tengo miedo… leí sobre la desaparición de varios de nosotros sin dejar
rastro que seguir para encontrarlos. No cabe duda que fueron
secuestrados por cualquiera de ambos bandos, aunque pensé que eran mitos
urbanos o cuentos que se les narra a los niños, pero ahora los he visto
con mis ojos. Si voy a mi casa, sería demasiado peligroso para mi hijo y
mi esposo. No puedo arriesgarlos. Tengo que ir a otro lado.
Ahora
que lo pienso, me he sentido observada durante varios días. ¡Me
vigilaban! Claro me vigilaban mientras trabajaba. ¿Estuvieron creando
estrategias para ganarle al otro? Pero, ¿por qué yo o cualquiera de
nosotros? Y pensar que me alegraba de niña (claro, cuando creía antes de
dejar de creer y, obviamente, antes de verme forzada nuevamente a
tenerles fe).
Mejor salgo y comienzo a correr para buscar otro lugar
donde esconderme. No debo perder la ventaja. Todo está muy callado
afuera. No escucho sus alas ni sus chillidos, pero, ya aprendí de la
manera difícil, que son amos del sigilo…
¡MIERDA! ¡Ahí están! Se
aliaron para atraparme. Veo sus orejas redondas, sus cuerpos pequeños y
peludos y sus dientes grandes a mi izquierda y a la derecha esas
pequeñas perras con alas, vestiditos y varitas… ¡Claro! No están
peleando entre sí. Ahora lo entiendo. Me encontraron por el aroma a
diente molido en todo mi ser. ¡Malditas hadas y condenados ratones! Los
enemigos somos nosotros los dentistas. Me atraparán y solamente dejarán
monedas en mi lugar. ¡No quieren competencia!